jueves, 18 de junio de 2009

Importancia Económica de la Cultura

"Recostada en el Ande soberbio" y sobre una mina de oro está Guatemala. Su riqueza cultural es inmensa y representa un potencial de desarrollo económico y social que, hasta el día de hoy, ha sido desperdiciado y mal utilizado por los hijos de esta tierra. La semana pasada tuve el honor de conocer y conversar con Julio Solórzano Foppa (hijo de la desaparecida escritora Alaide Foppa) respecto de las industrias culturales y su relevancia para la economía de un país como el nuestro. Esta semana publiqué en Siglo XXI mis impresiones sobre esas charlas. Casualmente, hoy jueves dos columnistas (Méndez Vides en ElPeriódico y Tomás Rosada en Prensa Libre) se refieren al mismo tema. He aquí mi opinión.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

IMPORTANCIA ECONÓMICA DE LA CULTURA
Las actividades relacionadas con el arte y la cultura generan considerables montos de valor agregado para las economías y llegan a representar una proporción importante del valor de la producción nacional: 4.5% del PIB en España, 6.5% en Brasil y México, 6.8% en Estados Unidos y 8% en Gran Bretaña. Este aporte al producto incluye actividades como la editorial, la industria musical, las artes escénicas, el cine, la radio, la televisión, y las actividades socio-culturales y deportivas. No es de extrañar entonces que el valor agregado que generan las artes y la cultura en el estado de California sea mayor que el PIB de México y Centroamérica juntos.
Para el caso de Guatemala existe una estimación, elaborada por Ernesto Piedras hace un par de años, según la cual las industrias culturales generan en total 7.26% del PIB; además de haber registrado un impresionante crecimiento promedio de 7.3% anual entre 2001 y 2005. Según dicho estudio, la cultura tiene, además, una fuerte participación en el empleo, pues emplea al 7.1% de la población económicamente activa.
Estas cifras evidencian la enorme escala económica del arte y la cultura; sin embargo, existe una gran ignorancia de este hecho y, muchas veces, suele menospreciarse esta área del quehacer humano como si fuese algo exclusivamente lúdico y extraeconómico. Para aprovechar el gran potencial de la cultura como generadora de riqueza y bienestar es preciso cambiar paradigmas y actitudes sociales. Empezando con la actitud de muchos artistas que ven un falso conflicto ético entre producir “por amor al arte” y cobrar por vender los servicios que su arte brinda a los consumidores. También hay que cambiar la visión y actitud de las autoridades gubernamentales hacia el arte y la cultura, para que la vean no ya como una cenicienta de prioridad secundaria, sino que aprecien el gigantesco potencial que tal actividad reviste para el desarrollo integral del país.
Esta temática fue objeto de un interesante análisis durante el conversatorio denominado “Posibilidades para el desarrollo de una industria cultural en Guatemala” realizado el pasado viernes en el Teatro de Cámara, con la extraordinariamente lúcida participación de Julio Solórzano Foppa y de los artistas nacionales Mendel Samayoa, Carol Zardeto y Max Leiva, con la moderación de William Orbaugh. Allí se puso de manifiesto no solo la necesidad de visualizar al arte como una industria productiva, sino también la particular característica de dicha industria de ser un reflejo de la sociedad misma que le permite a ésta verse en su dimensión histórica, en su dimensión actual y en su visión de futuro. Esta cualidad de reflejar e influir en el desempeño social hace imperativa una alianza público-privada para impulsar el arte y la cultura, vista esta como un “ecosistema” de creatividad e innovación capaz de trascender sus valores intrínsecos e influir en asuntos tales como el tejido social, la innovación económica, el turismo y la calidad de vida de los ciudadanos.El renacer artístico y cultural que vive nuestra sociedad desde la firma de la paz debe ser aprovechado. Un primer paso debería ser la cuantificación sistemática de su aporte económico, a través de un esfuerzo conjunto entre el Ministerio de Cultura y el Banco de Guatemala con base en el nuevo sistema de cuentas nacionales.

jueves, 11 de junio de 2009

Crisis y Cooperación Internacional

La cooperación interancional, que mueve miles de millones de dólares anualmente, es una ensalada de entidades donantes y recipiendarias cuyos ingredientes van desde las más sacrosantas y bienintencionadas instituciones, hasta los más mafiosos y perversos intereses. Esta semana comparto con ustedes algunas reflexiones sobre este asunto, haciendo hincapié en que la cooperación externa, como todo en la vida, tiene sus matices buenos y sus matices malos pero que, en todo caso, nuestra aspiración como país, debería ser que, algún día, no necesitásemos más de dicha cooperación. Ahí les va...

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

CRISIS Y COOPERACIÓN INTERNACIONAL
La ayuda internacional hacia los países del tercer mundo ha crecido y se ha sofisticado sustancialmente en los últimos años. Millardos de dólares fluyen anualmente desde y hacia entidades estatales y organizaciones no gubernamentales para financiar gastos de ayuda humanitaria, infraestructura, atención de emergencias por desastres naturales o bélicos, y asistencia técnica. Muchas ONGs promueven diversos temas económicos, religiosos, políticos, o ambientales que son importantes para su membresía. Aunque formalmente las fuentes de la cooperación internacional pueden separarse en públicas (gobiernos) y privadas (entidades benéficas), en la práctica esta distinción es difícil de establecer pues muchas de las entidades privadas (como Médicos Sin Fronteras u Oxfam, por ejemplo) se financian en gran parte con fondos gubernamentales.
Debe haber en el mundo más de cincuenta mil ONGs dedicadas, al menos en principio, al combate a la pobreza, la mayoría de ellas pequeñas organizaciones ubicadas en los países recipiendarios, lo que indicaría también la conveniencia de dividirlas, según su especialización, en entidades donantes y entidades distribuidoras pero también, en la práctica, es difícil hacer esta distinción. Como sea, la crisis económica mundial está planteando una amenaza para la actividad de estas entidades, en la medida en que los donantes (que al fin de cuentas son los ciudadanos de los países industrializados) varían dramáticamente sus prioridades de gasto, implicando una contracción de los recursos disponibles para ayuda internacional, que ya venía desacelerándose antes de la crisis. Según datos de la OCDE, la meta establecida en 1970 para los países ricos de dar un 0.7% de su PIB en ayuda internacional seguirá sin cumplirse durante muchos años; solamente Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Noruega y Suecia han alcanzado esa cifra, mientras que la contribución promedio de la OCDE no supera el 0.45% del PIB.
Aunque la cooperación internacional, cuando es bien focalizada y efectivamente utilizada, puede ser de gran ayuda a los países y grupos más necesitados, no ha estado nunca exenta de críticas razonables. La rendición de cuentas, por ejemplo, no es precisamente una característica distintiva de las ONGs; también se critica su vulnerabilidad ante la corrupción imperante tanto en entidades públicas como en instituciones privadas de los países beneficiarios de la ayuda, haciéndola inefectiva. Muchas veces, la ayuda proporcionada resulta inadecuada, en parte debido a la insuficiencia de recursos y en parte a la pobre planeación y ejecución de los programas en los países recipiendarios. Más de fondo es la crítica a los donantes respecto a que, antes que la caridad, podría ser más beneficioso que abrieran sus mercados y removieran sus subsidios agrícolas para permitir a los países en desarrollo crecer y desarrollarse.Aunque para los países de ingresos medios, como Guatemala, la ayuda internacional no es cuestión de vida o muerte, sí puede ser un apoyo importante para el fortalecimiento institucional y comunitario, pero tal apoyo debe orientarse a los propósitos que nosotros mismos decidamos alcanzar. Uno de ellos debería ser mejorar la eficiencia y calidad de nuestros gobiernos para que, si estos hacen su trabajo apropiadamente, tengamos menos necesidad de la cooperación internacional.

Opinión del lector

javier villasenor - guatemala
Senor Garcia: he estado cerca de personas que se dedican a conseguir estos recursos en el extranjero. Son politicos grado 6 (aquellos que no la hicieron del 1 al 5) Su articulo es muy bueno pero informativo solamente. Me hubiera gustado encontrar mas investigacion local, analisis y criterio personal sobre el tema... hay tela de donde cortar! Saludos

jueves, 4 de junio de 2009

LA SALUD AFECTA A LA PRODUCTIVIDAD

Existe consenso en cuanto al rol fundamental que la educaión puede jugar para promover el desarrollo económico. Ese consenso, por desgracia, no es tan completo cuando se trata de la salud. Esto se debe, en parte, a que no existe una conciencia clara de los costos económicos que la falta de salud ocasiona en todos los sectores productivos. En la columna de esta semana hago un resumen de lo que, para mí, son los principales hallazgos de un foro sobre el tema que se realizó en noviembre del año pasado y que generó la publicación de un boletín informativo que fue presentado a los medios hace algunos días...

§ POLÍTICAS PÚBLICAS

LA SALUD AFECTA A LA PRODUCTIVIDAD
Cada año se pierden en Guatemala más de 6 millones de días laborales por razones de enfermedad, lo que acarrea importantes costos para las empresas y para la sociedad. Lo anterior, según algunos estudios, ocasiona pérdidas equivalentes a un 7.8% del PIB, o aproximadamente US$5,668 millones, cifra 11 veces superior al presupuesto del Ministerio de Salud y 3.5 veces al gasto nacional (total) de salud. Algunos estimaciones indican que, por esa misma razón, las empresas dejan de percibir márgenes de utilidad (ganancias, intereses, regalías y rentas diversas) por US$3.4 mil millones cada año.
Lo anterior pone en evidencia que la mala salud de la población no sólo afecta el desempeño económico nacional, sino y que puede influir directamente en la productividad de las empresas, razón por la cual la inversión en salud debe ser un aspecto de interés común y de responsabilidad compartida entre los gobiernos y la empresa. Estos aspectos que se ponen de manifiesto en el boletín sobre la salud y la enfermedad de la población, publicado por el Proyecto Diálogo de la USAID, la Asociación de Gerentes de Recursos Humanos de Guatemala y la Fundación Guatemala 2020, cuyo contenido tuve el honor de presentar ante los medios de comunicación la semana anterior.
Uno de los aspectos que se enfatizó durante ese evento fue la relación recíproca que existe entre el nivel de ingreso nacional y la situación de salud-enfermedad pues, por una parte, cuanto mayor sea el nivel de ingresos, habrá mejor nutrición, más acceso a agua potable y a mejores servicios de salud; por la otra, cuanto más alto sea el nivel de salud de la población, podrá haber mejores niveles de ingreso. La salud tiene un efecto directo sobre la productividad de los trabajadores y de las empresas, pues con trabajadores más sanos se reducen los costos de las empresas. La salud contribuye a aumentar la esperanza de vida y, con ella, la cantidad de personas en edad de trabajar, lo que implica un “dividendo demográfico” que ha permitido a otros países incrementar la tasa de crecimiento potencial de su economía.
El sistema de salud en Guatemala, sin embargo, continúa siendo absolutamente disfuncional e ineficiente, Las empresas realizan gastos múltiples para el mismo propósito: pagan primas de seguros privados, financian a través de los impuestos el sistema de salud pública, pagan sus cuotas patronales al IGSS, hacen donaciones filantrópicas para temas específicos de salud y muchas contratan directamente servicios médicos para prestar en la sede de las empresas. El resultado es que existe una evidente duplicidad o triplicidad de cargas para financiar el gasto que la sociedad hace en materia de salud.Los ineludibles cambios que deben implementarse en el sistema nacional de salud implican la necesidad de un gran acuerdo nacional que identifique el modelo de atención y la política de estado que, como sociedad, estamos dispuestos a financiar e implementar. Esto, evidentemente, es un esfuerzo de largo plazo pero, para empezar, podría darse el paso esencial de obligar a las múltiples entidades que conforman el sector a coordinarse y a diseñar una política de estado en materia de salud, tal como está previsto en el proyecto de Ley Marco del Sistema Nacional de Salud que ya cuenta con dictamen favorable en el Congreso de la República.

Opinión del lector

Werner Aldana - Guatemala
Me parece bastante interesante tu artículo, muy pocas personas se ponen a pensar lo que el país pierde en ese sentido, y lo que afecta en la productividad tener a personas con poco rendimiento por problemas de salud o desnutrición.

ENERGÍA ELÉCTRICA: SE ACABARON LAS VACAS GORDAS

URGEN MEDIDAS PARA EVITAR UN DÉFICIT DE SUMINISTRO   Durante años, el sistema eléctrico nacional tuvo un superávit de oferta; es decir, su c...