Hace unos días,
el gobierno de los Estados Unidos aumentó los aranceles (de 10 a 25 por ciento)
a una gran gama de importaciones (valoradas en más de US$200 millardos) provenientes
de China, al tiempo que las negociaciones comerciales entre ambos países se
derrumbaban. Los estadounidenses buscan proteger a sus productores locales de
las supuestas prácticas comerciales desleales por parte de los chinos; estos,
por su parte, habían aceptado cambiar ciertas regulaciones y reglamentos, pero
se resisten a elevar tales cambios a categoría de ley. Ante ello, Trump amenaza
con elevar los aranceles de muchos más productos, mientras China amenaza con
medidas comerciales de represalia.
Esta escalada de
medidas proteccionistas será, a la larga, contraproducente para ambos países y,
lo que es peor, se convertirá en un silencioso veneno para la salud de la
economía mundial y nos perjudicará a todos. Conviene recordar que, en los años
treinta del siglo pasado, la Gran Depresión fue profundizada porque los Estados
Unidos adoptaron medidas altamente proteccionistas, bajo la errada creencia de
que con ellas podían crear empleos, detonando represalias proteccionistas
alrededor del mundo que solo contribuyeron a esparcir y empeorar la crisis
económica mundial.
De buenas
intenciones está empedrado el camino al infierno. Los aranceles y cuotas a la
importación, con la buena intención de proteger las industrias domésticas,
terminan ocasionando más mal que bien. Es cierto que los aranceles que está
elevando Trump podrán proteger a los productores estadounidenses de esos bienes
específicos respecto de la competencia de los
productos chinos; sin embargo, a la larga, las medidas proteccionistas
no podrán aumentar el número total de empleos y ni siquiera podrán alterar
sustancialmente la balanza comercial estadounidense con otros países. La razón
del déficit comercial estadounidense no radica en que sus aranceles sean bajos,
o en que China aplique prácticas desleales de comercio: el déficit externo se
debe a que la economía estadounidense consume más de lo que produce.
Asociado a su
déficit comercial, los Estados Unidos envían grandes montos de dólares a los
chinos, quienes los regresan en forma de inversiones financieras. Al elevar los
aranceles, los estadounidenses reducirán su déficit comercial, pero los chinos
tendrán menos dólares para invertir, con lo que el dólar –entonces más escaso-
se apreciará en los mercados internacionales, haciendo más difícil para los
estadounidenses exportar y más barato importar bienes no solo de China, sino de
cualquier país, de manera que su déficit comercial no se reducirá. Lo que se
reducirá es el volumen total de comercio, con China primero y, eventualmente,
con el resto del mundo.
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