El principal apoyo que el gobierno puede darle a los
emprendedores, es el de propiciar un “campo de juego” adecuado para la innovación y los negocios: certeza
jurídica, infraestructura, educación y salud. Y que trate de molestar lo menos
posible.
El pasado fin de semana se llevó a cabo la cumbre de
emprendimiento Innovate 2017, en la que tuve el honor de participar como
moderador de un panel sobre “el fomento del emprendimiento en Centroamérica”.
Los panelistas fueron Boris Lemus (de Guatemala), Félix Maradiaga (Nicaragua),
Diana Martínez (Honduras), Sebastián Mendoza (Panamá) y Mario Valle (El
Salvador), todos ellos líderes de emprendimiento y de apoyo a emprendedores en
sus países.
El fomento del emprendimiento es un tema que
necesariamente dirige la atención hacia el rol del Estado. Los economistas
tendemos a creer que el Estado juega un papel clave en la promoción de la
innovación y el emprendimiento, por medio de intervenciones directas (como la
creación de fondos para financiar emprendimientos, o la introducción de
deducciones o privilegios tributarios para los emprendedores), o indirectas (invirtiendo
en bienes públicos como la investigación, la infraestructura o la capacitación).
La clave es reconocer hasta dónde debe intervenir el
Estado y hasta dónde debe dejarse a los emprendedores privados asumir sus
riesgos y organizarse para enfrentar los riesgos inherentes a la creación de
nuevas empresas. Conviene reconocer que a veces los gobiernos, por muy bien
intencionado que sea su apoyo hacia el emprendimiento, acaban por desperdiciar
sus recursos en vanos esfuerzos por intentar que se replique un Valle del Silicón
en sus países; ciertamente los emprendedores fracasan con frecuencia, pero sus
inversionistas saben que deben detenerse cuando su propio dinero se agota. En
contraste, los gobiernos pueden seguir tirando el dinero de los contribuyentes.
Una forma de minimizar el riesgo de que los gobiernos
apliquen políticas públicas de fomento al emprendimiento que resulten, a la
larga, contraproducentes, es identificar cuáles son los cuellos de botella que
más afectan a los potenciales emprendedores. En el panel surgió que los
principales obstáculos al emprendimiento en la región centroamericana se
relacionan con la calidad de la mano de obra, la inseguridad física y jurídica,
la falta de mentores que acompañen los emprendimientos, la escasez de proyectos
de escala, y la falta de financiamiento.
Los panelistas concluyeron, a partir de su experiencia
en sus propios países y su conocimiento de experiencias diversas en la región,
que la mejor forma en que el Estado puede fomentar el emprendimiento es a
través de la provisión de los servicios básicos que habilitan la innovación, la
apertura y la gestión de negocios nuevos: inversión en capital humano
(educación y salud), generación de infraestructura de comunicaciones, y oferta
de instituciones públicas eficientes que velen por que exista certeza jurídica
y seguridad ciudadana. Un Estado bien administrado es una parte vital para un
sistema de innovación y emprendimiento exitoso. En ese contexto, los programas
de fomento más específicos (como los fondos de financiamiento o los centros de
entrenamiento para emprendedores) resultan solo complementarios y secundarios.
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