Las políticas populistas (nacionalistas, proteccionistas, aislacionistas, xenófobas), ya sea que provengan de gobiernos de derechas o de izquierdas, tarde o temprano terminan por perjudicar a aquellos a quienes dice proteger
Aunque pocas veces se reconozca, en el último medio siglo
–gracias en gran medida al intercambio comercial, las migraciones, los avances
científicos y el creciente respeto a los derechos humanos- el mundo ha tenido
un progreso espectacular, tanto en cuanto a crecimiento económico, como en casi
cualquier otro aspecto del bienestar humano. Esta realidad objetiva no solo se
evidencia en sofisticados estudios econométricos, sino que cualquier escéptico
puede verificarla en populares sitios de internet como ourworldindata.org, humanprogress.org
o gapminder.org.
Sin embargo, una amenaza se cierne sobre este rápido
avance en el bienestar humano: la proliferación de gobiernos que (inspirados en
su ignorancia de la historia y de las leyes de la economía, y respaldados por
un electorado que exige soluciones apresuradas los profundos problemas del
desempleo y la desigualdad) aplican políticas nacionalistas, xenófobas y
proteccionistas que, en el largo plazo, solo dañarán a quienes pretenden
proteger. La historia demuestra que una de las mejores recetas para detener el
progreso de cualquier país, es que se aísle del resto mundo.
Preocupa en particular que este tipo de políticas
aislacionistas, antes muy comunes en los países subdesarrollados, está cobrando
auge en los países industrializados. La salida británica de la Unión Europea -Brexit-,
el triunfo de dos partidos populistas anti-europeos en Italia y Austria, o las
políticas proteccionistas de Estados Unidos, son hechos recientes que así lo
atestiguan. Hace dos semanas, la administración Trump comenzó a investigar si
la importación de automóviles representa una amenaza a su seguridad nacional; luego,
amenazó con imponer aranceles a más de US$50 millardos de productos chinos; y,
hace unos días, anunció la imposición de aranceles sobre acero y aluminio
procedente de Canadá, México y la Unión Europea.
Este tipo de medidas, tomadas en nombre de la
seguridad nacional estadounidense, tendrá efectos negativos. Quizá en el corto
plazo esos efectos no sean tan sensibles (e, incluso, puede haber un efecto temporal positivo
para la industria estadounidense), pero en el largo plazo pueden impactar dramáticamente
sobre el crecimiento de todo el mundo, empezando por los propios estadounidenses,
quienes verán encarecer sus materias primas, subir sus costos de producción y reducir
sus empleos. La renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica se
complicará y surgirán represalias comerciales que podrían significar una
espiral descendente del comercio mundial que perjudicará las perspectivas de
todos los países incluyendo, eventualmente, los centroamericanos.
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