viernes, 6 de junio de 2014

Pobreza y Crecimiento Económico

La clave para reducir la pobreza y mejorar los niveles de vida (materiales, claro está) radica en la productividad

La pobreza es un fenómeno que se aprecia a simple vista: no hay lugar a equívocos cuando vemos a una persona o a una familia que carece de recursos o habilidades suficientes para cubrir sus necesidades básicas. Lo difícil es definirla y cuantificarla porque, a fin de cuentas, la pobreza es en gran medida algo relativo: se es más o menos pobre en relación con otros o con algún parámetro.
No es lo mismo ser un pobre en Suecia que serlo en Mozambique. Y es posible que alguien que hoy es inequívocamente pobre, tenga condiciones de vida (acceso al conocimiento, a otras culturas, a alimento y vestido de calidad, a servicios médicos y expectativa de vida) mucho mejores que las de alguien que hace doscientos años pertenecía la clase media.
En los Estados Unidos, cualquiera con ingresos menores a US$30 diarios es catalogado como pobre, pues cualquier ingreso inferior a ese monto se considera inadecuado para  cubrir sus necesidades fundamentales. Otros países desarrollados establecen sus parámetros de pobreza en términos relativos: un incremento en el ingreso de los más ricos deriva en mayor pobreza si el ingreso de los demás permanece inalterable.
En Guatemala, de acuerdo con la medición del Instituto Nacional de Estadística, se considera pobre a toda persona que, aunque alcance a cubrir el costo mínimo de alimentos, no cubre el costo adicional para otros bienes básicos, lo que implica que su consumo anual no supera los Q9031. Una medida más estándar a nivel mundial indica que es pobre aquél cuyo consumo es menor a US$1.25 diarios (esta cifra refleja el promedio de líneas de pobreza de los 15 países más pobres del mundo).
Con base en este último parámetro, las estadísticas revelan que el porcentaje de pobreza en el mundo (la cantidad de personas bajo la línea de pobreza como proporción del total de la población) se ha reducido a la mitad: de 43% en 1990 bajó a 21% en 2010.
¿Por qué se redujo tanto la tasa de pobreza en el mundo? La respuesta –aunque pueda molestar a los escépticos de los conceptos económicos y del mercado- es que es reducción es primordialmente resultado del crecimiento económico acelerado que en el pasado cuarto de siglo han exhibido algunas de las mayores economías en vías de desarrollo. Entre 1981 y 2001, China sacó a 680 millones de personas de la pobreza a fuerza de crecimiento económico. Desde 2000, otras economías en desarrollo que aceleraron sus tasas de crecimiento lograron sacar de la pobreza a otros 280 millones.
Por desgracia, no todos los países subdesarrollados han tenido ese grado de éxito (en Guatemala, decepcionantemente, el porcentaje se redujo sólo de 62% en 1989 a 54% en 2011). Y la forma en que se distribuye el crecimiento también importa: en un país con grandes desigualdades en el nivel de ingresos, cada punto porcentual de aumento del PIB será menos efectivo que en un país con mayor igualdad.
En todo caso, la clave para reducir la pobreza y mejorar los niveles de vida (materiales, claro está) radica en la productividad. En el largo plazo los habitantes de un país sólo pueden hacerse de un flujo creciente de bienes y servicios mediante el aumento de lo que cada trabajador puede producir (es decir, su productividad).
Dado que cada quetzal de producción genera un quetzal de ingresos, cuando en la economía aumenta el producto per cápita (productividad), se produce un aumento equivalente en el ingreso per cápita. En la medida en que la desigualdad no se profundice, el aumento en la productividad redundará en una mejora en los niveles de vida y en el bienestar (material) de la población, así como en la paz social y, consecuentemente, en el clima de negocios.
La experiencia de los países que han reducido rápidamente la pobreza demuestra que el crecimiento económico es una condición indispensable para lograrlo, y que el aumento en la productividad es el factor clave de tal esfuerzo. También demuestra que para que aumente la productividad se requiere tanto de mejoras en la educación y la salud de los habitantes, como de un aumento simultáneo en el capital físico (infraestructura y comunicaciones) e institucional requerido para producir con eficiencia. Todo ello sin descuidar los aspectos de equidad necesarios para darle viabilidad política y apoyo social a las políticas de crecimiento pro mercado.

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