Hace un par de meses, un querido amigo mío me contó
que quería invertir algunos de sus ahorros en la compra Bitcoins (una de las
primeras monedas digitales o criptomonedas surgidas hace pocos años, y la más
célebre de ellas) para dárselos como obsequio de Navidad a su hermano, y pidió
mi opinión. Esto se dio en medio de una
euforia especulativa en torno al Bitcoin que se produjo en todo el mundo
durante la segunda mitad de 2017 y que llevó el precio de cada unidad de esa
criptomoneda de unos US$5 mil en junio de ese año, a niveles de más de US$19
mil en diciembre, lo que la convertía en una apuesta de inversión muy
atractiva.
Le dije que, como en cualquier inversión financiera,
era crucial comprender bien los mecanismos institucionales del activo en el que
se quiere invertir (en este caso el Bitcoin), así como los elementos del
mercado en el que ese activo se transa. Para lo primero, hay que conceptualizar
al Bitcoin como una moneda. Y para lo segundo, hay que tener conciencia de cómo
operan las burbujas especulativas en los mercados financieros.
Para que un bien cualquiera (sea tangible o no) pueda
ser considerado como "moneda", debe cumplir al menos tres funciones:
primero, debe servir de medio de intercambio (es decir, debe servir para
compras cosas); segundo, debe servir como depósito de valor (puede ser
utilizado para ahorrar); y, tercero, debe servir de patrón de pagos diferidos (o
sea, ser utilizable para denominar deudas). Esas tres características solo se
pueden dar si existe un factor fundamental: confianza en ese bien; es decir,
debe existir un grupo de personas que confía plenamente en que ese bien va a
ser aceptado como moneda por los otros miembros de su comunidad (ya sea ésta un
país o una comunidad informática).
Las monedas oficiales obtienen esa confianza en la
medida en que sus economías y sus gobiernos tengan credibilidad; de manera que cuando
una economía o un gobierno es inestable o débil, su moneda tendrá poco valor
pues no generará confianza. De manera similar, el Bitcoin (lo mismo que las
demás criptomonedas) adquieren esa confianza por medio de la credibilidad de las
normas que rigen su emisión y de los algoritmos computacionales en los que esta
se basa. Como en el caso de cualquier moneda convencional, el riesgo de las
criptomonedas es que las bases de su credibilidad resulten frágiles y, en
consecuencia, colapsen. Por eso, antes de invertir en una moneda (digital, lo
mismo que convencional) hay que entender (y confiar en) sus bases
institucionales (es decir en las normas y costumbres de su funcionamiento).
Por otra parte, el extraordinario aumento en el precio
del Bitcoin el año pasado, daba razones para pensar que podía tratarse de una
burbuja financiera. Este tipo de fenómenos, recurrentes a lo largo de la
historia, se producen cuando un aumento rápido del precio del activo induce a nuevos
compradores (como mi amigo) a invertir con la esperanza de que en el futuro
cercano podrán vender el activo a un precio mayor que el que compraron, lo cual
ocasiona una espiral de alzas en el precio. Cuando tal precio llega a niveles
irracionalmente altos puede generarse una sensación de temor que da lugar a
ventas masivas del activo, lo cual puede ocasionar un pánico y el colapso de la
burbuja.
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