La baja calificación de Guatemala en materia de capital humano refleja los paupérrimos indicadores en nutrición y calidad educativa
El capital humano (concepto difuso que se refiere al
conjunto de conocimientos, capacidades y salud que las personas acumulan a lo
largo de su vida) ha sido un factor clave para lograr el desarrollo económico y
la reducción de la pobreza en muchos países, pero, por desgracia, no tanto en
el caso de Guatemala. Nuestra incapacidad de invertir en la nutrición, la salud
y la educación de nuestros niños ha puesto en peligro de estancamiento la
productividad sistémica y el crecimiento del PIB per cápita del país.
El jueves pasado, el Banco Mundial publicó su nuevo
Índice de Capital Humano -ICH- que intenta medir esta variable para 157 países,
incluyendo Guatemala. El ICH combina cinco indicadores de salud y educación,
incluyendo tasas de mortalidad, desnutrición y años de escolaridad que se
espera sean completados por los niños, con base en los cuales se mide cuánto
capital humano será capaz de acumular un infante que nazca hoy.
De los 157 países evaluados, Guatemala se ubica en el
puesto 109, con un ICH que no solo es más bajo de lo que cabría esperar dado el
nivel de ingresos del país, sino que es el peor de todo el continente (con
excepción, claro, de Haití). En comparación, Honduras ocupa el puesto 103, El
Salvador el 97, Nicaragua el 92, Panamá el 91 y Costa Rica el 57. El mejor
ubicado de Latinoamérica es Chile (46), mientras que los mejor calificados del
mundo son Singapur, Corea del Sur y Japón.
Aunque nuestro indicador de mortalidad infantil no
está mal (en comparación con otros países de similar nivel de desarrollo), la
baja calificación de Guatemala se debe a los indicadores de escolaridad y de
nutrición, en los que mostramos unas brechas escandalosas. En educación, si
bien un niño guatemalteco puede esperar completar 9.7 años de escolaridad,
cuando este indicador se ajusta por la calidad del aprendizaje (medida mediante
pruebas de conocimiento) la expectativa de años de escolaridad de un niño
guatemalteco se reduce a 6.3 años. Pero lo más grave está en el indicador de
nutrición: 47 por ciento de los niños guatemaltecos sufren de desnutrición, cifras
subsaharianas que implica un grave riesgo de que nuestros niños sufran
limitaciones físicas y cognitivas que afectarán de por vida su capacidad
productiva.
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