No es fácil medir la sobre o subvaluación de las monedas.
Cuando un país tiene una moneda sobrevaluada (con un
tipo de cambio, por dólar, más bajo que el que debería tener) se perjudica la
competitividad de sus exportaciones, debido a que las mismas se encarecen en
relación a las de otros países, mientras que se abaratan sus importaciones. Por
el contrario, una subvaluación de la moneda dificulta las importaciones y
estimula las exportaciones y el desarrollo de la industria nacional. En la actual
guerra comercial de Estados Unidos contra China, se acusa a esta de mantener su
moneda, el yuan, artificialmente subvaluada para estimular sus exportaciones y
expandir su base industrial.
No es fácil medir la sobre o subvaluación de las
monedas. Una ingeniosa forma para hacerlo es la que propone el Índice Big Mac
que calcula periódicamente la prestigiosa revista The Economist, el cual se
basa en la teoría de la paridad de poder de compra. Esta teoría sostiene que
los tipos de cambio de todos los países deberán ajustarse, con el tiempo, hasta
hacer que el precio de una canasta dada de bienes sea el mismo en cada país; esa
canasta es la hamburguesa Big Mac, que se cocina casi exactamente con los
mismos ingredientes en todos los países. El índice de The Economist se formula
calculando el tipo de cambio que haría que un Big Mac costara lo mismo en todos
los países.
En el cálculo más reciente de este indicador
(publicado hace pocos días) se vio que, en China, un Big Mac cuesta 21.50
yuanes, o US$3.12, mientras que su precio es de US$5.67 en los Estados Unidos,
lo cual implica que el yuan está subvaluado un 45% respecto del dólar, de
manera que el dólar compra más hamburguesas en China que en los Estados Unidos.
Algo similar ocurre en Guatemala. Haciendo el mismo ejercicio para nuestro país,
tenemos que una de esas hamburguesas está costando Q26, o US$3.37 al tipo de
cambio de la semana pasada, lo que implicaría que el quetzal está un 42.7%
subvaluado respecto del dólar. De hecho, el quetzal se ha debilitado en los
pasados cuatro años, cuando la subvaluación en enero de 2016 era de 33.7%,
aplicando el mismo método. ¿Deberían, entonces, estar contentos los
exportadores?
Podrían estarlo, de no ser porque otros países
vecinos, que son nuestros competidores en los mercados internacionales, también
han visto debilitarse sus monedas; particularmente el colón costarricense -que,
aplicando el mismo método, pasó de estar subvaluado un 18.5% en 2016, a estarlo
un 27.3% la semana pasada- y el peso mexicano -que se debilitó en el mismo
periodo de una subvaluación de 43% a una de 53.1%-.
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