La calificadora Standard & Poor’s decidió mantener la calificación
de Guatemala en BB, con perspectiva estable
La debilidad de la economía, los elevados niveles de
pobreza y la fragmentación del sistema político –que ha sido incapaz de aplicar
las políticas y de acopiar los recursos necesarios para acelerar el crecimiento
económico- son las tres principales razones por las cuales Guatemala no logra
mejorar sus prestaciones ante los ojos de productores, analistas e
inversionistas internacionales. Eso al menos es lo que indica la calificadora
Standard & Poor’s –S&P-, que en su más reciente evaluación del país
(publicada hace algunos días) decidió mantenernos la calificación de BB, con
perspectiva estable.
Según S&P, la imposibilidad de crecer más
rápidamente a la economía nacional, es decir, los factores que constriñen su
potencial productivo, tienen que ver con la escasísima inversión pública en
infraestructura (que resta efectividad a la producción y distribución de
bienes), la baja calidad del capital humano (que hace ineficientes los procesos
productivos) y los elevados niveles de criminalidad (que inhiben la inversión y
el intercambio económico).
Estos tres grandes obstáculos al desarrollo podrían
superarse si el Estado fuera capaz de acopiar más recursos financieros y de
utilizarlos con eficiencia y probidad. Sin embargo, la calificadora hace
hincapié en que la disfuncionalidad existente en el sistema político no permite
que se generen los consensos necesarios para fortalecer la base tributaria y
para mejorar la capacidad, transparencia y efectividad de ejecutar el gasto
público en las áreas prioritarias (infraestructura, salud, educación y
seguridad).
Como en el caso de otras evaluaciones del país, la
reciente calificación de S&P reconoce que la estabilidad de la política
monetaria, aunada al nivel moderado y manejable que presentan tanto el déficit
externo (balanza de pagos) del país como la deuda pública (interna y externa),
son factores que reducen los riesgos económicos y minimizan el peligro de que
las debilidades económicas estructurales degeneren en crisis financieras o de
gobernabilidad.
Sin embargo, esas fortalezas en materia de estabilidad
macroeconómica son claramente insuficientes para generar, por sí mismas, un
mayor crecimiento de la producción. Los expertos de S&P enfatizan que las
posibilidades de crecimiento a largo plazo de Guatemala dependen de la habilidad
del gobierno y del sector privado de alcanzar un consenso sobre las medidas
necesarias para aumentar los ingresos tributarios (cuyo nivel actual, inferior
al 12% del PIB, es uno de los más bajos de los países a los que califica
S&P) y su uso responsable.
En tanto se mantenga esa precariedad en los ingresos
gubernamentales (y en su utilización), no será posible proveer los servicios
públicos básicos y la infraestructura física que la población demanda, sin
incurrir en elevados déficit fiscales. La calificadora reconoce que una mejora
en los ingresos del Estado podría darse no sólo con una reforma tributaria,
sino también mediante una reforma organizacional que fortalezca a la
Superintendencia de Administración Tributaria, en virtud de que han sido las
debilidades administrativas de este ente las que más han impedido que se hayan
producido los resultados que se esperaban luego de la reforma fiscal aprobada
en 2012.
Afortunadamente, ante la inminencia del proceso
electoral de 2015, S&P no atisba ningún acrecentamiento de los riesgos
políticos o económicos. Debe destacarse la confianza de la calificadora en que
durante la contienda electoral no correrá peligro el consenso existente (a lo
largo del espectro político y empresarial) en cuanto a mantener la disciplina
macroeconómica en aras de mantener la estabilidad alcanzada en los últimos
lustros y que ha sido respetada por todos los gobiernos, independientemente de
su tinte ideológico (si tal cosa existe).
Pero a pesar de la referida tradición de estabilidad económica,
Guatemala sigue siendo percibida como un país vulnerable a los vaivenes de la
economía de los Estados Unidos de América y a otros shocks externos. Pero más
importante que eso, es que somos vulnerables a nuestra propia incapacidad de
ponernos de acuerdo sobre el rol fundamental que tiene el Estado para combatir
de manera efectiva a los verdaderos enemigos del desarrollo nacional: la falta
de seguridad, de salud, de educación y de infraestructura.
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