Identificadas las debilidades, corresponde al país –y particularmente al gobierno entrante- combatirlas y encontrar las rutas para revertirlas.
En las horas finales de
2019 aprovecho para compartir un resumen de las nueve principales debilidades
de nuestra economía, en seguimiento al análisis FODA (es decir, de fortalezas, oportunidades,
debilidades y amenazas) que realizamos junto con algunos colegas, utilizando
como base los reportes más recientes de las calificadoras de riesgo-país y de
los organismos multilaterales que dan constante seguimiento a las condiciones
económicas y de inversión en Guatemala.
(1) Los
bajos niveles de desarrollo humano, que se reflejan en indicadores muy
desfavorables en comparación con otros países de similar nivel de ingresos,
especialmente en las áreas de desnutrición infantil, población en situación de
pobreza, tasas de escolaridad y acceso a servicios básicos de saneamiento. (2)
El lento ritmo de crecimiento de la producción nacional que ha significado que,
en las últimas dos décadas, el crecimiento del PIB per cápita guatemalteco sea
el segundo más lento en Latinoamérica -solo por delante de la devastada
Venezuela-. (3) La irrisoriamente baja inversión privada y pública
–especialmente en infraestructura-.
(4) La notoria
debilidad de las instituciones estatales que impide la provisión de los
servicios públicos básicos –seguridad, justicia, salud y educación primarias,
infraestructura-. (5) Un sistema político en continua tensión, que genera
incertidumbre e impide que se logren acuerdos respecto de las políticas
públicas de largo plazo. (6) La endeblez del Estado de Derecho, que perjudica
el clima de negocios. (7) La persistente corrupción en la cosa pública que
resta eficacia al gobierno e impone costos a la actividad económica. (8) Las
percepciones de desigualdad y exclusión, que dañan el tejido social y enrarecen
el clima de negocios. Y, (9) Los ingresos tributarios persistentemente bajos,
que impiden el Estado movilizar recursos para la inversión social y física.
Identificadas las
debilidades, corresponde al país –y particularmente al gobierno entrante-
combatirlas y encontrar las rutas para revertirlas. En general, el escaso ritmo
de crecimiento económico, la baja inversión y la incidencia de la pobreza están
vinculadas a una muy baja productividad (es decir, la poca capacidad de producir
por cada factor utilizado -trabajador, capital, tierra, tecnología- durante un
periodo determinado) y esta, a su vez, está ligada a la incapacidad del Estado
de proveer los bienes públicos esenciales debido a su debilidad institucional.