Una vez superado el pico de contagios, viene la etapa de reapertura económica; pero hay que planificarla y anunciarla con antelación: improvisar sería imperdonable
Epidemiológicamente, la crisis del covid-19 evoluciona
por etapas. Cada etapa debe ir acompañada por grupos -o nodos- de políticas
públicas que permitan mitigar los inevitables costos humanos y económicos de esta
crisis que, por desgracia, es más compleja que cualquiera en la historia
reciente, con shocks simultáneo sobre la salud pública y la economía. Se trata
también de una crisis más incierta, de la cual los gobiernos van aprendiendo
gradualmente en función de cómo modulan el distanciamiento social (para hacerlo
más efectivo) y, a la vez, cómo modulan la reanudación de su actividad
económica.
En la etapa inicial (de contención) hay dos nodos básicos
de políticas públicas. Uno es el de las medidas enfocadas a aplanar la curva de
contagios -y de decesos-, que normalmente se centran en el distanciamiento
social (en sus distintos grados de constricción) y el cierre de fronteras.
Estas no demandan más recursos financieros que los que requiera la fuerza
pública para hacer cumplir las medidas de distanciamiento. El otro nodo es el
de la sanidad pública, que debe dirigirse a ampliar la capacidad de atención
hospitalaria para evitar su colapso a medida que se dispara el número de
contagiados. El Ministerio de Salud Pública cuenta (desde principios de abril)
con recursos específicos por más de Q1.1 millardos (cuya ejecución debe
acelerar) para preparar el sistema para la segunda etapa.
En la etapa de mitigación (en la que nos encontramos
ahora) deben aplicarse políticas que hagan sostenible política, humana y
económicamente la contención de la epidemia y viabilicen una eventual salida de
la crisis. Dos nodos de políticas son cruciales en esta etapa. Uno es el de las
medidas de asistencia humanitaria, esenciales para auxiliar a los ciudadanos
más vulnerables y preservar la gobernabilidad. El gobierno ha lanzado varios
programas en este nodo, siendo el más importante -por mucho- el de
transferencias de efectivo, que cuenta con más de Q6 millardos de presupuesto
que apenas se están empezando a ejecutar. El otro nodo es el de las medidas de ayuda
para la supervivencia económica de empresas y empleos, en donde destaca, por un
lado, el fondo de créditos de capital de trabajo -cuyos Q3 millardos están,
hasta ahora, esperando ser concedidos por el Crédito Hipotecario Nacional- y,
por otro, el fondo para protección del empleo -cuyos Q2 millardos recién se
empiezan a ejecutar-.
Una vez superado el pico de contagios, viene la etapa
de reapertura económica en la que debe establecerse con claridad las fases y
protocolos a seguir para que los distintos sectores de actividad económica
puedan reiniciar operaciones, en función de su impacto económico y de los
riesgos epidemiológicos que cada uno de ellos entraña. Finalmente, cuando los
nuevos contagios se acerquen a cero, deberá comenzar la etapa de reactivación
económica con, al menos, tres nodos de políticas públicas: uno de incentivos
para las empresas que mejor se adapten a la nueva normalidad, otro de
readecuación del presupuesto estatal para orientarlo hacia la reactivación
económica, y otro de ajustes institucionales para mejorar el clima de negocios.
Aunque los nodos de política pública se corresponden
con las etapas de la pandemia, en la práctica pueden -y, de hecho, deben-
traslaparse con estas. Por ejemplo, en la actual etapa de mitigación, es
necesario y urgente que, desde ya, se anuncie el plan de reapertura económica
que, por un lado, ayudará a que los programas de apoyo a las empresas y a los
empleos cuenten con un horizonte temporal que los haga más efectivos y, por
otro, dará a todos los agentes económicos un respiro de certeza para prepararse
razonablemente mejor para la etapa de reactivación.
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