Las prioridades de la agenda de los EE.UU. en
Guatemala: creación de oportunidades (economía), combate a la criminalidad
(seguridad) y a la corrupción (institucionalidad). No es para que ellos hagan
algo, es para que NOSOTROS tomemos la responsabilidad en nuestras manos
La reciente visita del vicepresidente estadounidense,
Mike Pence, a Guatemala tiene similitudes
con la que, en junio de 2014, realizó el entonces vicepresidente Joseph Biden.
Ambas fueron precipitadas por los flujos de niños guatemaltecos que, al
ingresar ilegalmente al territorio estadounidense, generaron una crisis
humanitaria que, inadecuadamente manejada, se convirtió en una crisis de
opinión pública que perjudica la imagen de los gobernantes, lo cual resulta
particularmente inconveniente previo a las elecciones de medio término en los
Estados Unidos.
Más allá del contundente mensaje de pedirle a los tres
presidentes de los países del Triángulo Norte y a todos sus habitantes que se
abstengan de viajar a los Estados Unidos sin una visa, la misión de Pence no
fue distinta de la de Biden cuatro años atrás: existen tres causas de la
migración ilegal que deben ser atendidas. Primera, nuestra economía no genera
oportunidades de empleo, por lo que es una fábrica de pobres cuya única y
desesperada esperanza es la migración. Segunda, nuestro Estado es incapaz de
proveer la seguridad pública necesaria para reducir la criminalidad y el
tráfico de drogas. Y, tercera, nuestras instituciones gubernamentales son
débiles y propicias a ser infectadas por la corrupción y la ineficiencia.
La posición de los gobiernos estadounidenses (lo mismo
el de Obama que el de Trump) es que los responsables de atacar esos tres
problemas somos nosotros. Las herramientas que Estados Unidos tiene a su
alcance para persuadir a los gobiernos centroamericanos son variadas, pero no
necesariamente contundentes. La más obvia es la ayuda económica contenida en el
Plan Alianza para la Prosperidad que, francamente, es demasiado pequeña como
para volverse un verdadero incentivo para actuar. Otra herramienta, más ruda,
es la amenaza de cerrar a piedra y lodo la frontera y, con ello, eliminar la
válvula de escape social que para la gobernabilidad de Guatemala significan los
migrantes; pero esa amenaza ha sido históricamente imposible de llevar a la
práctica.
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