lunes, 17 de diciembre de 2018

Por Qué se Depreció el Quetzal en 2018

El valor del dólar no es solamente una decisión de las autoridades del banco central, sino el resultado de una confluencia de factores que determinan su cotización en el mercado de divisas

Después un lustro en el que el tipo de cambio (quetzales por dólar) se redujo, en promedio, un 1.5 por ciento cada año, en lo que va de 2019 ha aumentado un 5.3 por ciento. Esta depreciación de nuestra moneda, aunque modesta cuando se compara con las que son habituales en otros países con regímenes cambiarios similares al nuestro (como Colombia, Perú o México), resulta contrastante y significativa respecto de la tendencia a la apreciación que el quetzal ha registrado durante varios años.

En un sistema cambiario como el nuestro (que es un régimen de tipo de cambio flexible, pero administrado mediante intervenciones del banco central comprando o vendiendo dólares), el valor del dólar no es una decisión de las autoridades del banco central, sino el resultado de una confluencia de factores que determinan su cotización en el mercado de divisas. Cuatro son los factores que determinaron el aumento del tipo de cambio en 2018.

El primero es la enorme expansión del déficit comercial de Guatemala con el resto del mundo. Hasta septiembre, el valor de las exportaciones era menor respecto del registrado el año anterior, mientras que las importaciones estaban creciendo fuertemente; como resultado, el déficit comercial del país (la diferencia entre lo que exportamos y lo que importamos) ha crecido en más de 27 por ciento sobre el del año previo. Esto implica que el intercambio comercial del país ha demandado unos US$1.5 millardos más que en 2017.

El segundo factor es la (leve) desaceleración que registra el ingreso de remesas familiares al país: mientras que a octubre del año pasado este flujo crecía a una tasa de más del 16 por ciento anual, este año lo hacía a un 12.5 por ciento. Esto, combinado con el comentado déficit comercial, redujo sustancialmente el excedente de dólares que inundó el mercado el año pasado. El tercer factor es la reducción en la diferencia entre las tasas de interés domésticas y las internacionales. El año pasado dicho diferencial superaba los 3 puntos porcentuales, mientras que en 2019 no llega ni al medio punto porcentual, lo cual quiere decir que es cada vez menos atractivo mantener inversiones financieras en el país, ante los mejores rendimientos en el extranjero.

El cuarto (y, quizá, más importante) factor que hizo que el tipo de cambio aumentara es la continua intervención del Banco de Guatemala comprando divisas en el mercado. Estas compras eran normales en años previos cuando la tendencia del tipo de cambio era hacia la baja y el banco central buscaba moderar esa tendencia. En cambio, este año esas compras se hicieron incluso cuando el tipo de cambio iba subiendo, lo cual contribuyó a acelerar la depreciación cambiaria. En la medida en que estos cuatro factores (aumento del déficit comercial, desaceleración de las remeses familiares, menores diferenciales de tasas de interés y continuas intervenciones del banco central) prosigan en lo meses subsiguientes, no es nada descartable que el quetzal vuelva a registrar una moderada depreciación en 2019.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Por Qué Triunfan las Naciones

No existen soluciones mágicas para salir del subdesarrollo. Las naciones que han tenido éxito en las últimas décadas han sido perseverantes en privilegiar el crecimiento económico a través de una agenda coherente de políticas públicas que aumentan la productividad

Hace poco más de un lustro dos economistas del MIT y de Harvard escribieron un exitoso libro (Por Qué Fracasan las Naciones) que mostraba cómo los países que carecen de instituciones económicas incluyentes –que resguarden los derechos de propiedad, creen igualdad de oportunidades y fomenten la inversión en nuevas tecnologías- son aquellos que fracasan en sus intentos de aumentar el crecimiento económico y lograr el bienestar para sus habitantes.

Sabemos que la carencia de instituciones conduce al fracaso de las naciones; pero, ¿cómo hace para triunfar los países exitosos? Un reciente reporte (Otuperformers: High-growth emerging economies and the companies that propel them)del McKinsey Global Institute identifica los factores comunes que caracterizan a los países que han logrado mayores crecimientos de su ingreso per cápita en los últimos años. Siete economías (China, Hong Kong, Indonesia, Malasia, Singapur, Corea del Sur y Tailandia) han registrado tasas de crecimiento del PIB por habitante mayores al 3.5 por ciento anual durante 50 años, mientras que otras 11 (entre las que se incluyen Azerbaiyán, Bielorrusia, Camboya y Vietnam) lo han logrado durante 20 años, sacando así de la pobreza a cientos de millones de sus habitantes. En contraste, el crecimiento del PIB por habitante de Guatemala ha crecido en menos de 1 por ciento anual en promedio durante la última década.

Es posible establecer un patrón en el comportamiento de esas naciones exitosas: ha existido en todas ellas un consenso respecto a la prioridad de fomentar el crecimiento económico y de alinear la agenda pública en torno al objetivo de elevar la productividad (producir más, con menos recursos), centrándose para ello en tres aspectos que se refuerzan mutuamente: productividad (para permitir mejores decisiones en la asignación de los recursos), ingresos (para que esa inversión productiva retorne a la gente que la creó), y demanda (para reinvertir ese ingreso en nueva productividad).

La mejora en la productividad requiere inversión en infraestructura, en tecnología y en talento humano, así como promover la competencia y la eficiencia de los mercados. Trasformar la productividad en un mayor ingreso de las personas requiere flexibilidad de los mercados (incluyendo el laboral) y paz social. Y aumentar la demanda requiere de políticas macroeconómicas (fiscal y monetaria) ágiles y adaptables, mercados financieros sanos y apertura al exterior. Y todo ello con base en un estado institucionalmente eficiente. Tal es la receta de los países que han triunfado.

La lección para Guatemala es que no existen soluciones mágicas para salir del subdesarrollo. Lo que se necesita es un liderazgo (político, empresarial, social y sindical) capaz no solo de construir un consenso alrededor del objetivo de aumentar el crecimiento y la productividad, sino también capaz de guiar y aplicar con perseverancia una agenda integral de políticas públicas que conduzca a ese fin.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Riesgos Para la Economía

Los desafíos del entrono para la economía guatemalteca son muchos y muy complejos. Lo interesante es que, para el corto plazo, existen espacios para tomar medidas que aceleren el crecimiento económico en 2019

Un equipo técnico del Fondo Monetario Internacional -FMI- visitó hace pocos días nuestro país para evaluar el despeño de la economía. Este año, el personal del FMI encontró que, pese a la solidez del marco macroeconómico de Guatemala (merced a sus políticas fiscal y monetaria ortodoxas), el crecimiento de la producción en 2018 apenas registrará una tasa anual de 3 por ciento debido a la pérdida de dinamismo sufrida por algunos importantes rubros de exportación, a la escasísima inversión en infraestructura y al desplome de la actividad minera. Y la cosa a penas si mejorará en un 2019 sujeto a las tensiones del sistema político y a los desafíos del entorno económico mundial.

La declaración oficial de los técnicos del FMI destaca la presencia de riesgos importantes para la economía nacional, tanto en el frente internacional como a nivel doméstico. En el frente externo, la escalada de la guerra comercial iniciada por los Estados Unidos contra sus principales proveedores (particularmente China) pueden afectar el comercio mundial y, con él, nuestro desempeño exportador; y, simultáneamente, las políticas antimigratorias del gobierno estadounidense pueden mermar los flujos de remesas familiares sobre los que descansa gran parte del consumo de los hogares guatemaltecos. Por su parte, en el frente doméstico destacan los riesgos de un año electoral que se anuncia políticamente fragmentado y lleno de incertidumbres.

En ese escenario, el principal desafío a mediano plazo para Guatemala continúa siendo el de colocar al desarrollo económico y a la reducción de la pobreza como las prioridades de la política pública, a través de acelerar el crecimiento de la producción, aumentar la productividad sistémica y mejorar la cohesión social. Para ello, el FMI vuelve a insistir en la necesidad de reformar las instituciones del Estado y mejorar el enfoque, cantidad y calidad de los servicios públicos de salud, educación e infraestructura vial y sanitaria, lo cual pasa por una reforma fiscal integral que logre mejorar la ejecución y provisión de tales servicios públicos esenciales. Pero eso -el propio FMI lo reconoce- será para el mediano plazo.

Lo interesante es que para el corto plazo el equipo técnico del Fondo reconoce que existe espacio para tomar medidas que aceleren el crecimiento económico en 2019. Por el lado fiscal, la expansión del gasto (incluyendo infraestructura) prevista en el presupuesto del Estado recientemente aprobado es visto como una oportunidad para la recuperación económica (lo que convierte a Guatemala en un caso excepcional pues el FMI suele, al contrario, recetar austeridad a los gobiernos).

Y por el lado monetario también sorprende que la opinión de los técnicos fondomonetaristas sea que la baja inflación esperada proporciona un espacio para la “acomodación monetaria”, es decir, un relajamiento de dicha política. De manera que, aunque los riesgos internos y externos están allí presentes, las autoridades fiscales y monetarias del país tienen en sus manos la posibilidad de tomar medidas prontas que ayuden a revertir la desaceleración económica que estamos viviendo.

ENERGÍA ELÉCTRICA: SE ACABARON LAS VACAS GORDAS

URGEN MEDIDAS PARA EVITAR UN DÉFICIT DE SUMINISTRO   Durante años, el sistema eléctrico nacional tuvo un superávit de oferta; es decir, su c...