viernes, 29 de enero de 2010

El FMI Nos Toma el Pulso

Bien intencionado, pero incomprendido; riguroso, pero inflexible; anuente a reconocer sus errores, pero inclinado a repetirlos; estricto con sus afiliados pequeños, pero condescendiente con los grandes; el Fondo Monetario Internacional realiza periódicamente el sano ejercicio de supervisar y opinar sobre el desempeño económico de sus países miembros, así como sobre la calidad de sus políticas económicas. Recién le acaba de tocar el turno a Guatemala y, aunque salimos igual de mal evaluados que en las ocasiones más recientes, ello se puede interpretar como bueno dado el entorno de crisis internacional que ha afectado mucho más negativamente a nuestros vecinos. Sea porque lo anterior es producto de la buena fortuna de ser un país bendito por Dios, o sea porque las políticas macroeconómicas disciplinadas han rendido, después de todo, sus frutos, lo cierto es que el diagnóstico del Fondo puede servir de guía para identificar los puntos flacos sobre los cuales debemos trabajar como sociedad. He aquí mis comentarios...

Opinión | POLÍTICAS PÚBLICAS
El FMI nos toma el pulso
El FMI señala que, aunque nuestra economía se vio perturbada por la crisis, existen signos de que en 2010 empezará a recuperarse.

Como un severo médico especialista en el sistema circulatorio de la economía mundial –es decir, en el flujo de comercio y de capitales-, el Fondo Monetario Internacional (FMI) realiza un chequeo periódico a cada uno de sus 186 países miembros. En el caso de sus pacientes que no están graves, como Guatemala, dicha revisión la efectúa cada uno o dos años conforme lo establece el Artículo IV de sus estatutos. Para el efecto, una misión de expertos visita el país, analiza su situación económico-financiera y discute con técnicos y autoridades locales el desempeño y las políticas económicas aplicadas; al regresar a su sede en Washington, los expertos elevan un reporte al Directorio Ejecutivo del FMI, quien emite sus comentarios y recomendaciones.

La semana pasada se publicó el resultado de la más reciente revisión de Artículo IV para Guatemala, en la que el Directorio del FMI señala que, aunque nuestra economía se vio perturbada por la crisis mundial, existen signos de que en 2010 empezará a recuperarse luego de que el año anterior las políticas monetaria y fiscal contribuyeran a mitigar el impacto de la crisis, a satisfacción del Fondo. Al tiempo que apoyó la reducción gradual de la tasa de interés líder de la política monetaria, el FMI señaló que la misma debía aplicarse con precaución dados los efectos que dicha medida tiene sobre el alza en el tipo de cambio por lo que, para enfrentar este dilema, aconsejó tomar medidas para profundizar el mercado de títulos-valores a fin de mejorar la efectividad con la que los cambios en la tasa líder se transmiten al mercado bancario.

Por cierto, el Fondo estima que el sistema financiero nacional muestra buenos indicadores de solvencia y de liquidez que le han ayudado a sobrellevar el aumento registrado en el número de préstamos morosos que, derivado de la deceleración económica, ha afectado sus utilidades. De cualquier forma, la recomendación aquí es continuar fortaleciendo las reglas de supervisión bancaria y las que reducen reduzcan los riesgos asociados a las operaciones off-shore y al otorgamiento de préstamos a personas vinculadas a la propiedad de los bancos.

El desafío más difícil, quizá, sobre el cual hizo hincapié el Directorio es el de la política fiscal, que debe encontrar la forma de enfocar el gasto gubernamental a apoyar la demanda interna y a proveer bienes públicos que apoyen el desarrollo (educación, infraestructura, seguridad pública), mientras que, simultáneamente, debe mantener bajo control el déficit fiscal a fin de no hacer insostenible el nivel de la deuda pública. Este es, de hecho, el reto clave y recurrente de nuestra política económica pues, para hacer sostenible el balance fiscal (y la estabilidad macroeconómica) y, a la vez, ofrecer a la ciudadanía de manera eficiente los servicios estatales básicos, es menester reducir el desperdicio y la corrupción en el gasto público, fortalecer a la SAT y ejecutar un amplio programa de mejora en la recaudación.

Este agridulce diagnóstico del FMI resulta oportuno a la luz de la afortunada apertura de diversas mesas de diálogo sobre estos temas por parte de los organismos Ejecutivo y Legislativo. Esperemos que la toma de pulso que nos hace el organismo internacional sirva, cuando menos, de guía calificada en las discusiones de las mesas respectivas.

jueves, 21 de enero de 2010

Bienes Públicos

En las sociedades civilizadas, la provisión de bienes públicos (seguridad pública, administración de justicia, saneamiento, carreteras, etcétera) suele estar a cargo del gobierno (nacional o local) o, si no lo es, al menos está estrictamente regulado por éste. Ofrecer estos bienes a la ciudadanía es la función central del Estado y, por lo tanto, el gasto público se prioriza en los presupuestos gubernamentales en función de la provisión de dichos bienes. Si esta elemental cuestión estuviera clara en la mente de los líderes nacionales, quizá muchos de los debates y desencuentros que fomentan la ingobernabilidad del país podrían ser resueltos en beneficio del país. El post de esta semana, que es mi columna publicada en Siglo XXI este martes, abordar este tema; como el tema es algo árido (¿o lúgubre?), cualquier comentario, duda o sugerencia de los amables lectores será especialmente bien recibida.
Opinión | POLÍTICAS PÚBLICAS
Bienes públicos
A nuestro país le urge atraer inversión extranjera directa que le permita reducir la dependencia de las remesas.
Mario A. García Lara mglara@sigloxxi.com

El debate que normalmente se produce cuando se plantean cambios en la estructura tributaria o en el presupuesto del Estado podría ser más fluido y productivo, si existiera una mayor conciencia de todos los participantes respecto de qué son los bienes públicos y cuál es su importancia crucial para el desarrollo. Al bando de quienes se empeñan en aumentar a toda costa más los recursos disponibles para el Gobierno mediante más impuestos, el concepto de bienes públicos les ayudaría a comprender que es necesario tener prioridades en el gasto público y que el reparto de dinero a través de transferencias condicionadas (por muy útil que sea como mecanismo de cohesión social y de combate a la extrema pobreza) no puede ser la pieza central de una política de desarrollo sostenido. Para quienes, por el contrario, se oponen a cualquier impuesto bajo el argumento de que el Estado tiene poco qué hacer en la economía de un país, el concepto de bien público les puede ayudar a comprender el rol clave que el gasto público efectivo puede jugar para propiciar el desarrollo de largo plazo del país.

Según la teoría económica, la cantidad que un individuo usa de un bien o servicio de los llamados “bienes públicos” no afecta ni menoscaba la cantidad de dicho bien o servicio que, una vez producido, puede ser usada por cualquier otro individuo. Por ejemplo, en el caso de un poema, cualquier persona puede leerlo sin que ese acto impida a alguien más hacer lo mismo. Igual ocurre, digamos, con las frecuencias de radio que cualquiera puede escuchar sin que eso impida a cualquier otro radioescucha hacer lo mismo. En los libros de texto se definen los bienes públicos como aquellos para los cuales el que una persona adicional los consuma no significa ningún costo extra, y el ejemplo clásico que se presenta de un bien público es la Defensa Nacional.

Guatemala es uno de los 2 ó 3 países con los peores indicadores sociales del continente americano, pese a que su nivel de ingreso no es de los 2 ó 3 más bajos. Esta situación paradójica se explica, en gran medida, porque existe una enorme ausencia de bienes públicos esenciales, tales como educación, salud, infraestructura física, seguridad pública y cortes de justicia confiables. Esa escasez de dichos bienes se convierte en un obstáculo fundamental para que exista un adecuado clima de negocios que propicie el desarrollo económico. A nuestro país también le urge atraer inversión extranjera directa que le permita reducir la dependencia (y vulnerabilidad) que tiene respecto de las remesas familiares como fuente que permite cubrir el déficit comercial con el exterior. Sin embargo, la escasa oferta de bienes públicos es el factor clave que impide que dicha inversión se materialice.

De tal manera que es imprescindible que del debate fiscal surja un consenso de la sociedad guatemalteca en cuanto a la necesidad de aumentar la base impositiva, no como un fin en sí mismo, sino como el medio para corregir las sempiternas deficiencias de capital físico y humano a través de la adecuada provisión de los bienes públicos esenciales. El gasto estatal en dichos bienes debe estar claramente identificado en el presupuesto de la Nación, y debe asignársele una prioridad claramente superior a la de cualquier gasto que sea superfluo o que tenga solamente propósitos electoreros.

jueves, 14 de enero de 2010

Banco Central Bajo Ataque

La batalla que está librando el Presidente del Banco Central de Argentina contra la presidenta de su país es muy ilustrativo de lo peligros que corren las instituciones en nuestras frágiles democracias, así como de la poca importancia que dichas instituciones entraña para los políticos miopes (como la señora Kichner). Un verdadero estadista privilegia el respeto y el fortalecimiento de las instituciones como un fundamento del Estado, pues sabe que, en el largo plazo, su gestión como mandatario será juzgada por lo que haya hecho para construir dicho Estado y no por lo que haya logrado para captar votos baratos en las próximas elecciones. Les recuerdo que pueden consultar mis columnas anteriores (especialmente para aquellos que padezcan insomnio o que sean masoquistas) en el blog http://economistalugubre.blogspot.com/

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

BANCO CENTRAL BAJO ATAQUE
La presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, ha emprendido un ataque frontal contra el presidente del banco central argentino, Martín Redrado, debido a la negativa de éste último de trasladar parte de las reservas monetarias internacionales del banco al gobierno central para que las utilice en el pago de su deuda externa. En el conflicto que se ha generado, que incluye un intento de destituir al banquero central mediante decreto de la presidenta, existen muchas aristas que, como en toda confrontación política, se prestan a múltiples interpretaciones y opiniones; en este caso, sin embargo, la razón asiste –no me cabe duda- a Redrado, tanto desde un punto de vista puramente técnico, como desde la perspectiva de los más altos intereses del Estado.
La idea de utilizar las reservas monetarias que administra el banco central para pagar deuda externa, aunque intuitiva o superficialmente pueda parecer adecuada, es técnicamente muy compleja y, la mayoría de veces, inconveniente. En nuestros países, las reservas las acumula el banco central luego de comprarle al gobierno central las divisas que éste obtuvo mediante préstamos externos, dándole a cambio el equivalente en moneda nacional para que los gaste en inversión pública. Con el tiempo, el gobierno debe obtener los recursos en moneda local para adquirir del banco central las divisas con que ha de pagar su deuda externa. Pretender que el banco central le dé gratis esas divisas es, simplemente, un asalto al patrimonio nacional. Es como si un jefe de hogar se endeudara para comprar una casa, y luego decide vender esa casa (o partes de ella) para pagar las mensualidades del préstamo, dejando a fin de cuentas más pobre a la familia.
Pero más allá de las consideraciones técnicas, el irrespeto a las instituciones del Estado que entrañan actitudes como las de la señora Kirchner, es uno de los pecados más graves que los gobernantes latinoamericanos suelen cometer. Violentar las leyes, intentar la remoción de los jefes de las entidades autónomas que tienen un mandato y un plazo específicos, y ansiar la politización de las decisiones técnicas son todas actitudes que dañan el estado de derecho, que minan la institucionalidad pública y que debilitan, a fin de cuentas, al propio gobierno. Si bien es cierto que el propio Redrado tuvo al principio de su mandato una actitud ambigua en cuanto a la necesaria independencia que cualquier presidente de un banco central debe mostrar respecto del gobierno, hoy debe reconocerse la meritoria y digna actitud de resistencia que ha sabido mantener ante las ilegítimas pretensiones de la presidenta.Ahora la solución de este caso está en manos de las cortes argentinas y allí, como en nuestros propios sitios tropicales, cualquier cosa puede ocurrir. Hace unos días, callejeando por la ciudad de Nueva York con mis hijos, nos preguntábamos como esa metrópolis, tan abrumadora y aparentemente caótica podía ser, al mismo tiempo, tan funcional, admirable y, francamente, deliciosa. La respuesta la vimos inscrita en el frontispicio de la Corte Suprema del condado: “La administración cierta de la justicia es el principal pilar del buen gobierno”. Ojalá que en el caso del Banco Central de Argentina, como en cualquier otro lugar donde el Ejecutivo pretenda asaltar las instituciones autónomas del Estado, prevalezca ese pilar de buen gobierno.

OPINIÓN DE LECTORES

Juan José Micheo Fuentes 12-01-2010 09:33:16 horas
Es correcto lo indicado por el Lic. García Lara en relación con que es un asalto acceder a las reservas internacionales para pagar deuda pública externa, la única manera de hacerlo vía el Presupuesto Nacional, encontrando los recursos específicos necesarios para hacer dicha operación financiera. De acuerdo también en que violentando el Estado de Derecho vamos camino a dictaduras e imposiciones antidemocráticas. Qué bueno que nos ilumine con criterios técnicos bien interpretados y bien pensados.

marta altolaguirre 12-01-2010 16:36:08 horas
Excelente comentario. La tendencia de Presidentes electos a pasar encima de los límites que la ley les impone y a manejar el Estado como les viene en gana es una corriente dictatorial. Mis respetos a la jueza que resolvió en favor de la ley y los intereses nacionales aún cuando le implicó enfrentarse a la poderosa pareja en el poder. Ojalá aquí tengamos funcionarios judiciales con esa integridad y valentía.

Licenciado Mario Garcia Lara:

Lo felicito por su excelente artículo “Banco Central bajo ataque” publicado en Siglo 21 el Martes 12 de Enero. Yo se lo agradezco en nombre del pueblo de Guatemala.

Atentamente,
Arturo Villagrán
Subscriptor de Siglo 21Lector de su columna

domingo, 10 de enero de 2010

Lecciones para 2010

Con esto de ponerse uno reflexivo y sentimental con el Año Nuevo (pues no creo que haya sido la resaca de las fiestas ni la modorra del viaje de vuelta a casa), se me ocurrió centrar la primera columna del año en torno a las lecciones que debemos extraer de la crisis económica mundial de los dos años anteriores. No me refiero a las lecciones para los economistas, para los tecnócratas ni para los políticos sino, más ampliamente, a las lecciones para el ciudadano de a pie, de las cuales pueden existir muchas, ciertamente. Pero creí conveniente enfatizar en dos de ellas: que la riqueza no consiste en los títulos valores o cuentas bancarias que poseamos, sino en los bienes y servicios tangibles que podamos adquirir; y, que la humanidad siempre tendrá entre sus miembros a seres tramposos y malintencionados, por lo que es menester que las actividades económicas estén basadas sobre un conjunto de valores éticos aceptado y respetado por la mayoría (particularmente por los principales actores del mercado). No sé si es mucho pedir, pero creo que hay que hacer la lucha...

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

LECCIONES PARA 2010

A fines de 2009 la polvareda de la recesión mundial empezó a disiparse y se hizo evidente que el nuevo año experimentará una lenta y dolorosa recuperación económica mundial. Aunque parece que la economía internacional superó el riesgo de una grave depresión como la de los años 30 del siglo pasado, bien vale la pena extraer lecciones de los eventos que desencadenaron la crisis. El auto-engaño en que incurrieron los banqueros y los compradores de vivienda en los países desarrollados es una faceta central de la crisis, lo mismo que la otra cara de esa medalla: la incapacidad de los reguladores del mercado financiero para evitar que los excesos de aquéllos pusieran en riesgo la estabilidad del sistema. Si bien, como decía Hayek, el libre mercado es una máquina estupenda para procesar y transmitir información, no es extraño que a veces se presenten fallas en su funcionamiento.

Una prueba de esas fallas es, por ejemplo, que los precios al alza de las viviendas (el sector que desencadenó la crisis) debieron desincentivar su compra; en la práctica, los compradores de vivienda vieron en dicho aumento una señal de futuras ganancias y, como en una horda acicateada por la disponibilidad de créditos blandos, aumentaron la demanda y generaron una burbuja especulativa. Y los mercados también fallan cuando, por desidia o mala fe, la información no fluye y los vendedores (por ejemplo) saben más que los compradores acerca de las características del producto transado, lo que hace que su precio no refleje todos los costos (incluyendo los sociales) incorporados en su producción. Por ello la corriente principal del pensamiento económico actual se inclina por lograr un mejor equilibrio entre la libertad individual de emprender y la responsabilidad gubernamental de vigilar el desempeño del mercado.

Pero aparte de la discusión sobre las virtudes y defectos del libre mercado, existen dos lecciones de la crisis que merece la pena aprender para el nuevo año, y más allá. La primera es que la verdadera riqueza no yace en los productos financieros, sino en los bienes y servicios que deseamos consumir o en las cosas (fábricas, maquinaria, mano de obra calificada) que nos dan la posibilidad de producir más de tales bienes y servicios. Los activos financieros (depósitos bancarios, bonos, acciones) surgen del deseo de posponer el consumo, de manera que el dinero puede ser ahorrado por motivos precautorios o especulativos: los valores financieros no son riqueza, sino solamente títulos representativos de la misma.

La segunda es que algunas de las fallas del mercado que se revelaron en la crisis se produjeron por mala fe. La economía de mercado no puede funcionar adecuadamente si no está basada en un conjunto de valores ampliamente aceptado y éticamente fundamentado. La regulación estatal, aunque sea necesaria, no es la única solución. Se necesita que los líderes empresariales del mundo pongan el ejemplo de un comportamiento íntegro, que la formación de los gerentes incluya una cultura de buen gobierno corporativo (con comités de ética y de auditoría independientes), y que las empresas forjen vínculos con los demás actores de la sociedad. Y, sobre todo, que comprendamos que la riqueza de una nación se construye con perseverancia, esfuerzo y productividad, y no a través del dinero fácil proveniente de negocios riesgosos y moralmente cuestionables.

jueves, 7 de enero de 2010

Soberana Deuda

Antes de mis vacaciones de fin de año escribí esta columna que, debo admitir, me quedó con un tono bastante lúgubre, incluso para mis estándares. El asunto es que la mayoría de gobiernos se está endeudando para financiar sus políticas anti-recesivas, pero se está corriendo el riesgo de que tales deudas (llamadas "soberanas") alcancen niveles que pongan en riesgo su estatus de "libres de riesgo". Resulta preocupante, además, que nuestro propio gobierno esté aumentando aceleradamente la deuda pública. Para el nuevo año 2010 la evolución de las deudas soberanas será un tema a vigilar pues pueden producirse sorpresas desagradables. Ya veremos...

POLITICAS PUBLICAS

Soberana deuda

Ésta surge cuando un país emite bonos de deuda que luego “vende” en el mercado para obtener recursos financieros.

El gran factor detonante de la crisis económica mundial –que recién parece terminar- fue la deuda privada: el aumento exponencial del número de morosos que dejaron de pagar la hipoteca de sus casas y de consumidores que ya no pagaron sus tarjetas de crédito llevó al sistema financiero mundial al borde de de la bancarrota en 2008 y a un doloroso saneamiento en 2009. Si algo similar se produjera con la deuda pública (de los gobiernos o “soberana”) las consecuencias para la economía mundial, y su incipiente recuperación, serían catastróficas. De manera preocupante, muchos inversionistas y las propias empresas calificadoras de riesgo parecen empezar a temer que para algunos países será difícil pagar sus deudas.
La deuda soberana surge cuando un país emite bonos o cualquier título de reconocimiento de deuda que luego “vende” en el mercado para obtener recursos financieros que utilizará para sus programas y obras públicas. En teoría, la deuda soberana tiene menos riesgo de no ser pagada que la deuda privada, pues los gobiernos (también en teoría) pueden recurrir a aumentar los impuestos y obtener así recursos para pagar su deuda. En la práctica, sin embargo, el mundo ha visto numerosos episodios de moratoria (o cese de pagos) de deuda soberana, desde la deuda española del siglo XVII, pasando por la crisis mexicana de los años 80 y la moratoria argentina de 2002. Incluso Guatemala (uno de los países con mejor historial en el manejo de su deuda) sufrió durante más de 50 años con la carga la famosa Deuda Inglesa que sólo se resolvió hasta a mediados del siglo pasado.
Las agencias que a nivel mundial califican el riesgo de impago de las deudas soberanas han estado enviando señales de preocupación en las últimas semanas. Las calificaciones de nuestros vecinos (México y El Salvador) han sido degradadas porque su principal fuente de obtención de divisas (petróleo y remesas, respectivamente) podrían eventualmente resultar insuficientes para asegurar que el fisco pueda pagar sus deudas. Y no sólo en el Tercer Mundo está aumentando el riesgo de que los gobiernos caigan en mora; en Europa, Grecia y España han visto cómo en el último mes las calificadoras sonaron las alarmas respecto de la debilidad de sus finanzas públicas y el elevado monto de su deuda.
Para medir la capacidad de pago de un país, las calificadoras miden la deuda pública como porcentaje del PIB y de los ingresos fiscales, lo cual tiene todo el sentido del mundo, ya que en la medida en que la deuda de un país se aproxima al tamaño los ingresos que produce, más difícil le resultará pagar a sus acreedores, igual que cuando un individuo endeudado empieza a usar todo su salario para pagar sus deudas. Afortunadamente, Guatemala tiene aún un tamaño de deuda manejable (aproximadamente un 27% de su PIB); sin embargo, si tomamos en cuenta que hace muy pocos años ese porcentaje era de solamente 20%, empiezan también a verse señales de alerta que no hay que ignorar en un entorno mundial como el que se vislumbra para 2010. Al respecto, la agencia Moody’s recién publicó un reporte sobre deuda soberana que tituló “Abróchense los cinturones de seguridad: se acercan tiempos turbulentos”. Bonita manera de desear un feliz Año Nuevo.

ENERGÍA ELÉCTRICA: SE ACABARON LAS VACAS GORDAS

URGEN MEDIDAS PARA EVITAR UN DÉFICIT DE SUMINISTRO   Durante años, el sistema eléctrico nacional tuvo un superávit de oferta; es decir, su c...