GUERNICA: 75 AÑOS
Hace 75 años la Legión Cóndor de la fuerza aérea Nazi
arrasó la ciudad de Guernica –a 20km de Bilbao-, en lo que fue el primer
bombardeo aéreo de la historia contra un objetivo civil. Francisco Franco, el
líder de los golpistas que iniciaron la Guerra Civil española, quería un
castigo ejemplar para la resistencia vasca y permitió a la aviación de Hitler
hacer pruebas sobre la ciudad desprotegida, como parte de su “cruzada” contra
comunistas, masones, separatistas, ateos y otros variados enemigos en la que el
fin justificaba los medios.
El general nazi Erich Ludernoff sostenía que en la
guerra moderna nadie era inmune al fuego: los civiles debía ser considerados y
tratados como combatientes, de manera que el terror infligido a Guernica fue
parte de una estrategia militar. La ciudad era históricamente simbólica para el
pueblo vasco, por lo que los bombardeos debían enviar un claro mensaje del
poderío militar de los golpistas (nacionalistas) a los gobiernistas
(republicanos).
El 26 de abril era día de mercado; el centro de Guernica
estaba repleto. Las primeras bombas cayeron a las 4:30 de la tarde sobre la
plaza principal. Aparte de los objetivos militares (que incluían el puente de
acceso a la ciudad), los golpistas decidieron bombardear repetidamente los
sitios de reunión de la población civil. Murieron 1,654 civiles y otros 889
quedaron heridos. El mundo se horrorizó mientras Franco negaba que el ataque
hubiera ocurrido y le achacaba la destrucción de Guernica a los propios vascos.
El bombardeo tuvo muchas y graves consecuencias. El
terror fue efectivo: le metió miedo a los líderes de las democracias
occidentales que abandonaron a su suerte al gobierno legítimo de la República y
otorgaron concesiones a Hitler que, años después, lamentarían en carne propia.
El gobierno republicano, al verse solo, se precipitó a los brazos de Stalin,
con lo que el conflicto civil español degeneró en una guerra de extremistas.
Los enemigos de la joven República española no eran
solamente los nacionalistas de Franco. El régimen fue minado desde adentro por algunos
izquierdistas que luego se proclamarían sus defensores: una fallida revolución
anarquista contra el gobierno republicano de centro-derecha ya había ocasionado
un grave daño a la gobernabilidad en 1934; el gobierno del izquierdista Frente
Popular, que ganó las siguientes elecciones, nunca pudo controlar a sus
militantes extremistas. El “terror rojo” de los extremistas republicanos mató
unas 40 mil personas, en tanto que el “terror blanco” de los franquistas cobró
unas 200 mil víctimas (durante e inmediatamente después de la guerra). La
Guerra Civil la perdió España misma.
El dictador Franco mantuvo a España aislada de los
aires de progreso y democracia que se respiraban al norte de los Pirineos. Sólo
tras su muerte en 1975 el país inició un ejemplar proceso de transición hacia
la democracia, la integración con Europa y el desarrollo económico. La mayoría
de españoles en este período prefirió concentrarse en fortalecer la democracia
y el progreso, antes que en saldar viejas cuentas o exhumar el pasado. Esta
actitud fue aprovechada por la reinstaurada monarquía para subirse al barco de
la democracia y la modernidad.
Durante la transición, el rey Juan Carlos se mostró
equilibrado, defensor de la democracia y sus instituciones, pragmático y
progresista. Su esposa, la reina Sofía, fundó un museo de arte moderno que
albergaría (vaya ironía) la obra maestra del arte republicano de denuncia
contra el terror fascista: el Guernica de Pablo Picasso. La imponente pintura
en blanco y negro, terminada en 1937, estuvo errante por el mundo (Londres,
Boston, Chicago, Nueva York) hasta que regresó a España en 1981, donde se
exhibió protegida tras un cristal blindado que fue removido en 1995.
Sólo el tiempo dirá si las recientes actuaciones del rey Juan Carlos
(con sus errores y mea culpas públicos) serán suficientes para preservar su
imagen o su lugar en la historia, antes de que ésta, implacable, retorne
eventualmente las cosas hacia el camino construido sobre los ideales liberales
de la República: un sistema de pesos y contrapesos que permite mantener a raya
los abusos de los gobernantes, incluyendo lujosos viajes de cacería al África
en compañía de bellas damas de la refinada nobleza.