La mejor política de protección social y de combate a la pobreza, es una buena política económica que propicie la creación de empleos y el aumento de la productividad sistémica
Generar empleos, reducir las desigualdades sociales, o
mejorar los niveles de bienestar se han vuelto temas recurrentes tanto en las
ofertas de los partidos políticos como en las agendas de propuestas de las
múltiples ONGs y tanques de pensamiento en el país, lo cual es totalmente
razonable a la luz del pobre desempeño de Guatemala en sus múltiples
indicadores de desarrollo socio-económico. Lo que no es razonable es que, en su
afán por enfocarse en esos temas, dichas organizaciones (especialmente las más
“progresistas”) menosprecien el factor más determinante del desempeño económico
de cualquier país: la tasa de crecimiento del ingreso nacional (que es un
reflejo de su producto interno bruto).
El objetivo de acelerar el crecimiento económico se ha
desprestigiado en gran medida porque, muchas veces, sus proponentes han planteado
estrategias cortoplacistas, inconsistentes y buscadoras de atajos a través de subsidios
o de privilegios fiscales para favorecer a una determinada actividad económica
(que arbitrariamente se ha elegido como “el verdadero motor del crecimiento”)
en detrimento de las demás. Esto desvía la atención del incuestionable hecho de
que solo mediante un mayor crecimiento de la producción es posible generar más
empleos y mejorar el bienestar.
El crecimiento económico, al generar una mayor demanda
por trabajadores, beneficia especialmente a los jóvenes que ingresan al mercado
de trabajo y a las minorías, por lo que se constituye en el mejor programa de
bienestar social que pueda haber. Un mayor crecimiento de la producción
generará mayores ingresos estatales, incluyendo los del seguro social. Además,
un entorno de dinamismo económico es más propicio para reducir la criminalidad,
incentivar la protección del medio ambiente y contribuir al optimismo sobre el
futuro del país, el cual es importante para conjurar el peligro de que surjan
ofertas políticas populistas que amenacen nuestro incipiente sistema
democrático.
Por desgracia, mientras nuestro crecimiento económico
no logre rebasar el techo del 4 porciento anual, será imposible obtener todos
esos beneficios. Debemos tener claro que la casi totalidad de la generación de
empleos sostenibles solo puede provenir del sector empresarial. La clave es,
pues, aplicar políticas públicas que incentiven la creación de nuevas empresas
y mejoren el desempeño de las existentes. Para ello no se necesita “sobornar” a
las empresas con subsidios o privilegios temporales para que hagan inversiones
que hoy no son rentables.
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