lunes, 20 de abril de 2020

Apretar y Relajar, en Ese Orden

Existen dos estrategias de distanciamiento social: confinamiento estricto y distanciamiento relajado. Por ahora, prevalece el primero

Alrededor del mundo los gobiernos están tratando de vislumbrar la mejor manera de “aplanar la curva” de contagios de covid-19 y, una vez logrado este objetivo, aplicar una estrategia de salida gradual del distanciamiento social al que han sometido a sus ciudadanos. En ausencia de una vacuna, la política de salud pública más efectiva para reducir la tasa de contagios es el confinamiento, que acarrea efectos económicos devastadores.

Existen dos estrategias de distanciamiento social. Una es la de contención, que busca la inmunización gradual de grupo e implica aislar solamente a los segmentos de población vulnerables (ancianos y enfermos crónicos) y dejar que el resto de la población se contagie gradualmente; al principio de la pandemia varios países (como Brasil, Reino Unido, México, Singapur y Suecia) ensayaron esta estrategia. La otra es la estrategia de supresión, con medidas de distanciamiento que implican el confinamiento de las personas; desde el principio, la mayoría de países (como China -Wuhan-, Italia, España, la República Checa y Guatemala) lo aplicaron con distintos grados de rigidez. Dada la elevada tasa de contagios (y muertes) la estrategia de contención ha sido paulatinamente abandonada por quienes quisieron aplicarla.

Para Guatemala resulta útil sacar lecciones prácticas de lo que han estado haciendo otros países. En Europa, los dos casos (exitosos, pero contrapuestos) que más han llamado la atención son los de Suecia -que ha aplicado medias más relajadas, en línea con una política de contención- y la República Checa -que se decantó por la política de supresión-. Ambos países tienen poblaciones similares, pero los resultados en cuanto a contagios y muertes favorecen claramente a los checos.

En cuanto al desempeño económico, por ahora, el resultado ha sido más favorable a Suecia (que no confinó a su población), pero esto será así solo en el cortísimo plazo, pues Chequia está empezando uno de los procesos de reactivación gradual más prometedores ensayados hasta ahora. Hace una semana se convirtió en el primer país en levantar varias de sus medidas de distanciamiento social: autorizó practicar ejercicio al aire libre, se reabrieron las escuelas primarias, se autorizó la apertura de algunos comercios (construcción, ferretería y talleres) y se permitieron los viajes esenciales al exterior (aunque las fronteras de entrada permanecen cerradas). Durante el confinamiento estricto, los checos fortalecieron la capacidad del sistema de salud (incluyendo su capacidad de hacer pruebas de contagio) y aprobaron un paquete de estímulo fiscal equivalente al 18% del PIB (el tercero más grande de Europa) destinado a mantener los empleos.

La lección es que, a medida que aumentan los contagios (y los muertos) el enfoque sueco (contención continua) se vuelve políticamente insostenible… incluso para Suecia. El enfoque checo (supresión estricta, pero temporal) parece más prometedor, especialmente porque toma en cuenta que más de tres meses de confinamiento son también políticamente insostenibles. La estrategia de confinamiento temporal parece ser la correcta: apretar duro al principio, pero solo mientras se fortalece el sistema de salud (médicos, camas, tests) para poder relajar gradualmente el confinamiento; eso sí, conscientes de que hay que estar preparados para endurecer otra vez las medidas si (Dios no lo quiera) una segunda oleada de contagios llega a producirse.

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