lunes, 12 de agosto de 2019

La Hora de los Estadistas

La hora de los candidatos ya pasó. El largo periodo de transición –de aquí hasta enero– se presenta propicio para que las autoridades electas asuman el liderazgo.


Terminó la campaña política; al tiempo que escribo esta columna, aún no han cerrado las urnas, pero pronto sabremos quién dirigirá los destinos del país a partir de enero próximo. Durante la campaña, la inercia electorera -y la mayoría de periodistas- obliga a los candidatos a ofrecer soluciones a todos los problemas habidos y por haber. Uno de los principales desafíos del candidato ganador será salirse de esa dinámica de tratar de complacer a todo el mundo -persiguiendo más objetivos de los que es posible cumplir, ofreciendo más programas de los que es posible ejecutar- y tener la valentía de priorizar sus políticas de gobierno.

El fragor de la batalla electoral y el caldeado clima de polarización que vive Guatemala desde hace demasiados meses crean un entorno confuso en el que es muy fácil perderse entre las descalificaciones mutuas y los detalles de la coyuntura, lo que provoca una especie de inconciencia colectiva respecto de los grandes problemas que aquejan al país y que están allí, cual gigantes invisibles, sin que nadie haga algo para enfrentarlos. La vergonzosa desnutrición infantil, el creciente crimen organizado y la falta de oportunidades económicas (origen de la emigración masiva) son esos grandes problemas cuya solución debería priorizarse. El factor común de estos graves problemas se encuentra en la ausencia del Estado y en la debilidad de sus instituciones, en torno a lo cual debería construirse y consensuarse una agenda mínima de nación.

La hora de los candidatos ya pasó. El largo periodo de transición -de aquí hasta enero- se presenta propicio para que las autoridades electas asuman el liderazgo, con visión de estadistas, para generar conciencia y producir consensos. Conciencia respecto a los grandes enemigos en común (desnutrición, crimen organizado, falta de oportunidades) y consensos en torno a una agenda mínima priorizada. Para lograrlo, el primer paso debe ser un llamado a la unidad nacional para enfrentar esos desafíos, pues si no se desactiva el clima de polarización, el nuevo gobierno tendrá muy poco margen de maniobra.

Un segundo paso es reconocer que el aparato estatal ya no da la talla para solucionar los graves problemas arriba indicados. La agenda mínima priorizada debe empezar por plantear una reforma básica a las principales instituciones estatales: el sector justicia, el servicio civil, el control y eficacia del gasto público, y el propio sistema electoral y de partidos políticos. No hace falta pensarlo demasiado; no hay “plan de gobierno perfecto”, pues nadie sabe qué rutas, obstáculos y oportunidades surgirán en el camino. Lo importante es identificar bien las prioridades del gobierno y plantear con claridad los resultados que se desean alcanzar.

Y tercero, el gobierno entrante necesita reconocer que fue electo con un escaso entusiasmo popular y que, por ello, debe esforzarse en generar un diálogo ordenado, en torno a los principales problemas ya apuntados y que le dé el necesario respaldo ciudadano a la agenda de Estado que se priorice para resolverlos. Generar conciencia y consensos, ese es el reto. Y es importante empezar a enfrentarlo desde ya o, de lo contrario, el país perderá otros cuatro años sin lograr encarrilarse hacia el desarrollo y el bienestar.

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