La corrupción es, sin duda, el tema
subyacente en la mayoría de problemas de la vida pública del país
La profesión más peligrosa del mundo es ser chofer de
autobús en Guatemala: sólo en lo que va del año han asesinado a 80 pilotos y
ayudantes de camioneta. Y estas cifras aumentan año con año, desde hace más de
una década. En ninguna nación civilizada del planeta existe un precedente
similar. Detrás de esta vergonzosa tragedia existen varias causas, como las
extorsiones, las maras, la desidia de las autoridades municipales, o la
ineficiencia policíaca y de inteligencia civil. Pero lo que distingue a
Guatemala de otros países es el origen del botín: el gigantesco monto del
subsidio (más de Q300 millones anuales) que de manera obscura y evidentemente
ineficiente reciben del fisco las empresas de transporte público. La corrupción
aquí es, sin duda, un tema subyacente.
El sistema penitenciario no sólo está colapsado, sino
que se encuentra de hecho “privatizado” en manos del crimen organizado. Esto se
explica en parte por la falta de recursos humanos, técnicos y financieros del
sistema. Pero se explica más por las intrincadas redes de negocios ilícitos que
lo infestan; es decir, por la corrupción que allí impera.
La cultura, que es una de las riquezas potenciales más
grandes del país –capaz de generar ingresos, empleos, cohesión social y
bienestar general- ocupa el último lugar en las prioridades del ministerio
responsable, donde se prefiere privilegiar la compra y reparto de pelotas y
uniformes o el alquiler de juegos de feria mecánicos porque aparentemente allí
es donde está el negocio. El problema no es si el ministro del ramo es culto o
si los recursos son escasos, sino la falta de visión y transparencia en la
administración de los mismos.
Los tribunales de justicia (un pilar para que las
sociedades y los mercados prosperen) no son, en general, confiables para los
guatemaltecos que los ven como un enorme y lento bazar de favores, influencias
y canonjías. Además del inadecuado marco legal o del insuficiente presupuesto
que afectan al Organismo Judicial, la corrupción es un aspecto que surge claro
en cualquier diagnóstico del sector.
Los hospitales públicos están colapsados, sin medicina,
sin estructura y sin sentido. No sólo la profunda disfuncionalidad
administrativa del ministerio del ramo o su insuficiencia presupuestaria
explican el desastre. El colosal y turbio negocio de las medicinas es la
principal fuente de distorsiones en la gestión de la salud pública, donde el
asunto de fondo es uno de sobornos y cohechos.
Las escuelas públicas son escasas y muchas se
encuentran en condiciones precarias, al tiempo que los exámenes estandarizados
reportan un pésimo desempeño de los estudiantes que sufren de una bajísima
calidad en la enseñanza. No sólo la escasez de presupuesto para la construcción
de escuelas o la baja calidad del magisterio o sus pésimos salarios explican
las penas de la educación, sino también la sospechosamente ineficaz y borrosa
manera en que se construyen las escuelas (como la mayoría de obras públicas) o
en que se asignan las plazas magisteriales explican el estado ruinoso del
sector educación.
Las municipalidades y los consejos de desarrollo
reciben la cuarta parte del presupuesto del Estado, sin que lo inviertan en
rubros prioritarios que se alineen con las políticas públicas de salud,
educación, seguridad e infraestructura. Estas voluminosas transferencias
presupuestarias se han convertido en el principal objeto del deseo de alcaldes
y gobernadores para fines (políticos o personales) ajenos al bien público.
También aquí yace implícito un problema de corrupción.
El nefasto común denominador de la mayoría de problemas que afectan la
vida pública del país es la corrupción. Por eso apena que el liderazgo social y
empresarial del país (independientemente de diferencias ideológicas) no se
centre en vigilar y repudiar la corrupción que como un cáncer que consume los
escasos recursos tributarios. Por eso aflige que la próxima elección de
Contralor General de Cuentas siga siendo un mercado de influencias y no augure
un buen futuro para esa institución clave de la república. Por eso angustia que
la Política Criminal acordada recientemente por los tres organismos del Estado
y el Ministerio Público para 2015 excluya por completo –inexplicada e
inexplicablemente- el combate a la corrupción como una prioridad impostergable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTARIOS DE LOS LECTORES: