MI SOLIDARIDAD CON TODA LA FAMILIA DE ELPERIÓDICO EN ESTOS MOMENTOS DE PRUEBA
Cuando colapsó el bloque soviético hace treinta años, el mundo comenzó a vivir una era de apertura e integración económica que, en términos generales, ha sido beneficiosa para la mayoría de países que se insertaron en ese proceso. Pero no todos se beneficiaron por igual. Los países con mayor éxito casi siempre fueron aquellos que contaron con un marco institucional eficaz que facilitó los intercambios económicos y pavimentó las avenidas políticas, sociales y culturales conducentes al desarrollo.
En Asia, Latinoamérica y Europa Oriental, los problemas económicos estructurales (mercados rígidos, baja productividad e inestabilidad macroeconómica) fueron enfrentados mediante la apertura comercial, la integración regional y la construcción de instituciones que favorecieron la eficiencia, incluyendo la protección de los derechos de propiedad y el fortalecimiento de la buena gobernanza -tanto en el sector público como en el privado-. Para los países relativamente más pequeños los resultados de esas medidas fueron más efectivos cuando se aplicaron como parte de su incorporación a bloques regionales. Por ejemplo, Europa Central y los países bálticos priorizaron su integración a los mercados laborales y financieros europeos y su vinculación a las cadenas de suministro europeas, lo cual se convirtió en un incentivo para reformar sus instituciones económicas y democráticas.
Años antes, ya España había demostrado que el camino de la apertura comercial, la integración regional y la reforma institucional era muy efectivo para acelerar el crecimiento económico y construir un ambiente de gobernabilidad democrática. España logró, en pocos años, transformarse política, social y económicamente, revirtiendo décadas de aislamiento y retraso, hasta ser hoy un país moderno y democrático. Las dos claves del “milagro español” fueron, por un lado, su gradual apertura a la economía mundial y, por otro, su proceso de mejora en la calidad institucional impulsado por el compromiso de integrarse al bloque de Europa Occidental. El éxito de España y de varios países de Europa Oriental en cuanto a construir un sector justicia eficiente e independiente, un banco central moderno e independiente, un sector exportador competitivo y su integración con Occidente, deja lecciones que aún son valederas, incluso en un mundo que, infectado de populismo, parece ir de retroceso en materia de globalización, libre mercado e institucionalidad democrática.
Para que una economía pequeña e imperfectamente
integrada a los mercados mundiales como la de Guatemala logre acelerar su
desarrollo como lo hicieron esos países, no hace falta inventar el agua azucarada
ni encontrar la piedra filosofal. Lo que procede es intentar seguir la senda de
esos países en cuanto a impulsar la apertura comercial,
la integración económica y el fortalecimiento institucional, incluyendo el
sistema judicial, el sistema político, la gestión y control del gasto público y
las reglas democráticas -que incluyen el respeto irrestricto a la libertad de
expresión-. Esas son las bases del desarrollo.
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