martes, 2 de febrero de 2016

De Vuelta a las Andadas: Lecciones y Desafíos

El Economista Lúgubre ha regresado. Les comparto mi primera columna en elPeriódico, donde estaré publicando los martes. Esta vez me refiero a uno de los principales desafíos para Guatemala: el de reformar el corrompido y disfuncional sistema político que nos rige.

Luego de un ajetreado y sorprendente 2015, se percibe que 2016 será auspicioso, para el país y los guatemaltecos. Para mí, comienza con el agradable compromiso, al que amablemente me ha invitado elPeriódico, de compartir semanalmente con los amables lectores mis opiniones respecto del entorno económico y social, así como del desempeño de las políticas públicas que lo afectan.

Es prudente enfrentar los desafíos del nuevo año con base en las experiencias adquiridas el año anterior. Y me parece que uno de los principales desafíos para Guatemala es el de reformar el corrompido y disfuncional sistema político que nos rige. Durante mi breve (pero profundamente interesante) incursión como candidato a elección popular en los últimos comicios pude percatarme de una serie de características del sistema políticos que bien vale la pena considerar en un proceso de reforma.

Conviene indicar que, en mi experiencia, el sistema político guatemalteco es mucho menos “malvado” de lo que normalmente se cree desde fuera del mismo. Existe mucha gente buena y genuinamente patriota en los distintos partidos políticos. Los verdaderos problemas del sistema son la extrema improvisación y los incentivos perversos que imperan en su accionar.

Los partidos, sin excepción, están pobremente organizados y carecen de cuadros técnicos, de comités especializados, de ideología, de normas internas y estrategias de mediano plazo. Todo ello en un mercado electoral donde la mayoría de votantes exige soluciones inmediatas a sus problemas personales y se satisface con promesas facilonas que, en la práctica (y a sabiendas de los políticos) son imposibles de cumplir.

Por ello, en parte, las campañas políticas en Guatemala son tan superficiales y repetitivas. A la mayoría de votantes les fascinan los mítines (que en muchos poblados hacen las veces de espectáculo público de esparcimiento que rompe el tedio cotidiano) y a la mayoría de políticos (que disfrutan de los baños de multitud), también. Poco les importa a ambos entender qué es la división de poderes, los derechos y responsabilidades ciudadanos, o el rol de los funcionarios electos. Tampoco importan los planes de gobierno o la situación del fisco. Lo que importa a los políticos en este sistema es ganar, a toda costa y ya mismo, sin darse cuenta de que en política, de cara al futuro, a veces perder puede ser una victoria y ganar, una derrota.


Este sistema perverso es el que ha producido los gobernantes mediocres (cuando no nefastos) que han sido incapaces de impulsar las políticas de largo plazo que el país requiere para salir de la pobreza y potenciar el desarrollo que propicie el bienestar integral de los guatemaltecos. De allí que la reforma política resulta ser una condición indispensable para lograr el desarrollo económico y social del país.

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