El fortalecimiento de la democracia es compatible con la búsqueda del desarrollo económico y social
La democracia en Guatemala tiene una historia corta y una
institucionalidad débil, lo que la hace vulnerable a la perenne amenaza del
autoritarismo que se encuentra presente, aunque agazapado, en la psiquis del
país. Una diversidad de factores de la actualidad hacen que la democracia esté
experimentando una crisis de credibilidad entre la ciudadanía: el crecimiento
económico ha sido muy lento durante el periodo democrático; la corrupción se ha
enseñoreado y devenido en el motor central del sistema electoral; la
delincuencia y la violencia son ya parte del paisaje nacional; el Congreso de
la República se paraliza durante un semestre sin ninguna consecuencia…
No es de extrañar que el porcentaje de apoyo a la
democracia en Guatemala sea uno de los más bajos de América, según los estudios
de “Cultura política de la democracia” que se han realizado en el país durante
veinte años. El más reciente de estos estudios, publicado este año, apenas
refleja mejoras en el apoyo a la democracia y señala algunos retrocesos: las
instituciones que generan menos confianza son el Congreso de la República, los
partidos políticos y la Policía Nacional, mientras que la corrupción es percibida
como un mal que pone en peligro la democracia y debilita el Estado de Derecho.
Para quienes albergan dudas sobre la democracia vale
la pena señalar que diversos estudios demuestran que existe alrededor del mundo
una alta correlación entre la democracia y el desarrollo económico. Dicha
correlación no implica causalidad, es decir, no está claro si la democracia
conduce al desarrollo o si lo opuesto es lo correcto; o, incluso, si son otros
los factores que explican el hecho de que los países más prósperos suelen ser
también los más democráticos. (Un estudio del economista Robert Barro, sobre
cien países entre 1960 y 1990 encontró que la prosperidad tiende a ser
promovida por las prácticas democráticas).
Si bien es cierto que el autoritarismo puede, en
algunos casos, ser exitoso en acelerar temporalmente el crecimiento en
sociedades relativamente homogéneas y bien controladas (como el caso de China),
también lo es que diversos estudios han demostrado que en el caso de sociedades
de gran diversidad étnica y social (como en el caso de India, que podría asemejarse
al de Guatemala) sólo la democracia es compatible con el desarrollo sostenido,
puesto que los líderes autocráticos en tales sociedades no suelen lograr una
base de apoyo amplia y se ven tentados a vaciar las arcas públicas.
El fortalecimiento de la democracia es, pues,
compatible con la búsqueda del desarrollo económico y social. Dicho
fortalecimiento pasa, sobre todo, por construir y fortalecer las instituciones
que configuran un sistema democrático, tanto en el área de seguridad y
justicia, como en el campo republicano de los pesos y contrapesos, y en el área
del sistema electoral propiamente dicho.
Las prioridades para fortalecer las instituciones
democráticas deben incluir, en lo que respecta a la seguridad y la justicia, esfuerzos
concretos para reestructurar la Policía Nacional Civil y las cortes de justicia
mediante reformas profundas que, como en otros países, podrían complementarse
con la sistematización de ciertas intervenciones específicas en materia de
seguridad, orientadas a atender especialmente las áreas marginales (con
alumbrado público, acceso a las escuelas, actividades culturales y capacitación
técnica a los jóvenes).
En cuanto a los pesos y contrapesos que conforman el
sistema republicano de gobierno –consagrado en la Constitución-, es menester
que el Congreso recupere urgentemente su rol como Poder Legislativo, para lo
cual debe considerar reformar su ley de régimen interior de manera que no tenga
que estar pidiéndole permiso a la Corte de Constitucionalidad para que ésta le
explique cuáles son sus funciones fundamentales.
Y en cuanto al sistema electoral, las instituciones clave que deben
fortalecerse son, fundamentalmente, los partidos políticos (para que en
realidad sean canales de participación ciudadana y aseguren su
representatividad) y el Tribunal Supremo Electoral (para que en realidad ejerza
la autoridad máxima del sistema). Si estas reformas no avanzan el país le
continuará abriendo la puerta a un autoritarismo que en nada contribuirá al
esquivo progreso económico y social.
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