Las estadísticas oficiales de inflación no
revelan ninguna señal de alzas desmedidas en el nivel general de precios. Pero las declaraciones de la Vicepresidenta sí pueden exacerbar las expectativas.
Resultaron sorprendentes los anuncios difundidos la semana
pasada por la radio que, en voz de la Vicepresidente de la República, advertían
que las alzas de precios de la canasta básica iban a ser frontalmente
combatidas por el gobierno. Fueron sorprendentes porque las estadísticas
oficiales de la inflación, vistas desde cualquier ángulo, no revelan ninguna
señal de alzas desmedidas en el nivel general de precios.
En efecto, la inflación acumulada en los primeros
cinco meses del año, según los datos más recientes publicados por el INE, fue
de 2.2%, es decir que es más baja que las inflaciones registradas en 2010 y
2011, y ligeramente más alta que la del año pasado, pero hay que tomar en
cuenta que 2012 fue un año inusual de bajos precios en los productos primarios
a nivel mundial que repercutieron en una baja inflación doméstica.
Conviene recordar a qué nos referimos cuando hablamos
de inflación: se trata del aumento sostenido y generalizado del nivel de
precios. Cuando se ven aumentos focalizados y temporales en algunos pocos
productos, por muy acelerados que sean dichos aumentos, no podemos decir que
haya inflación porque el alza no es sostenida ni generalizada. Quizá el
gobierno esté preocupado por la elevación de los precios que se han producido
en algunos artículos como la carne, el pollo o los huevos; y tiene razón de
estarlo. Pero tales alzas no configuran una situación inflacionaria pues, según
los mismos datos del INE, al mismo tiempo se ha producido una sensible
moderación en otros componentes de la canasta básica, como los gastos en
educación, recreación o vestuario, entre otros.
O tal vez preocupan al gobierno las encuestas que
muestran que “el alto costo de la vida” es la segunda preocupación de los
guatemaltecos, sólo detrás de la inseguridad pública. Al respecto, vale la pena
tomar en consideración que “el alto costo de la vida” siempre ha aparecido
–durante décadas- como uno de los problemas de los qué más se quejan los
guatemaltecos en las encuestas, sin importar que los datos indiquen o no que
hay inflación. Ello puede deberse a que los elevados niveles de pobreza (bajos
ingresos, pues) prevalecientes en el país inducen a los encuestados a culpar a
los “altos precios” por la imposibilidad que enfrentan de adquirir suficientes
bienes para satisfacer sus necesidades debido a sus bajos ingresos.
También conviene recordar que, en materia de
inflación, es al Banco de Guatemala a quien, por naturaleza institucional y por
mandato legal, corresponde mantener la estabilidad en el nivel general de
precios. Desde 2002, con la aprobación de su nueva Ley Orgánica, el banco
central ha estado avanzando en la adopción de un régimen de metas explícitas de
inflación para conducir la política monetaria a su cargo. Dicho esquema de
política monetaria ha sido adoptado por un número creciente de bancos centrales
alrededor del mundo y, según diversos estudios, ha producido resultados
positivos en términos de desempeño económico, especialmente en países en vías
de desarrollo como Guatemala.
Para que la aplicación del esquema de metas explícitas
de inflación por parte del Banco de Guatemala sea exitosa, es necesario que sus
decisiones (respecto de subir o bajar la tasa de interés de corto plazo) sean
creíbles en el mercado y, además, que las expectativas de inflación por parte
de la población se mantengan bajo control. Los recientes anuncios radiales del
gobierno no contribuyen a tales fines pues, por una parte, crean confusión
respecto de quién es el principal responsable de mantener la estabilidad de
precios (el banco central, no el gobierno) y, por otra, crean un clima de temor
a un alza generalizada de precios que, en la realidad, no se está produciendo.
Existen mejores formas en que el Ejecutivo puede
contribuir para que los precios no suban. En el caso de que las alzas de
precios estén focalizadas en ciertos productos (como parece ser el caso
actual), se pueden adoptar medidas de comercio exterior que permitan un mayor
flujo de productos importados a precios más bajos. Y si se tratase de
expectativas exacerbadas, no hay mejor medida que pueda adoptar cualquier
gobierno que la de mantener las cuentas fiscales bajo control, evitando incurrir
en déficits insostenibles que, inevitablemente, ocasionan inestabilidad
macroeconómica.