viernes, 25 de abril de 2014

Ideología y Política Económica

El punto de  cualquier política económica efectiva es que distintas situaciones requieren de diferentes respuestas del gobierno. La ideología puede ser útil para orientar, pero el pragmatismo es esencial para acertar.
El reciente debate en diversos medios de comunicación nacional en torno al liberalismo ha resultado sano y positivo, entre otras razones porque ha permitido evidenciar que dicha doctrina política, económica y social no es uniforme ni granítica, sino que está compuesta de muchas escuelas y matices. Y lo mismo sucede con el socialismo.
En materia de políticas públicas, y de política económica en particular, los fundamentos ideológicos pueden ser útiles si sirven de referencia para tomar decisiones con base en ciertos principios básicos como, por ejemplo, el libre mercado, la propiedad privada, la libertad contractual, la estabilidad y el respeto a las instituciones que dan sustento a tales principios.
Pero la política económica es un arte que también requiere de un prudente grado de pragmatismo que matice los aspectos ideológicos. Por ejemplo, una economía de mercado no siempre está exenta de perturbaciones, tanto externas como inherentes al sistema, que afectan su funcionamiento y hacen que el mercado experimente fallas, lo cual da lugar a que el Estado intervenga más allá de sus obligaciones esenciales de proveer seguridad, justicia y servicios básicos.
El punto de  cualquier política económica efectiva es, precisamente, que diferentes situaciones requieren de diferentes respuestas del gobierno: unas veces conviene reducir los impuestos y las regulaciones, otras veces procede aumentarlos. La política económica no es una ideología de absolutos, a diferencia de las diversas formas de fundamentalismo de mercado o sus equivalentes por el flanco izquierdo.
Por ejemplo, las ideas de Maynard Keynes, que habían caído en desgracia en las décadas de 1980-1990, volvieron a ponerse de moda con la reciente crisis financiera de 2007-09. Keynes, un economista británico que asesoró a distintos gobiernos y líderes políticos, favoreció la austeridad en los tiempos de auge económico, tanto como el estímulo económico en tiempos de vacas flacas (aunque algunos de sus discípulos se centraron sólo en esto último). Su pragmatismo le valió las críticas de los académicos que (como Hayek) estaban en el extremo más purista del libre mercado, así como la animadversión de los ideólogos marxistas y fascistas del extremo pro-estatista.
De hecho, aunque opuestos en muchos puntos, tanto Keynes como Hayek podían ser calificados como liberales (de distintas escuelas) a quienes les disgustaban los regímenes autoritarios comunistas y fascistas. Keynes estaba de acuerdo con Hayek en que el fascismo no era un antídoto saludable contra el comunismo (a diferencia de lo que muchos de sus contemporáneos pensaban), sino que era igualmente peligroso para el liberalismo. Y aunque Keynes creía que la intervención del estado podía justificarse en algunas circunstancias, también creía que los gobiernos debían demarcar una frontera más allá de la cual no pudieran intervenir, una lección que sigue siendo tan relevante ahora como entonces.
Decir que Keynes era "mercantilista" es una exageración tan crasa como llamar "socialismo" a cualquier tipo de regulación. Keynes nunca se desvió de la creencia en el libre comercio como la mejor política para el crecimiento en el largo plazo, aunque en algunos episodios defendió el uso temporal de aranceles; y cambió de opinión muchas veces sobre otros temas también (por ejemplo, sobre el movimiento de capitales transnacionales). Pero uno de los temas sobre los que nunca cambió de opinión fue sobre la importancia central de la estabilidad macroeconómica para lograr el progreso. Keynes, que no profesó ningún credo económico específico, era más pragmático de lo que sus críticos y sus discípulos aceptan, sostenía no había una única teoría económica eficaz en toda circunstancia, debido a que la estructura económica muta más rápidamente que, por ejemplo, el mundo natural y sus sistemas.
La economía es una disciplina técnica que diseña modelos de cómo funciona el mundo real y, al mismo tiempo, es un arte en el que se eligen los modelos más relevantes para influir sobre ese mundo mediante medidas de política económica. Para ejercer ese arte se necesita menos de activistas o de ideólogos, y más de economistas capaces de observar el mundo contemporáneo y elegir los modelos y las herramientas de política que mejor propicien el progreso y el bienestar.

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