Detrás de las migraciones de centroamericanos hay un problema esencialmente económico; y, detrás de este, la fallida institucionalidad de unos Estados incapaces de generar un ambiente propicio para la actividad económica, la inversión y el empleo
El continuo éxodo de centroamericanos, amplificado por
la marcha de miles de catrachos que comenzó hace unos días, recorre como un
escalofrío la espina dorsal de la Sierra Madre, desde Honduras hasta Arizona, afectando
la vida política de la región -incluyendo las elecciones legislativas en los
Estados Unidos- y poniendo en entredicho sus políticas públicas -incluyendo el
Plan Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte-. Independientemente de si
la marcha de los emigrantes hondureños fue provocada por intereses políticos o
si, por el contrario, fue espontánea, el hecho es que esta no podría haber
sucedido sin el factor de desesperación que induce a los refugiados económicos
a huir en busca de mejorar su nivel de vida.
Está demostrado que los ingresos económicos que una
persona puede generar dependen grandemente del lugar donde vive. Una persona de
clase media en los Estados Unidos es mucho más rica que un clasemediero
centroamericano y supremamente más que un pobre que no encuentra siquiera
oportunidades de obtener un empleo por estos lares. Los habitantes de los
países desarrollados ganan más dinero debido, en parte, a que sus mejores
niveles de nutrición y de educación los hacen más productivos. Pero la
productividad también depende, y crucialmente, de las condiciones del entorno,
como lo demuestran los hechos y los datos.
Un estudio del Centre
for Global Development mostró que, después del terremoto de Haití en 2010, el
ingreso monetario de un grupo de campesinos haitianos que pudo viajar con visas
de trabajo a los Estados Unidos se incrementó rápidamente en más de 1,400%
respecto del ingreso de quienes se quedaron en la isla. Simplemente el haberse
trasladado a un país donde impera la ley, con buena infraestructura y servicios
públicos esenciales, con instituciones fuertes, y con mercados funcionales y
empresas sofisticadas, hizo que los haitianos se tornaran dramáticamente más
productivos. Y lo mismo pasa, seguramente, con los emigrantes centroamericanos
que, en cuanto llegan a los Estados Unidos, envían remesas por montos que
superan con creces los magros ingresos que generaban cuando vivían acá.
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