Se está instalando en Guatemala un ambiente de polarización y enfrentamiento que nos nos conduce a nada útil y que, más bien, nos está desviando de la solución de los problemas de fondo (la corrupción, la ineficiencia del Estado, la ausencia de justicia pronta, el colapso de la red vial). Tenemos que dialogar (incluso, como dijo Serrat, aunque no tengamos nada que decirnos)
A veces los países se sumen, sin percatarse, en crisis
artificiales que, casi siempre, son generadas y agravadas por posiciones extremistas.
La crisis de Cataluña en España y la crisis gobierno-CICIG en Guatemala son
claros ejemplos de este tipo de episodios innecesariamente dramáticos y
potencialmente muy peligrosos. Pero en medio de la polarización y la confusión
surgen voces moderadas representando a las mayorías silenciosas que, como en
Cataluña, al percibir claramente los riesgos engendrados por la confrontación y
la violencia, hacen un llamado a la cordura: ¡recuperem el seny! (recobremos la sensatez) es el grito de la
sociedad civil catalana que busca reducir la confrontación y propiciar un diálogo
sincero.
Un grito similar se ahoga en las gargantas de una
mayoría de guatemaltecos que, atrapados en medio de una creciente polarización,
buscan una explicación y una salida a la confrontación que hoy amenaza el
futuro del país. La transición política que estamos viviendo –la de pasar del
antiguo régimen de corrupción e impunidad a uno nuevo de transparencia e
imperio de la ley- está siendo más dolorosa de lo necesario debido a la
ausencia de liderazgos y a la creciente confrontación entre el bando de los
radicales (que quieren una “refundación” total del Estado) y los reaccionarios
(que, oponiéndose a toda reforma, quieren retornar al status quo imperante antes de abril de 2015).
Entre los principales peligros que engendra la
polarización se cuenta el surgimiento, en medio del desorden y la crisis, de
gobiernos populistas que, precisamente, viven de la confrontación, del lenguaje
agresivo (cualquier oponente es un enemigo traidor a la patria) y de promesas fantasiosas
para solucionar todos los problemas del país. El populismo es el atajo que los
países siguen cuando no logran transitar por los caminos (largos, pero
efectivos) de la perseverancia y los acuerdos. En 2015 nos libramos, por poco,
de tal peligro… pero aún está latente.
Para evitarlo es necesario que recobremos la sensatez para
no caer en la trampa de quienes han vivido del sistema corrupto y clientelar
que cooptó al Estado desde hace años, y que busca crear un clima de
confrontación entre los guatemaltecos a efecto de descarrilar la lucha contra
la corrupción que amenaza con destruir su modus vivendi. Esa sensatez implica
un acuerdo entre los ciudadanos de bien, alrededor de una agenda realista,
acotada y centrada en prioridades.
Si no logramos tal acuerdo mínimo, se profundizará la
incipiente parálisis económica y política que aqueja al país. Hay que
aprovechar el consenso que existe en cuanto a que la corrupción es el enemigo
común en torno a cuya erradicación debemos unificar esfuerzos. También debemos
aprovechar el creciente consenso respecto a que la reforma profunda del sistema
electoral es la clave, a partir de la cual se pueden derivar otras reformas
sustanciales como la del sistema de justicia, la del servicio civil y la del
sistema de contrataciones y fiscalización del gasto gubernamental.
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