martes, 17 de septiembre de 2019

El Mundo No Necesita una Guerra Comercial

La actual moda –implantada por los nacionalismos alrededor del mundo– de erigir barreras al comercio, está teniendo y tendrá efectos dañinos para todos

La economía mundial está en dificultades; los pronósticos de crecimiento de la producción apuntan claramente a una desaceleración. Una de las principales causas de este panorama han sido las medidas proteccionistas aplicadas por el actual gobierno estadounidense y las consiguientes represalias adoptadas por China y otros países. Pareciera que a los hacedores de política económica en esos países se les ha olvidado que uno de los motores que ha propulsado el acelerado desarrollo que el mundo ha experimentado en los últimos noventa años ha sido el intercambio de bienes, cada vez más libre y creciente, entre las naciones.

Resulta difícil, en estos tiempos populistas, convencer a los nacionalistas de que el comercio es, a la postre, beneficioso para ambas partes... pero lo es. Basta con ver cómo, en todo el mundo y a través de la historia, los países que abrieron sus fronteras al comercio fueron los que más prosperaron: la Grecia clásica, la China medieval, la Italia renacentista, la Holanda de la edad de oro, la Inglaterra del siglo XIX, los Estados Unidos de la posguerra mundial y, recientemente, los Tigres Asiáticos y China.

El intercambio comercial entre países produce riqueza. Cuando un país exporta, obtiene un beneficio –incluso si la riqueza obtenida no se distribuye equitativamente (lo que es un problema social que cada país debe resolver), ello no significa que los ciudadanos estén peor que antes del intercambio comercial-. Al reducir sus barreras al comercio, los gobiernos permiten a sus ciudadanos exportar aquellos bienes que mejor saben producir e importar todo lo demás, con la posibilidad de escoger lo mejor que el mundo tiene para ofrecerles.

Al abrir sus fronteras, los países ricos también estimulan el crecimiento de los países más atrasados, lo cual beneficia a ambas partes. Al importar bienes más baratos de los países en desarrollo, los países ricos no solo ofrecen a sus propios consumidores una mayor gama de productos, sino también generan empleos en los países donde la gente está desesperada por obtener mayores ingresos (o por emigrar). Dándoles a los países menos avanzados la oportunidad de crecer a través del comercio, los países ricos pueden simultáneamente expandir sus propias economías: cuando los países menos avanzados logran crecer y aumentar su poder adquisitivo, seguramente importarán más bienes y servicios de los países avanzados. A fin de cuentas, más comercio conlleva más crecimiento, lo cual significa más empleos.

La actual moda –implantada por los nacionalismos alrededor del mundo- de erigir barreras al comercio, está teniendo y tendrá efectos dañinos para todos, incluyendo aquellos ciudadanos a quienes supuestamente se quiere proteger. La Gran Depresión de los años 1930, por ejemplo, se propagó por el mundo cuando los Estados Unidos decidieron erigir barreras al comercio para “proteger” a los productores locales; en la medida en que otros países tomaron represalias con medidas similares, el comercio mundial se desplomó, desaparecieron los puestos de trabajo y el planeta entró en un largo período de declive económico. Hoy, la economía mundial está en un momento delicado y lo que menos necesita es que las grandes economías (especialmente Estados Unidos y China) repitan aquella nefasta historia.

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