Para que haya progreso se necesita bienes públicos básicos (seguridad, justicia, salud y educación primaria, infraestructura) y un Estado que -basado en instituciones sólidas y eficientes- los provea
“Una porción considerable del país está fuera del
control estatal, condición que es aprovechada por el crimen organizado”,
resumía hace unos días el diario Prensa Libre al reportar cómo no solo el Valle
del Polochic, sino también la región Ixil, la costa Sur-Occidental y el norte
de Petén están bajo el poder de poderosas organizaciones delictivas. La
ausencia del Estado en esas regiones genera un refugio a los grupos ilícitos,
fomenta la conflictividad social, impide la gobernanza y frena el progreso
económico.
El Estado se organiza –se supone- para conformar un
método descentralizado de entrega de bienes públicos a quienes habitan dentro
de sus fronteras. Entre esos bienes públicos, el más prominente es el de la
seguridad personal: evitar invasiones y pérdidas de territorio; abatir amenazas
contra el orden público; prevenir los crímenes contra las personas; y, permitir
que los ciudadanos resuelvan sus disputas de forma pacífica. El Estado –se
supone- debe tener métodos y normas sistemáticas para que impere la ley, se
proteja la propiedad, se respeten los contratos, se resuelvan las disputas en
el sistema judicial y prevalezcan los valores que prioricen el juego limpio
necesario para el intercambio económico y la convivencia social.
Otro bien público esencial es el que permite a los
ciudadanos participar de manera libre y plena en los procesos políticos
mediante el derecho a competir en las elecciones, el respeto a las
instituciones políticas nacionales (legislatura y tribunales) y municipales, la
tolerancia al disenso y el respeto a los derechos humanos. Otros bienes
públicos esenciales que debe proveer el Estado incluyen la atención primaria en
salud, educación básica, infraestructura de comunicaciones, e instituciones
monetarias y fiscales que favorezcan la prosperidad. En la medida en que el
Estado no pueda proporcionar estos bienes, más débil se vuelve y más se
aproxima a ser un estado fallido. Guatemala aún está lejos de ser un estado
fallido, pero sí es un estado frágil, viscoso, desestructurado.
Según el Índice de Estados Frágiles 2019 (publicado en
abril por el Fondo por la Paz y la revista Foreign
Policy), que mide la debilidad de los estados en función de factores
sociales, políticos y económicos, Guatemala se ubica en la categoría de “alerta
elevada”, junto con países tales como Madagascar o Camboya. Nuestro país
(ranqueado en el puesto 57, con 81.4 puntos) está aún lejos de la categoría de estados
fallidos (como Yemen, el peor ranqueado, en el puesto 1 con 113.5 puntos), pero
está aún más lejos de los estados más sólidos (como el mejor calificado, Finlandia,
en el puesto 178, con solo 16.5 puntos).
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