George Shultz
fue secretario de Trabajo y del Tesoro (finanzas públicas) de Richard Nixon,
así como secretario de Estado (relaciones exteriores) de Ronald Reagan. Pedro
Aspe fue secretario de Hacienda de Carlos Salinas De Gortari. Ninguno de los
dos, evidentemente, es un enemigo de la libre empresa ni del sistema
capitalista. La semana pasada publicaron en el Wall Street Journal un
artículo que titularon “Make Central America Great Again”, con la presumible
intención de hacerlo llamativo para los funcionarios de la administración
Trump.
Shultz y Aspe
sostienen en su artículo que lo mejor que puede hacer el gobierno de Trump para
detener el flujo de migrantes ilegales del Triángulo Norte es invertir para
mejorar esos países. Y es que los flujos de migrantes ilegales ocurren porque estos
buscan en los Estados Unidos las oportunidades económicas y la seguridad
personal que no encuentran en sus lugares de origen debido a la baja calidad de
las instituciones de gobierno, a la violencia, a la falta de empleo y a la
vulnerabilidad ante los desastres naturales. “Si usted viviera allí”, le
sugieren a sus lectores estadounidenses, “también emigraría”.
Los países ricos
necesitan de un flujo continuo -pero ordenado- de migrantes para renovar sus
envejecidas poblaciones y dar sostenibilidad a sus economías. Pero en la
realidad (como ocurre con los migrantes centroamericanos) esos flujos se dan
por oleadas atropelladas que causan agobio y malestar en muchas sociedades
industrializadas. Lo que es más grave es que esas oleadas vendrán en el futuro
de países más grandes, y con más pobreza, que los del Triángulos Norte, tal el
caso de Nigeria, Congo, India o Paquistán. Por ello el llamado a la acción es a
los países avanzados, empezando por los Estados Unidos, para que, si quieren
evitar las consecuencias de estas oleadas, contribuyan a cambiar la situación
en los países emisores de migrantes, a fin de mejorar la calidad de vida de sus
habitantes.
Y lo anterior
solo se logra mejorando la calidad de sus gobiernos, fortaleciendo sus
instituciones y aumentando su capacidad de proveer los servicios públicos
básicos (educación, salud, seguridad y justicia). Entre las herramientas con las
que, para el efecto, cuenta el gobierno estadounidense para contribuir al
desarrollo de Centroamérica está su presupuesto de ayuda externa, su propia
experticia y su músculo en organismos internacionales -como el Banco Interamericano
de Desarrollo- para impulsar un programa profundo de fortalecimiento de
capacidades en nuestra Región.
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