La caridad, la beneficencia y la filantropía deben realizarse con recursos privados (de individuos o empresas); nunca deberían financiarse con fondos del erario público
Alrededor del mundo, las instituciones (ONGs,
fundaciones, asociaciones) que se dedican a la caridad, al altruismo y a la
beneficencia se sostienen mediante donaciones privadas, ya sea en forma de
trabajo voluntario o de dinero provisto por el público en general, ya sea en
forma de trabajo voluntario como de donaciones en especie y en dinero
(incluyendo montos importantes donados por ricos filántropos). En Guatemala
existen numerosas organizaciones de este tipo que prestan un servicio de gran
beneficio para el país y sus comunidades.
Sin embargo, existe un creciente número de ONGs y
fundaciones que, año con año, reciben fondos del erario público para realizar
sus obras. Aunque esto es lícito, no debería ser normal: la provisión de
servicios públicos debe estar a cargo del gobierno, ya sea de manera directa o
mediante una transparente contratación de servicios. El darle dinero a una ONG
(por muy bien intencionada que sea) equivale a una claudicación de las
funciones gubernamentales. Las entidades de caridad no deberían suplantar al
Estado (utilizando los recursos financieros de este), sino complementarlo
(financiándose con donaciones privadas).
En el presupuesto gubernamental para 2020 (que el
Congreso está en proceso de discutir y aprobar) se incluye un monto de más de
Q660 millones a ser repartido a unas setenta ONGs y fundaciones para que -¿por
delegación, aunque la función pública es indelegable?- ejecuten servicios (principalmente
en las áreas de salud, educación, cultura y agricultura) que, en puridad,
correspondería proveer al Estado. Muchas de esas entidades fueron elegidas
arbitrariamente para recibir millones de quetzales del presupuesto sin que se
sepan las razones de su escogencia. Otras son entidades muy respetadas que se
han encargado por años de suplir la ausencia del Estado en la provisión de
servicios tan loables como los de atención a enfermedades coronarios o renales.
Pero incluso en el caso de estas, la aspiración debería ser que, idealmente,
sean las instituciones del Estado las que provean tales servicios (ya sea
directamente o mediante la contratación transparente del servicio).
Para alcanzar esa situación ideal, es necesario
mejorar varios aspectos. Las ONGs, fundaciones y asociaciones deben adoptar
mejores prácticas para modernizar su gobernanza, así como sus métodos de fondeo
y evaluación de la eficiencia e impacto social de sus actividades. El gobierno
puede ayudarlas fomentando la cultura de la donación (mediante medidas que
podrían incluir exenciones fiscales a los montos donados).