lunes, 19 de febrero de 2018

La Fiebre del Bitcoin

El Bitcoin -como cualquiera de las llamadas criptomonedas- es un activo financiero que aspira a ser una moneda. Los potenciales inversionistas en estos activos deben estar conscientes de sus características institucionales y del comportamiento de los mercados, o podría aguardarles una sorpresa

Hace un par de meses, un querido amigo mío me contó que quería invertir algunos de sus ahorros en la compra Bitcoins (una de las primeras monedas digitales o criptomonedas surgidas hace pocos años, y la más célebre de ellas) para dárselos como obsequio de Navidad a su hermano, y pidió mi opinión.  Esto se dio en medio de una euforia especulativa en torno al Bitcoin que se produjo en todo el mundo durante la segunda mitad de 2017 y que llevó el precio de cada unidad de esa criptomoneda de unos US$5 mil en junio de ese año, a niveles de más de US$19 mil en diciembre, lo que la convertía en una apuesta de inversión muy atractiva.

Le dije que, como en cualquier inversión financiera, era crucial comprender bien los mecanismos institucionales del activo en el que se quiere invertir (en este caso el Bitcoin), así como los elementos del mercado en el que ese activo se transa. Para lo primero, hay que conceptualizar al Bitcoin como una moneda. Y para lo segundo, hay que tener conciencia de cómo operan las burbujas especulativas en los mercados financieros.

Para que un bien cualquiera (sea tangible o no) pueda ser considerado como "moneda", debe cumplir al menos tres funciones: primero, debe servir de medio de intercambio (es decir, debe servir para compras cosas); segundo, debe servir como depósito de valor (puede ser utilizado para ahorrar); y, tercero, debe servir de patrón de pagos diferidos (o sea, ser utilizable para denominar deudas). Esas tres características solo se pueden dar si existe un factor fundamental: confianza en ese bien; es decir, debe existir un grupo de personas que confía plenamente en que ese bien va a ser aceptado como moneda por los otros miembros de su comunidad (ya sea ésta un país o una comunidad informática).

Las monedas oficiales obtienen esa confianza en la medida en que sus economías y sus gobiernos tengan credibilidad; de manera que cuando una economía o un gobierno es inestable o débil, su moneda tendrá poco valor pues no generará confianza. De manera similar, el Bitcoin (lo mismo que las demás criptomonedas) adquieren esa confianza por medio de la credibilidad de las normas que rigen su emisión y de los algoritmos computacionales en los que esta se basa. Como en el caso de cualquier moneda convencional, el riesgo de las criptomonedas es que las bases de su credibilidad resulten frágiles y, en consecuencia, colapsen. Por eso, antes de invertir en una moneda (digital, lo mismo que convencional) hay que entender (y confiar en) sus bases institucionales (es decir en las normas y costumbres de su funcionamiento).

Por otra parte, el extraordinario aumento en el precio del Bitcoin el año pasado, daba razones para pensar que podía tratarse de una burbuja financiera. Este tipo de fenómenos, recurrentes a lo largo de la historia, se producen cuando un aumento rápido del precio del activo induce a nuevos compradores (como mi amigo) a invertir con la esperanza de que en el futuro cercano podrán vender el activo a un precio mayor que el que compraron, lo cual ocasiona una espiral de alzas en el precio. Cuando tal precio llega a niveles irracionalmente altos puede generarse una sensación de temor que da lugar a ventas masivas del activo, lo cual puede ocasionar un pánico y el colapso de la burbuja.

El Bitcoin, en efecto, bajó su cotización de más US$19 mil en diciembre pasado, a US$6 mil hace pocos días. Las preocupaciones sobre la seguridad de las criptomonedas, la reciente sobreabundancia de las mismas (ya no son un bien limitado) y las dificultades para ser universalmente aceptadas como medio de cambio y depósito de valor confiable, han afectado la cotización del Bitcoin. Ojalá mi amigo le haya dado otro regalo de Navidad a su hermano.

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