Las acciones anti-corrupción y anti-evasión fiscal de los últimos meses tendrán, sin duda, efectos positivos para el país a mediano plazo. Pero a corto plazo pueden generar incertidumbre y lentitud en la toma de decisiones económicas. Por ello es urgente que el gobierno asuma un claro liderazgo para aminorar esa incertidumbre. Ello requiere de una agenda clara de prioridades en materia de política pública.
Al cumplirse los primeros seis meses del gobierno se
han publicado opiniones y evaluaciones de diversos analistas que señalan, al
igual que muchas opiniones que han marcado tendencia en las redes sociales, que
uno de sus puntos más débiles ha sido la ausencia de prioridades que guíen su
gestión. Esta demanda generalizada por una agenda priorizada de gobierno podría
estar relacionada con la coyuntura política y económica del país. Mientras que
el ámbito político ha estado dominado por los procesos de persecución penal
contra la corrupción y evasión fiscal, el ámbito económico ha estado marcado
por el inicio inequívoco de una desaceleración en la actividad productiva.
Sobre este último tema han surgido opiniones
encontradas. Por un lado están quienes indican que la desaceleración económica de
los últimos meses obedece a factores fundamentales, tales como el lento ritmo
de recuperación del comercio mundial (que desfavorece nuestras exportaciones),
o la finalización natural del ciclo de inversiones en las áreas energética y de
minería en el país. En consecuencia, varios indicadores (como el índice mensual
de actividad económica –IMAE-, el crédito bancario al sector privado, o el
valor de los bienes exportados) apuntan inequívocamente hacia una reducción en
el ritmo de crecimiento de la producción.
Por otro lado, otras voces señalan que los fenómenos
políticos recientes –aunados a los factores fundamentales señalados- han
generado una sensación de incertidumbre que está afectando negativamente las
decisiones de gasto e inversión de las empresas, tal como lo revela el índice
de confianza económica publicado por el Banco de Guatemala. Ambas opiniones son
válidas y revelan en parte lo que está ocurriendo.
Una agenda de políticas públicas debidamente
priorizada es siempre útil para dar certeza a los agentes económicos respecto
de qué esperar en cuanto a las acciones gubernamentales. Y es más útil en
tiempos de incertidumbre y de desaceleración económica, cuando puede resultar
crucial para aminorar los efectos adversos que tal situación puede tener sobre
el nivel de ingresos y de empleo. En estas circunstancias se requiere dirección
y liderazgo.
Y no es que haya escasez de ideas o de propuestas. En
estos seis meses el gobierno ha planteado varias: una política de crecimiento
anunciada por el Ministerio de Economía; una agenda de ordenamiento urbano del
comisionado presidencial del área; la agenda de la Alianza por la Prosperidad
liderada por el Pronacom; unos ejes estratégicos lanzados tímidamente por el
propio Presidente; o, las prioridades de gasto que habrán de reflejarse en el
presupuesto del Estado para 2017. Ideas hay. Lo que hace falta es focalizarlas,
priorizarlas y ponerlas en práctica.
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