Las medidas más importantes para acelerar el crecimiento económico son de carácter estructural: reforma política del Estado, focalización del gasto público, mejora del clima de inversión. Si no aumenta la inversión (pública y, principalmente, privada), no habrá progreso posible
Desde hace tres años la economía nacional ha venido
reduciendo su ritmo de crecimiento, como lo atestiguan la mayoría de
indicadores. El Fondo Monetario Internacional -FMI-, en su recién publicado análisis
anual sobre Guatemala, señala que el principal desafío del país es la lentitud
de su crecimiento económico. Ese crecimiento no solo ha sido, por décadas, menor
al de otros países de similar nivel de desarrollo, sino que se ha ralentizado en
los últimos meses.
Las razones detrás de dicha desaceleración tienen que
ver, según ese reporte, con un continuo debilitamiento de la confianza de los
empresarios e inversionistas, un restringido gasto gubernamental, y un desplome
en actividades tales como la minería o la producción hidroeléctrica (afectadas
por decisiones judiciales de suspensión de actividades), todo ello en medio de
un clima enrarecido por la falta de certidumbre política y jurídica.
Si bien es cierto que las remesas familiares han
ayudado a sostener el consumo de los hogares (principal motor de la producción
nacional), dichos ingresos también han empezado a desacelerarse. Y aunque las
políticas monetaria (que ha mantenido controlada la inflación) y fiscal (que ha
mantenido el déficit bajo control) han logrado mantener la estabilidad
macroeconómica en medio de las tensiones políticas prevalecientes, el bajo ritmo
de crecimiento económico continúa siendo el obstáculo principal que impide
mejorar los indicadores sociales y de gobernabilidad del país.
El FMI ha sido explícito respecto de las
recomendaciones a seguir para revertir esto. Los expertos del organismo
internacional indican que, en el corto plazo, las políticas de demanda agregada
pueden, por dos vías, darle un empujoncito a la alicaída economía. Por un lado,
un impulso fiscal a través de un mayor gasto gubernamental, que implicaría un
(moderadamente) mayor déficit fiscal. Y, por otro, una política monetaria más
relajada (en tanto que la inflación continúe baja), que implicaría una eventual
reducción de las tasas de interés y una depreciación del tipo de cambio.
Pero las medidas más importantes para acelerar el crecimiento económico
son, según los expertos, de carácter estructural. Por un lado, para aumentar la
inversión pública toca mejorar la recaudación fiscal y la calidad del gasto. Y,
por otro lado, para incrementar la inversión privada (la más significativa en
términos cuantitativos) toca realizar los cambios institucionales (sistema
político, sector justicia, servicio civil, control del gasto) indispensables
para mejorar el clima de negocios, dar certeza jurídica, proveer servicios
básicos (seguridad, salud, educación, carreteras) que mejoren la productividad
y, crucialmente, profundizar la lucha contra la corrupción. Sin estas reformas
la tasa de inversión seguirá siendo una de las más bajas del planeta, el
crecimiento económico seguirá siendo mediocre, y los indicadores sociales
seguirán gestando un clima de ingobernabilidad que lastrará la prosperidad del
país.
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