Para salir del rezago de nuestro sistema de infraestructura vial hace falta cambiar completamente el modelo existente (incluyendo un severo programa contra la corrupción). Pero también hace falta un marco institucional que funcione y un capital humano que lo complemente.
La semana pasada publiqué en las redes sociales una
idea que, por lo obvia, no imaginé que produjera la cantidad de réplicas que
generó: “el colapso del sistema vial del país no se debe a las lluvias; se debe
a la corrupción”. También pude haber escrito que el desastre de la red vial no
se debe a las restricciones de la Ley de Contrataciones, sino a que el modelo
mismo de construcción y gestión de las carreteras es inservible. Ambos asertos
fueron reafirmados, de una u otra manera, por los expositores que participaron
en el Encuentro Nacional de Empresarios –ENADE-.
Habiéndose demostrado en el ENADE, con cifras
contundentes presentadas por Carlos Colom, el terrible atraso de nuestra
infraestructura vial, es posible derivar varias conclusiones que, además son
respaldadas por diversos expertos en la materia. Entre ellas, que los temas
clave para que la inversión en infraestructura sea suficiente y eficiente son,
al menos, tres: primero, debe haber un marco institucional que maneje las
diversas etapas de la construcción y gestión de la infraestructura; segundo,
que los proyectos deben estar bien planificados y estructurados; y, tercero,
que todo el proceso debe darse dentro de un estricto marco de transparencia e
intolerancia a la corrupción.
Estos tres aspectos clave están ausentes del sistema
de infraestructura pública en Guatemala. Se colige que, para superar el
tremendo retraso de nuestro país en materia de infraestructura vial –y
construir los 45 mil kilómetros de carreteras que se necesitan en los próximos
veinte años-, es imprescindible sustituir el modelo imperante por un nuevo
modelo que incorpore esos tres aspectos clave y logre integrar coherentemente
todas las etapas del proceso (planificación, estructuración, financiamiento,
contratación, construcción, supervisión, pago y sanciones).
En el encuentro de empresarios se vieron interesantes
coincidencias y afirmaciones por parte de los expositores. Xavier Sala-i-Martin
(del Foro Económico Mundial) fue muy explícito al indicar que la etapa de
planificación de las obras de infraestructura debe basarse en la utilidad y en
la eficiencia de los proyectos: no hay que hacer obras para favorecer a un
sector o interés específico, sino buscar beneficiar al conglomerado; no hay que
construir por construir, esperando que las obras generarán por sí solas
actividades económicas; y, hay que tener claro que los efectos positivos de la
infraestructura no se darán si, al mismo tiempo, no existe la institucionalidad
adecuada y el capital humano capaz de hacerlas productivas.
Tanto Colom, como Sala-i-Martin y Gonzalo Concke –de
la OEA- enfatizaron en que el sector de construcción de infraestructura es
particularmente proclive a la corrupción y que una prioridad para volverlo
eficiente es la erradicación de las prácticas corruptas que han plagado su
funcionamiento. El tema de infraestructura no puede, entonces, separarse del
tema del combate a la corrupción, ni del tema del fortalecimiento de las
instituciones, ni del tema del fortalecimiento del capital humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTARIOS DE LOS LECTORES: