sábado, 11 de enero de 2014

El Otro Color de la Economía

Vuelvo a la carga con la urgente necesidad de hacer conciencia sobre el gigantesco valor económico y potencial de desarrollo que tiene la cultura para nuestro país. En esta ocasión, me refiero a un libro que contribuye a explicar el aún desconocido aporte de la cultura al desarrollo de las naciones latinoamericanas
Cualquier persona con un nivel elemental de educación sabe que la cultura y sus expresiones (la música, la pintura, las artesanías, la literatura, la danza, las fiestas populares, etcétera) tienen un enorme valolr por el efecto positivo que ejercen sobre los individuos (en sus emociones, en su espíritu y en su intelecto) y sobre los conglomerados (como factor de cohesión social). Sin embargo, existe una gran ignorancia sobre el valor económico de la cultura y, en consecuencia, sobre su enorme potencial como fuerza generadora de riqueza, de empleos, de intercambios comerciales y de bienestar material.
Ese potencial económico y social es particularmente importante para países como Guatemala, donde existe una vibrante vida cultural cuyo aporte al desarrollo económico y social no se ha aquilatado aún en su justa (y gigantesca) medida. Por ello resulta muy oportuna la reciente publicación del libro “La Economía Naranja: una Oportunidad Infinita”, que busca contribuir al debate y a hacer conciencia en Latinoamérica sobre el aún desconocido aporte de la cultura al desarrollo de nuestras naciones. El libro, escrito por Felipe Buitrago e Iván Duque, fue publicado a finales de 2013 por el Banco Interamericano de Desarrollo y está disponible para su descarga gratuita en el sitio web del BID (www.iadb.org).
Dado que existen múltiples opiniones sobre qué es cultura y qué actividades integran la economía de la cultura, los autores del libro decidieron agrupar en el concepto de “Economía Naranja” a todo el conjunto de actividades que, de manera encadenada, permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual. Los autores la bautizaron con el color naranja pues éste se ha asociado en diversas culturas a través de la historia con la cultura, la creatividad y la identidad.
Ese gran universo está compuesto por la Economía Cultural (artes visuales, artes escénicas, patrimonio cultural material e inmaterial, educación cultural) y por las Industrias Creativas que incorporan tanto a las Industrias Culturales tradicionales (editorial, audiovisual, fonográfica) como a las de creación moderna (diseño, software de contenido, publicidad), todo lo cual se complementa con las áreas de soporte para la creatividad (investigación e innovación, institucionalidad, marco legal y formación técnica).
El libro está escrito de manera muy atractiva e innovadora, e invita al lector a involucrarse interactivamente en la comprensión de la importancia de la economía cultural y creativa a través de cuadros, infografías, páginas desplegables y vínculos con otros documentos y videos. Pueden encontrarse datos duros y convincentes sobre el rol de la cultura en el desarrollo, basados en fuentes autorizadas como la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), la firma consultora Oxford Economics o la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD).
El libro señala que el 6.1% de todo lo que produce la economía mundial es generado por la “economía naranja”, lo que quiere decir que si ésta fuera un país, sería la cuarta economía del mundo, ocuparía el noveno lugar como exportador de bienes y servicios, y representaría la cuarta fuerza laboral del planeta (144 millones de trabajadores). La actividad cultural en el mundo es 20% más grande que la economía de Alemania o 2.5 veces el gasto militar mundial.
La actividad cultural es, además, una de las más dinámicas de los tiempos recientes: entre 2002 y 2011 la Economía Cultural en el mundo creció 134%. La cultura es, pues, un motor de desarrollo basado en el talento y creatividad de las personas y en el acervo del patrimonio cultural de las naciones, que representa una oportunidad gigantesca para crear una enorme cantidad de empleos dignos para la juventud latinoamericana.
En particular, el caso de Guatemala plantea el desafío descomunal de, primero, cobrar conciencia sobre la importancia de la cultura como factor de generación de progreso y bienestar material y, segundo, de diseñar e impulsar políticas públicas coherentes en el área cultural que aprovechen esa –hasta hoy desperdiciada- riqueza cultural en beneficio de los más pobres y de la construcción de una sociedad más armónica, cohesionada y próspera.

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