lunes, 1 de agosto de 2016

¿Queremos Más -o Menos- Ministerios?

Es una pena que, al no existir una agenda priorizada de políticas públicas, cada problemática de gobierno con la que se enfrentan los políticos plantea entre sus soluciones la creación de un nuevo ministerio específico para el tema. La creación (o supresión) de ministerios debería ser un asunto de estrategia de Estado, no un asunto de ocurrencias.

El Organismo Ejecutivo está compuesto por diversas dependencias encargadas de aplicar las leyes y de poner en práctica políticas de gobierno, lo cual involucra un sinnúmero de temas de diverso grado de prioridad. La Ley Orgánica del Organismo Ejecutivo establece que, para el despacho de sus negocios, habrá los ministerios que la ley establezca, con las atribuciones y la competencia que la misma les señale. Actualmente, el gobierno guatemalteco tiene 14 ministerios, no mucho menos que, por ejemplo, los 13 ministerios de España, los 16 en Colombia, o las 15 secretarías del gobierno estadounidense.

La decisión de cuántos y cuáles ministerios deben integrar el Ejecutivo lleva implícita una elección sobre las prioridades y forma de organización de los diversos negocios gubernamentales. Quienes consideran que hay negocios públicos que ameritan una prioridad especial que ahora no tienen en el organigrama del Ejecutivo, simpatizarán con la idea de crear nuevos ministerios. Así, hay quienes abogan por crear un Ministerio de Desarrollo Rural, sacando este negocio del actual Ministerio de Agricultura.

Otros consideran conveniente segregar el actual Ministerio de Comunicaciones, creando –como en el caso de Chile- un Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones, otro de Vivienda y Urbanismo, y otro de Obras Públicas. Podría pensarse también en imitar a México y crear un Ministerio de Turismo, o copiarle a Perú y dividir el actual Ministerio de Economía en un Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, y otro Ministerio de la Producción o Industria.

De manera similar, existen propuestas de separar el actual Ministerio de Cultura y Deportes en sus dos componentes, pues se estima que estos dos negocios tienen pocas razones en común como para compartir el mismo despacho ministerial, tal como ocurre en Chile. También hay quienes sostienen que la atención gubernamental a ciertas minorías amerita la creación de, por ejemplo, un Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, como el que existe en Perú.

También se ha dicho que, para mejorar la coordinación del gabinete podría ser necesaria la creación de un Ministerio de la Presidencia (o de la Función Pública, como se llama en México). Si este enfoque prevaleciera, el gabinete de gobierno de Guatemala bien podría pasar de 13 a 21 carteras. El punto es discernir si creando más ministerios puede elevarse la eficiencia del gobierno.

En contraste con ese enfoque está el que sostiene que es más conveniente agrupar los negocios gubernamentales en un número menor de ministerios y asignarle a cada uno los viceministerios necesarios para despachar sus asuntos de la manera más eficiente posible. Cabe indicar que los países con economías más avanzadas suelen organizar sus gobiernos con un número relativamente acotado de ministerios (que no suele exceder de las 15 carteras).

El punto clave es que la forma en que se organice el Organismo Ejecutivo, y la creación o supresión de ministerios, no debe ser resultado de ocurrencias aisladas o de evaluaciones hechas en el vacío. Debe ser más bien resultado de un análisis integral de la composición, prioridades y estructura operativa del gobierno, que tome en cuenta la necesidad de utilizar eficientemente los escasos recursos existentes. No hay que olvidar las limitaciones del Estado guatemalteco, cuyo presupuesto apenas representa un 12.6% del PIB, mientras que, por ejemplo, dicho porcentaje supera el 28% en México o el 35% en los Estados Unidos. Así, la creación de nuevos ministerios merece una reflexión profunda.

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