Vuelvo a la carga con la urgente necesidad de hacer conciencia sobre el gigantesco valor económico y potencial de desarrollo que tiene la cultura para nuestro país. En esta ocasión, me refiero a un libro que contribuye a explicar el aún desconocido aporte de la cultura al desarrollo de las naciones latinoamericanas
Cualquier persona con un nivel elemental de educación
sabe que la cultura y sus expresiones (la música, la pintura, las artesanías,
la literatura, la danza, las fiestas populares, etcétera) tienen un enorme
valolr por el efecto positivo que ejercen sobre los individuos (en sus
emociones, en su espíritu y en su intelecto) y sobre los conglomerados (como
factor de cohesión social). Sin embargo, existe una gran ignorancia sobre el
valor económico de la cultura y, en consecuencia, sobre su enorme potencial
como fuerza generadora de riqueza, de empleos, de intercambios comerciales y de
bienestar material.
Ese potencial económico y social es particularmente
importante para países como Guatemala, donde existe una vibrante vida cultural
cuyo aporte al desarrollo económico y social no se ha aquilatado aún en su
justa (y gigantesca) medida. Por ello resulta muy oportuna la reciente
publicación del libro “La Economía Naranja: una Oportunidad Infinita”, que
busca contribuir al debate y a hacer conciencia en Latinoamérica sobre el aún
desconocido aporte de la cultura al desarrollo de nuestras naciones. El libro,
escrito por Felipe Buitrago e Iván Duque, fue publicado a finales de 2013 por
el Banco Interamericano de Desarrollo y está disponible para su descarga
gratuita en el sitio web del BID (www.iadb.org).
Dado que existen múltiples opiniones sobre qué es
cultura y qué actividades integran la economía de la cultura, los autores del
libro decidieron agrupar en el concepto de “Economía Naranja” a todo el
conjunto de actividades que, de manera encadenada, permiten que las ideas se
transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su
contenido de propiedad intelectual. Los autores la bautizaron con el color
naranja pues éste se ha asociado en diversas culturas a través de la historia
con la cultura, la creatividad y la identidad.
Ese gran universo está compuesto por la Economía Cultural
(artes visuales, artes escénicas, patrimonio cultural material e inmaterial,
educación cultural) y por las Industrias Creativas que incorporan tanto a las
Industrias Culturales tradicionales (editorial, audiovisual, fonográfica) como
a las de creación moderna (diseño, software de contenido, publicidad), todo lo
cual se complementa con las áreas de soporte para la creatividad (investigación
e innovación, institucionalidad, marco legal y formación técnica).
El libro está escrito de manera muy atractiva e
innovadora, e invita al lector a involucrarse interactivamente en la
comprensión de la importancia de la economía cultural y creativa a través de
cuadros, infografías, páginas desplegables y vínculos con otros documentos y
videos. Pueden encontrarse datos duros y convincentes sobre el rol de la
cultura en el desarrollo, basados en fuentes autorizadas como la Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), la firma consultora Oxford
Economics o la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo
(UNCTAD).
El libro señala que el 6.1% de todo lo que produce la
economía mundial es generado por la “economía naranja”, lo que quiere decir que
si ésta fuera un país, sería la cuarta economía del mundo, ocuparía el noveno
lugar como exportador de bienes y servicios, y representaría la cuarta fuerza
laboral del planeta (144 millones de trabajadores). La actividad cultural en el
mundo es 20% más grande que la economía de Alemania o 2.5 veces el gasto
militar mundial.
La actividad cultural es, además, una de las más
dinámicas de los tiempos recientes: entre 2002 y 2011 la Economía Cultural en
el mundo creció 134%. La cultura es, pues, un motor de desarrollo basado en el
talento y creatividad de las personas y en el acervo del patrimonio cultural de
las naciones, que representa una oportunidad gigantesca para crear una enorme
cantidad de empleos dignos para la juventud latinoamericana.
En particular, el caso de Guatemala plantea el desafío descomunal de,
primero, cobrar conciencia sobre la importancia de la cultura como factor de
generación de progreso y bienestar material y, segundo, de diseñar e impulsar
políticas públicas coherentes en el área cultural que aprovechen esa –hasta hoy
desperdiciada- riqueza cultural en beneficio de los más pobres y de la construcción
de una sociedad más armónica, cohesionada y próspera.
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