Con esta columna me despedí como columnista de Siglo.21. Agradezco a los lectores que me favorecieron
con su atención durante estos ocho años
En junio de 2007, atendiendo la amable invitación de
Siglo 21, empecé a escribir esta columna semanal. Hoy, con mucho sentimiento,
debo despedirme de los lectores que durante ocho años me han honrado con su
seguimiento. He tomado la decisión de participar como candidato a la
vicepresidencia de la República en el próximo evento electoral, aceptando la
invitación que me hiciera don Lizardo Sosa para ser su compañero de fórmula.
Esta decisión de incursionar en la política partidista
no ha sido sencilla, pues implica renunciar a muchas cosas que componen mi vida
cotidiana, tan queridas para mí como mis columnas de prensa, los fines de
semana con mis hijos, mis trabajos de consultoría, o mi función de promotor de
políticas públicas. Pero habiendo ponderado los riesgos y las posibilidades de
emprender esta aventura, encuentro que existen varias razones de peso que me
persuaden a emprenderla con ilusión.
El Estado guatemalteco está sumido en una profunda
crisis que, en gran medida, es una crisis de valores. El sistema político ha
naufragado en un mar de corrupción, dejando tras de sí una estela de frustración
y un tufo de pesimismo en el sentir de la ciudadanía. En ese entorno es
necesario que cada guatemalteco reflexione sobre el rol que le corresponde
jugar para rescatar el quehacer público, orientándolo a la búsqueda del bien
común.
La violencia, el hambre, la pobreza, el narcotráfico,
el abuso y la corrupción son males presentes a los que nos hemos acostumbrado.
La búsqueda de transformación de esas realidades es lo que está moviendo las
manifestaciones espontáneas de indignación en las calles de las principales
ciudades del país. Esa búsqueda es, pues, un llamado a la acción, un grito para
abandonar la pasividad y la búsqueda egoísta de la comodidad personal.
Ha sido precisamente la búsqueda egoísta del bienestar
material, instalado en el quehacer político, lo que ha provocado que personas
sin vocación política se inserten en el servicio público, de modo que éste se
ha pervertido por esa búsqueda maligna de la satisfacción de intereses
particulares. Ante este panorama, no es correcto abstenerse de participar en la
transformación de la política y mucho menos mantenerse pasivo.
Estoy consciente de que meterse en política –en esta
política tercermundista que nos repele y agobia- entraña muchos riesgos. Pero
también sé que el ser humano, el guatemalteco promedio, es un ser que aspira al
bien, que busca el bien; por ello es válido volver a aspirar a los grandes
ideales, como el de buscar el bien común a través del servicio público. El
hombre sólo alcanza su plenitud y su libertad en la responsabilidad con el
otro, en el servicio constante y sistemático hacia el otro. Si alguna ambición
deben tener los políticos, esa es la de servir con celo y pasión a su sociedad.
Lo mismo para los funcionarios públicos, burócratas, jueces, grupos de interés
y todos los que tienen incidencia en la cosa pública. Tal es lo que diferencia
a los hombres de Estado de los vividores de la política.
Y esta es otra de las razones de mi decisión: Lizardo
Sosa es un hombre de Estado, a quien conozco desde hace muchos años y de quien
estoy convencido que, dadas su integridad, conocimientos y capacidad, puede ser
no sólo un candidato capaz de elevar el nivel de propuesta y debate en la
contienda electoral, sino que también, con el favor de los electores, un
excelente presidente de la República.
Participar en política es, además, un deber cristiano.
El Papa Francisco ha dicho que es una obligación del cristiano involucrarse en
la política, aunque sea "demasiado sucia", porque al estar en ese
ámbito se puede trabajar por el bien común. Para el Papa, "el futuro exige
hoy la tarea de rehabilitar la política (…) que es una de las formas más altas
de la caridad". Los políticos pueden realizar aportaciones decisivas a la
reforma del Estado si son capaces de traducir en políticas públicas la doctrina
y la experiencia del cristianismo.
Quiero agradecer a Siglo 21 por haber acogido mis columnas, cada semana,
durante estos ocho años. Agradezco a los lectores que me favorecieron con su
atención y comentarios. Espero que cuando esta aventura que hoy emprendo llegue
a su fin, podamos volver a encontrarnos en estas páginas y pueda presentarme
ante ustedes con las tareas hechas.