Las estadísticas del país presentan graves problemas de confiabilidad; pero dudo mucho que ello se deba a un complot de fuerzas oscuras. Se debe, más probablemente, a la enorme debilidad institucional del INE, que se manifiesta en su falta de autonomía administrativa y financiera
Es lamentable que el Instituto Nacional de Estadística –INE-, cuyas funciones (poco valoradas en la opinión pública) juegan un rol fundamental para guiar las interacciones económicas, políticas y sociales del país, esté sufriendo –en gran parte por su propia culpa- de una andanada de críticas que ponen en entredicho su credibilidad, que es uno de sus principales activos.
Es lamentable que el Instituto Nacional de Estadística –INE-, cuyas funciones (poco valoradas en la opinión pública) juegan un rol fundamental para guiar las interacciones económicas, políticas y sociales del país, esté sufriendo –en gran parte por su propia culpa- de una andanada de críticas que ponen en entredicho su credibilidad, que es uno de sus principales activos.
Este año el INE decidió –después de muchos años de retraso
y varios intentos fallidos- actualizar el conjunto de bienes de consumo de la
canasta básica de alimentos (CBA). Dicha canasta generaba polémica porque
arrojaba datos atípicos en las estadísticas de organismos multilaterales y
porque no consideraba encuestas más recientes para su cálculo. Desde que la CBA
se fijó en 1994 los hábitos alimenticios han variado, tanto en lo que se
refiere a la selección de los productos, como en su ponderación. La nueva CBA
se actualizó indirectamente con ayuda de otras encuestas como la Encuesta
Condiciones de Vida o la Encuesta de Empleo e Ingresos, cuando lo correcto
habría sido usar una encuesta de ingresos y gastos familiares –ENIGFAM- . El
resultado, muy criticado por varios expertos, es que el importe mensual de la
nueva CBA es ahora de unos Q3,500, cifra menor en Q800 a la de la antigua
canasta.
Un segundo flanco de críticas y dudas sobre el trabajo
de INE está en el índice de precios al consumidor –IPC-, cuyo componente de
alimentos muestra incrementos de precios mucho más elevados que los datos que algunos
expertos han cotizado en los supermercados de la ciudad capital. Esta
discrepancia ha hecho pensar a varios analistas que el cálculo del IPC es
inválido e, incluso, que podría estar siendo manipulado (con inconfesados
propósitos) por parte de las autoridades políticas del país, todo ello ante la
impasividad del INE que no ha sido capaz de dar una explicación convincente del
porqué la inflación en los supermercados de las zonas residenciales de la
capital es menor que la que reporta el IPC.
Empero cuando se ve el IPC desagregado por regiones,
resulta que la inflación del área metropolitana es sustancialmente más baja que
la del resto del país (y en todos los casos se usa la misma metodología), lo que
indicaría que no necesariamente la metodología está mal, sino que pueden
existir diversas razones lógicas (costos de transporte por el desastre vial del
país, o excesos de demanda por flujo de remesas familiares hacia ciertas áreas
geográficas) o metodológicas (el índice tipo Laspeyres del IPC sobrevalora la
inflación cuando la encuesta base no se actualiza oportunamente) que explican
la elevada inflación en algunas cabeceras departamentales.
Ciertamente en ambos casos –la CBA y el IPC- existen
graves problemas, pero estos no obedecen a una confabulación política, sino a la
enorme debilidad institucional del INE que se manifiesta tanto en su ineptitud
para explicar técnicamente los problemas que presentan las estadísticas como,
principalmente, en su incapacidad para realizar encuestas básicas (como la
ENIGFAM) con la frecuencia necesaria, lo cual afecta la calidad de sus datos y
termina minando su credibilidad.
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