En las actuales circunstancias, es de crucial importancia que el gobierno extreme
las medidas para mantener la prudencia en el gasto público
La semana pasada se aprobó una aplicación de Q1.5
millardos al techo de gastos del Presupuesto del Estado. La aprobación se logró
con gran rapidez y un inusitado consenso entre las bancadas, estimuladas quizá
por la presión de las marchas callejeras y bloqueos de carreteras del gremio
magisterial. Tan velozmente se aprobó la ampliación presupuestaria, que no se
pudo determinar con exactitud cuál será la fuente de ingresos que financiará
dicho gasto, cuyo destino es pagar aumentos salariales a maestros y empleados
del Ministerio de Salud Pública.
Tal vez la omisión de dicha fuente de financiamiento obedezca
a que en el Congreso se espera que la SAT logrará tener éxito en mejorar la
recaudación y obtener la ambiciosa meta acordada con el Ejecutivo. Pero ello no
será nada fácil, pues para lograr dicha meta los ingresos tributarios deberían
aumentar a una tasa extraordinariamente dinámica, lo cual es improbable debido
no sólo a que la mejoras en la recaudación derivadas de la reforma tributaria de
2012 tuvieron su mayor efecto en 2013 (o sea que en el presente año no podrían
volver a crecer igual), sino también a que las ineficiencias que presenta la
recaudación en las aduanas son de una enorme magnitud.
En efecto, el año pasado el valor de las importaciones
creció 4%, mientras que el valor de lo recaudado por IVA sobre importaciones se
mantuvo estático. Más grave aún: la recaudación por concepto de aranceles
(sobre importaciones) cayeron en más de 15%, reducción mayor a la que se
justificaría por la reducción de derechos arancelarios derivada de la antedicha
reforma tributaria de 2012.
Lo anterior implica que el aumento en el techo de
gasto presupuestario recién aprobado va a implicar que el déficit fiscal
aumente, lo cual es más preocupante de lo que parece a primera vista. Veamos. En
el entorno de los analistas que, tanto en los organismos financieros
internacionales como en las calificadoras de riesgo, existe un consenso en cuanto a que el déficit fiscal se
vuelve preocupante cuando su tamaño causa un aumento de largo plazo en el saldo
de la deuda pública como proporción de la producción nacional. Esta proporción
–o carga de la deuda- es una medida gruesa de la capacidad que tiene el país de
pagar la deuda nacional; si esta carga sigue creciendo, en algún momento la
economía no tendría suficiente PIB para pagar la deuda, lo que produciría una enorme
crisis, como la que hoy aqueja a los países de la Europa Mediterránea.
Aunque en Guatemala la carga de la deuda no ha
superado en años recientes el 25% del PIB, diversos estudios dan cuenta de que,
para que dicho porcentaje no aumente insosteniblemente, el déficit fiscal anual
debe mantenerse en niveles que no excedan del equivalente a 2% del PIB. Por
ello resulta preocupante que, con la ampliación presupuestaria recientemente
aprobada, sea muy probable que el déficit fiscal se eleve este año a un nivel
equivalente al 2.4% del PIB, cifra que es muy peligrosa por varias razones.
La principal razón para preocuparse es que ello
significa un retroceso en el proceso gradual de reducción del déficit al que el
país se había comprometido tácitamente ante los mercados financieros a raíz de
en 2009 y 2010 el gobierno aplicó una política fiscal moderadamente anti-cíclica
(expansiva) para contrarrestar los efectos recesivos de la crisis mundial. La
idea original detrás de tal política es que fuera estrictamente temporal: el
déficit debía reducirse gradualmente del pico de 3.3% del PIB en 2010, a sus
niveles históricamente sostenibles de menos de 2%. Eso se había venido
cumpliendo (lenta pero sostenidamente) hasta reducir el déficit a 2.2% en 2013.
Si se produce el referido retroceso en el proceso de reducción del
déficit, se enviaría un mensaje muy negativo a los mercados internacionales
sobre la seriedad de las políticas macroeconómicas del país. De ahí la
importancia de que el gobierno extreme las medidas de prudencia en el gasto
público para evitar tal escenario. De lo contrario, las consecuencias negativas
del aumento en el déficit fiscal pueden ir desde un incremento a corto plazo en
el costo del financiamiento externo (no sólo para el gobierno, sino también
para las empresas), hasta una eventual salida de capitales y una reducción en
el crecimiento económico. Urge prudencia en el gasto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTARIOS DE LOS LECTORES: