viernes, 17 de enero de 2014

De Cara al Tercer Año

Ha concluido la primera mitad del periodo gubernamental. En materia de política económica, no es necesario recurrir a mega-soluciones ni a políticas súper-innovadoras para sacar adelante al país

El tercer año de cada gobierno, como el que se inicia hoy, ha sido decisivo en la era democrática para que la respectiva administración defina su legado en materia de política económica. A estas alturas de su mandato, las autoridades electas ya saben aquilatar cuáles son sus verdaderas posibilidades y fortalezas, así como las restricciones que enfrentan. Puestos a elegir las áreas en las cuales enfocar los esfuerzos en la segunda mitad de su gestión, el reto más difícil es el de abandonar la tentadora y facilona visión de corto plazo que busca obtener réditos electorales y adoptar en cambio un enfoque de Estado en función de dejar un legado perdurable a la Nación.
Una vez superado ese reto crucial, no es necesario recurrir a mega-soluciones ni a políticas súper-innovadoras para sacar adelante al país y dejar una huella trascendente. Aunque es difícil de aceptar, nada de lo que haga el gobierno hará que la economía crezca más allá de un 3.5% anual en los dos próximos años, pues esta es la lentísima velocidad a la que, en el mejor de los casos, puede aspirar a crecer nuestra economía que cada día se rezaga más respecto de otras economías similares que sí han hecho sus tareas.
Esas tareas requieren simplemente de administrar la cosa pública con perseverancia, paciencia, disciplina y enfoque en los temas fundamentales. La priorización de la acción pública en las áreas clave pasa, en primer lugar, por propiciar un ambiente adecuado para que los guatemaltecos tomen decisiones económicas razonables. Ello implica un mínimo de condiciones de seguridad, justicia y gobernabilidad.
En efecto, la criminalidad desenfrenada desincentiva las inversiones, incrementa los costos operativos de las empresas y desvía gastos de gobierno que podrían usarse para atender otras necesidades económicas y sociales. Ello demandará acciones en materia de fortalecer a la policía y a los tribunales, así como de profundizar la línea de política exterior que impulse un tratamiento alternativo para combatir el narcotráfico, primera causa del crimen organizado. La gobernabilidad también demandará esfuerzos para tener un Organismo Legislativo eficiente e independiente del Ejecutivo, como debe ser en una República.
En segundo lugar, la estabilidad macroeconómica de la que hemos gozado durante varios años no debe darse por garantizada. Hay que protegerla y fortalecerla evitando caer en déficit fiscales crecientes, impidiendo endeudamientos públicos gravosos y respetando la autonomía del banco central en materia de política monetaria.
La calidad del capital humano (la educación y la salud de la población) es un tercer aspecto que debe privilegiarse en una agenda de Estado: con resultados tan desastrosos como los que muestran las pruebas de calidad educativa publicadas recientemente por el Ministerio de Educación será imposible mejorar a largo plazo la productividad del país. De manera similar, la escasa e inadecuada infraestructura física (especialmente carreteras secundarias) es un cuarto factor que restringe las posibilidades de un crecimiento económico más sano y que, por ello, debe atenderse como prioridad.
Si el Estado no invierte más y mejor en educación, salud e infraestructura, poco se mejorará la productividad requerida para atender los muchos problemas sociales del país; y esa inversión no puede hacerse sin ingresos fiscales, por lo que una quinta área de prioridad debe ser la simplificación del sistema tributario y la ampliación de su base, en parte mediante la inclusión de la economía informal al circuito tributario.
Finalmente, es menester reducir la frustración social respecto de la calidad de los servicios públicos y las ineficiencias del Estado para lograr la paz social que se necesita para lograr un buen desempeño económico. Ello exige, urgentemente, reducir los enormes niveles de corrupción con medidas concretas y tangibles que trasciendan los discursos electorales.
Poner los pies sobre la tierra, trabajar con perseverancia y enfocarse en estas seis áreas prioritarias (seguridad y clima de negocios; estabilidad macro; capital humano; infraestructura de comunicaciones; ingresos fiscales; y, transparencia y anticorrupción) es la clave para construir una política económica coherente y perdurable que se constituya en un auténtico legado para el país.

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