lunes, 1 de julio de 2019

¿Qué Hay de Malo con el TSE?

La injustificable incertidumbre post-electoral que estamos viviendo ha puesto al desnudo las debilidades institucionales del TSE. Con lo ocurrido en estas elecciones, no debería caber ninguna duda de que su reforma es imprescindible

Convengamos en que, dadas las características de nuestro aparato electoral -basado en el trabajo ciudadano de las Juntas Electorales y las Juntas Receptoras de Votos-, las posibilidades de que se produzca un fraude en las urnas son casi nulas. Pero dicho esto (y sin ánimo de hacer leña del árbol caído), convengamos también en que los magistrados titulares del Tribunal Supremo Electoral han venido cometiendo, desde hace meses, una cadena de patéticos errores que ha llevado al borde del colapso todo el sistema electoral y ha generado un ambiente de caos e incertidumbre que solo beneficia a los enemigos de la democracia (incluyendo al crimen organizado).

¿Por qué en estas elecciones colapsó un sistema que había funcionado durante tres décadas? En realidad, lo que hoy presenciamos es el resultado de un proceso gradual de deterioro, determinado por las fallas de diseño institucional del TSE. Cuando esas fallas se conjugaron con un grupo de magistrados titulares académicamente grises, jurídicamente débiles y políticamente comprometidos, se reveló la vulnerabilidad de la institución que, finalmente, cayó víctima del asedio fraguado desde un régimen de partidos políticos en permanente descomposición. Peor aún, la mediocridad de los magistrados titulares se contagió a las instancias técnicas de la institución, dañando gravemente el prestigio y la credibilidad de una de las pocas reservas morales que quedaban en el aparato público guatemalteco.

La solución de fondo a esta tragedia en marcha no radica (como algunos piden) en que renuncien los magistrados titulares ni, mucho menos, en que se repitan las elecciones. Para que no vuelva a ocurrir un bochorno como el actual –y podamos rescatar nuestra frágil democracia-, la solución radica en una reforma institucional seria. Las dos fallas de diseño institucional más importantes a corregir son la falta de independencia de los magistrados y la ineficiencia funcional del TSE como organización.

La independencia de los magistrados es vital para que el TSE pueda ser el garante de la correcta aplicación de la ley, fijar jurisprudencia electoral y ejercer su autoridad fiscalizadora. Una forma efectiva de fortalecerla es aumentando el tiempo en el cargo de los magistrados y renovando el pleno de forma escalonada, de manera que las fuerzas políticas representadas en el Congreso no puedan influir en el nombramiento al unísono de todo el pleno de magistrados (como es el caso ahora).

La eficiencia funcional del TSE, por su parte, puede mejorarse radicalmente separando las funciones jurisdiccionales de las funciones de organización y de fiscalización electoral, de manera que los magistrados únicamente se dediquen a impartir justicia y fijar jurisprudencia, mientras que las demás instancias internas se encargan de la gestión de los procesos electorales. Con ello, los magistrados se liberarían no solo de las funciones cotidianas que no les son inherentes (y que deben ser manejadas por profesionales especializados), sino también de las decisiones relativas a compras y contrataciones que, desgraciadamente, siempre conllevan peligrosas tentaciones pecuniarias. Con lo ocurrido en estas elecciones, no debería caber ninguna duda de que estas reformas son imprescindibles.

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