lunes, 13 de enero de 2020

Cómo (No) Atraer Inversiones de China

No es cambiando lealtades diplomáticas como vamos a atraer inversión de manera sostenible, sino fortaleciendo la institucionalidad del Estado


Una de las razones por la cuales países como El Salvador, República Dominicana o Costa Rica han roto recientemente sus relaciones diplomáticas con Taiwán para poder establecerlas con la República Popular de China, ha sido la de atraer las potencialmente cuantiosas inversiones chinas para apuntalar las famélicas tasas de inversión en estos países. Por la misma razón, más de una voz de algún economista guatemalteco arguye que a nosotros -que exhibimos una de las tasas de inversión más bajas del mundo- también nos convendría abandonar los más de sesenta años de lealtad con Taiwán para abrazar a la China Popular.

Al respecto, conviene recordar que Taiwán tiene relaciones diplomáticas plenas con apenas quince países (que cada vez son menos), de los cuales Guatemala es notoriamente el más grande -en términos de población, tamaño de la producción y monto de exportaciones, entre otros parámetros-, a pesar de lo cual las inversiones taiwanesas (públicas y privadas) en Guatemala son sumamente escasas. ¿Atraeríamos más inversiones si establecemos relaciones con la República Popular?

A juzgar por lo ocurrido en Costa Rica y El Salvador, no hay que esperar un súbito ni sostenido aumento de las inversiones después de cambiar lealtades de una a la otra China. De hecho, en toda la región latinoamericana, las inversiones provenientes de China Popular solamente son significativas en Chile y Panamá (casualmente las dos economías más sólidas de América Latina). Para entender el por qué, quizá sea bueno revisar lo ocurrido en el continente africano, donde todos los países (excepto uno: Suazilandia) han roto con Taiwán para acercase a China Popular, bajo la ilusión de atraer grandes inversiones hacia sus rezagadas economías.

Menos del 3% de la inversión extranjera de China va a África. Aunque al inicio del siglo las inversiones chinas en África aumentaron con rapidez, en años recientes casi se han detenido. La razón es el pésimo clima de inversiones en casi todo el continente africano: los -al inicio entusiastas- inversionistas chinos se han topado con el incumplimiento reiterado de las promesas de construir infraestructura por parte de los gobiernos africanos, con su incapacidad de proveer energía o acceso a tierras, con las invasiones a la propiedad privada, con la falta de registros adecuados de la propiedad, con las autoridades locales o las comunidades organizadas imponiendo restricciones a la inversión que no habían sido acordadas con el gobierno central, con los jueces locales dictando sentencias contrarias a los contratos previamente firmados. ¿Suena familiar?

La lección es clara: no es cambiando lealtades diplomáticas como vamos a atraer inversión de manera sostenible, sino fortaleciendo la institucionalidad del Estado y mejorando el clima para hacer negocios en el país, de manera que Guatemala resulte atractiva para inversionistas no solo de Taiwán y de China, sino de cualquier país que pueda traer los recursos y tecnología que tanta falta le hace a nuestra economía. Mientras tanto, el nuevo gobierno deberá ocuparse de sacarle mayor provecho a nuestra condición de ser el país más importante para Taiwán entre sus -cada vez menos- aliados.

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