La más reciente Encuesta de Empleo e Ingresos –ENEI-
publicada por el Instituto Nacional de Estadística –INE-, correspondiente a
diciembre de 2018 y da cuenta de que la tasa de desempleo de Guatemala es de un
2.8% de la Población Económicamente Activa –PEA-, nivel ligeramente superior al
de 2.7% registrado en 2017, con un mayor nivel de incidencia en el Área
Metropolitana del país.
Esta tasa de desempleo resulta baja si se le compara
con la de la mayoría de países; sin embargo, su bajo nivel esconde un problema más
grave: el subempleo. En Guatemala el subempleo (una de las manifestaciones de
la economía informal) hace las funciones de lo que sería un seguro de desempleo
para aquellos que carecen de acceso a puestos de trabajo en el mercado formal. De
manera que un indicador más realista de la situación estructural del mercado
laboral en Guatemala sería la tasa de subempleo visible, también publicada en
la ENEI, que en 2018 ascendió a 10.0%. Si sumamos ambas tasas, el desempleo
tácito en nuestro país sería de un 12.8% (más análogo al de otros países).
La tasa de desempleo es, en los países civilizados, uno
de los indicadores más claros de cómo se está comportando la economía. El
aumento del desempleo es un signo de una economía débil, con un crecimiento
lento y poco gasto, que podría provocar la acción del gobierno con medidas
fiscales que busquen reducir el desempleo e impulsar la economía. Por el contrario,
si el empleo está aumentando y la economía está creciendo, eso podría causar
temores de inflación y el banco central, con un mandato de controlar la
inflación, podría elevar las tasas de interés para desacelerar una economía
sobrecalentada. Por ejemplo, el año pasado el PIB de Guatemala creció muy poco,
lo cual habría impedido incrementar significativamente la capacidad de
absorción de la fuerza de trabajo que se agrega cada año al mercado; si
tuviésemos un indicador confiable de desempleo, se podrían haber tomado
decisiones oportunas de política económica.
El problema es que no tenemos ese indicador. La ENEI
es la única información oficial respecto del empleo a nivel nacional, y no es
confiable. En los países avanzados los datos de desempleo se publican
mensualmente. En Guatemala, el INE no calcula ni publica la ENEI de manera
periódica, por lo que los datos más recientes no son comparables con los de
periodos previos. Lo que es peor, antes la ENEI se hacía dos veces al año y
ahora, por falta de fondos, solo se realiza una vez al año.
No contar con datos de empleo de forma periódica,
técnica y confiable es condenar a la política económica del país a navegar sin
brújula. Es preciso dotar al INE de la fortaleza institucional que se le daría
en cualquier Estado digno. Un primer paso inicial para reformar el INE es darle
la autonomía funcional y financiera necesaria para su eficaz funcionamiento -y para
que deje de distraer sus recursos (por presiones políticas) en temas
secundarios y se centre en los temas prioritarios (como la ENEI)-, tal como
está previsto en una iniciativa de ley (la número 5329) que hasta ahora está
durmiendo el sueño de los justos en el Congreso.