¿Es posible para un Estado como el
guatemalteco extraer lecciones del liderazgo del “Cholo” Simeone?
Aprovechando los aires veraniegos, divaguemos un poco
sobre lo que un país como el nuestro, hambriento de liderazgos inspiradores,
puede extraer como lecciones desde el lejano ambiente del futbol profesional;
ese donde el líder de moda es un hombre que convirtió a una institución fallida
y destrozada por dentro, en un ejemplo de resurrección y esperanza.
Bajo el liderazgo de Diego “el Cholo” Simeone, el club
Atlético de Madrid no sólo recobró el prestigio perdido, sino que logró obtener
más títulos en sus tres años como entrenador que todos los que el club obtuvo
en los 25 anteriores. ¿Es posible para un Estado como el guatemalteco, que
coquetea con el colapso y el suicidio colectivo, extraer lecciones del
liderazgo de Simeone?
Son cinco las claves de ese liderazgo que, si fueran
adoptadas por nuestros dirigentes, quizá conjurarían el espectro del Estado
fallido. La primera clave es creer que se puede. El Cholo encontró un Atlético
de Madrid en decadencia, con una dirigencia corrupta y sin credibilidad,
financieramente deficitario y con muy escasos logros (hasta con un descenso
breve a segunda división). Algo parecido a nuestro país.
El Cholo, que había conocido otro Atlético distinto
(luchador en las adversidades, capaz de hacerle frente a los más grandes –con
muchos menos recursos- y orgulloso de su historia), le inyectó a jugadores,
dirigentes y afición un espíritu de optimismo, de fe en sí mismos e ilusión
compartida. Y les dijo a todos que “el que no crea, que no moleste”. Cuánto
bien le haría a Guatemala, sumida en la anomia y el cinismo colectivo, un
liderazgo que nos hiciera creer que podemos ser un país exitoso; que podemos
ser una sociedad más próspera y solidaria; que podemos decirle al que no quiera
compartir esa fe que no moleste.
La segunda clave es el trabajo en equipo. Simeone
encontró un club dividido en facciones, donde cada quien se conformaba con dar
lo mínimo y nadie confiaba en nadie. Parecido a la Guatemala de hoy. Pero el
Cholo, así como inyectó optimismo, también infundió una buena dosis de
realismo: sólo el trabajo duro produce frutos; sólo con perseverancia se puede
mejorar. Contrario a lo que prometen los políticos tercermundistas, no hay
soluciones mágicas. Eso significa, lo mismo para un club de futbol que para una
sociedad, que el trabajo en equipo implica que cada quién haga lo que le toca y
contribuya con lo que el otro hace.
La tercera clave es la ilusión por ganar. El Atlético
que encontró Simeone se arrastraba en la mediocridad de la media tabla; y, ante
la frustración generalizada, tenía más de diez años de no vencer a su más
acérrimo rival (el otro equipo de Madrid). Como Guatemala, que tiene años de no
salir de los peores lugares en los índices de desarrollo humano, de
competitividad o de transparencia. Pero el Cholo devolvió la ambición a su equipo, les inculcó un estilo y unas
señas de identidad a las cuales se aferraron
hasta lograr el éxito. Eso sí, con flexibilidad, dispuestos a adecuarse a las
circunstancias, sin perder de vista su objetivo: ser tan competitivo como los
otros y, de paso, vencer de nuevo –y repetidamente- a su rival histórico.
La cuarta clave es ir partido a partido. Al sumar fe,
trabajo y ambición, resulta importante ahuyentar los fantasmas del pasado tanto
como los del futuro. Lo que importa es el próximo partido; no el de ayer ni el
de mañana. Para Guatemala, eso significaría dejar en el pasado los traumas de
la confrontación y no angustiarse porque otros países nos lleven la delantera;
concentrarnos en lo problemas de hoy: la corrupción, la desnutrición y la
debilidad institucional. Si vamos partido a partido podemos mantener la visión
de largo plazo pero centrando los esfuerzos en los temas urgentes del momento.
La quinta clave es pasión y orgullo. Simeone sabía cuando llegó como
entrenador que, pese a sus horas bajas, el Atlético de Madrid era un equipo
altivo, de arraigo y tradiciones; con un pasado del cual enorgullecerse y con
una base social valiosa. Como Guatemala, pues. Y a partir de ese orgullo y de
esa base pudo recobrar la dignidad y obtener éxitos, partido a partido. Quizá
reflexionando sobre estas trivialidades durante el descanso de Semana Santa,
podamos ser capaces de pensar que con un liderazgo de ese estilo tal vez Guatemala tendría un mejor futuro.
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