lunes, 24 de octubre de 2022

UN QUETZAL QUE SUBE Y BAJA

LAS RAZONES DE LA VOLATILIDAD CAMBIARIA PUEDEN (Y DEBEN) SER CLARAMENTE EXPLICADAS

En las últimas semanas, el tipo de cambio del quetzal ha tenido altibajos inusuales, alcanzando a principios de este mes un pico de 7.94 quetzales por dólar, lo que significó una depreciación de 3.5 por ciento respecto de su punto más bajo cinco meses atrás, solo para volverse a apreciar un 1 por ciento en días recientes. Estos movimientos cambiarios son absolutamente normales en países como México, Chile, Perú o Colombia, que tienen sistemas cambiarios teóricamente similares al nuestro, pero acá estamos tan mal acostumbrados a la perenne estabilidad del quetzal, que esos movimientos provocan un innecesario nerviosismo, incluso en las autoridades económicas y políticas.

La subida del tipo de cambio no debería asustar, no solo porque el alza ya se detuvo sino, principalmente, porque existen razones fundamentales -internas y externas- que la explican plenamente. Internamente, al rápido aumento del déficit comercial del país con el resto del mundo (debido al alza de precios en los bienes que importamos) se le une la estacionalidad de las importaciones (en preparación a la Navidad) y el hecho de que las tasas de interés domésticas están cada vez más bajas que las externas (lo que incita una salida de capitales), todo lo cual hace que la oferta de dólares sea menos abundante. Externamente, lo que estamos viendo es una apreciación a nivel mundial del dólar estadounidense, que está a su nivel más alto en veinte años, habiéndose apreciado en el año un 13 por ciento respecto del euro y un 6 por ciento respecto al promedio de las monedas de los mercados emergentes.

A la autoridad monetaria (autónoma) le corresponde explicar estas razones fundamentales a los agentes económicos y, especialmente, a los políticos, para evitar nerviosismos innecesarios y reacciones precipitadas e inconvenientes. También debe coadyuvar en el uso de mecanismos de coberturas para que los mercados naveguen las turbulentas aguas de los vaivenes cambiarios. Y explicar lo que todo economista debe saber (o, si no, puede googlearlo): la existencia de la Trinidad Imposible; es decir, que no se puede conjugar, simultáneamente, la libre movilidad de capitales, un tipo de cambio fijo y una política monetaria autónoma (especialmente en este ambiente inflacionario).

Es tiempo, pues, de guardar la calma y aplicar la prudencia monetaria: permitir que el tipo de cambio se ajuste (para arriba o para abajo, como lo aconseja el vigente sistema de metas explícitas de inflación), utilizar las herramientas de la política monetaria para acercar la inflación a su meta, focalizar la política fiscal evitando déficits innecesarios, intervenir en el mercado cambiario solo cuando sea imprescindible (para minimizar riesgos de inestabilidad financiera o de persistencia inflacionaria), y preservar las reservas monetarias internacionales para cuando de verdad haga falta enfrentar las salidas de capitales que podrían darse en estos tiempos de turbulencia financiera internacional.

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