sábado, 8 de junio de 2013

Las Instituciones Democráticas

El fortalecimiento de la democracia es compatible con la búsqueda del desarrollo económico y social
La democracia en Guatemala tiene una historia corta y una institucionalidad débil, lo que la hace vulnerable a la perenne amenaza del autoritarismo que se encuentra presente, aunque agazapado, en la psiquis del país. Una diversidad de factores de la actualidad hacen que la democracia esté experimentando una crisis de credibilidad entre la ciudadanía: el crecimiento económico ha sido muy lento durante el periodo democrático; la corrupción se ha enseñoreado y devenido en el motor central del sistema electoral; la delincuencia y la violencia son ya parte del paisaje nacional; el Congreso de la República se paraliza durante un semestre sin ninguna consecuencia…
No es de extrañar que el porcentaje de apoyo a la democracia en Guatemala sea uno de los más bajos de América, según los estudios de “Cultura política de la democracia” que se han realizado en el país durante veinte años. El más reciente de estos estudios, publicado este año, apenas refleja mejoras en el apoyo a la democracia y señala algunos retrocesos: las instituciones que generan menos confianza son el Congreso de la República, los partidos políticos y la Policía Nacional, mientras que la corrupción es percibida como un mal que pone en peligro la democracia y debilita el Estado de Derecho.
Para quienes albergan dudas sobre la democracia vale la pena señalar que diversos estudios demuestran que existe alrededor del mundo una alta correlación entre la democracia y el desarrollo económico. Dicha correlación no implica causalidad, es decir, no está claro si la democracia conduce al desarrollo o si lo opuesto es lo correcto; o, incluso, si son otros los factores que explican el hecho de que los países más prósperos suelen ser también los más democráticos. (Un estudio del economista Robert Barro, sobre cien países entre 1960 y 1990 encontró que la prosperidad tiende a ser promovida por las prácticas democráticas).
Si bien es cierto que el autoritarismo puede, en algunos casos, ser exitoso en acelerar temporalmente el crecimiento en sociedades relativamente homogéneas y bien controladas (como el caso de China), también lo es que diversos estudios han demostrado que en el caso de sociedades de gran diversidad étnica y social (como en el caso de India, que podría asemejarse al de Guatemala) sólo la democracia es compatible con el desarrollo sostenido, puesto que los líderes autocráticos en tales sociedades no suelen lograr una base de apoyo amplia y se ven tentados a vaciar las arcas públicas.
El fortalecimiento de la democracia es, pues, compatible con la búsqueda del desarrollo económico y social. Dicho fortalecimiento pasa, sobre todo, por construir y fortalecer las instituciones que configuran un sistema democrático, tanto en el área de seguridad y justicia, como en el campo republicano de los pesos y contrapesos, y en el área del sistema electoral propiamente dicho.
Las prioridades para fortalecer las instituciones democráticas deben incluir, en lo que respecta a la seguridad y la justicia, esfuerzos concretos para reestructurar la Policía Nacional Civil y las cortes de justicia mediante reformas profundas que, como en otros países, podrían complementarse con la sistematización de ciertas intervenciones específicas en materia de seguridad, orientadas a atender especialmente las áreas marginales (con alumbrado público, acceso a las escuelas, actividades culturales y capacitación técnica a los jóvenes).
En cuanto a los pesos y contrapesos que conforman el sistema republicano de gobierno –consagrado en la Constitución-, es menester que el Congreso recupere urgentemente su rol como Poder Legislativo, para lo cual debe considerar reformar su ley de régimen interior de manera que no tenga que estar pidiéndole permiso a la Corte de Constitucionalidad para que ésta le explique cuáles son sus funciones fundamentales.
Y en cuanto al sistema electoral, las instituciones clave que deben fortalecerse son, fundamentalmente, los partidos políticos (para que en realidad sean canales de participación ciudadana y aseguren su representatividad) y el Tribunal Supremo Electoral (para que en realidad ejerza la autoridad máxima del sistema). Si estas reformas no avanzan el país le continuará abriendo la puerta a un autoritarismo que en nada contribuirá al esquivo progreso económico y social.

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