Si aumenta el número de migrantes de los
países pobres hacia los ricos, también aumentará la producción y el bienestar global
A velocidad imprevista está avanzando en el Congreso
de Estados Unidos la muchas veces pospuesta reforma migratoria de ese país, que
puede tener un impacto dentro y fuera de sus fronteras (incluyendo en
Guatemala). La magnitud de ese impacto dependerá de cómo se equilibren los tres
objetivos que persigue la reforma.
El primer objetivo es dar una solución decorosa a la
incierta situación de los once millones de inmigrantes ilegales que viven en
Estados Unidos (que son económicamente necesarios pero políticamente molestos),
mediante un larguísimo proceso de legalización y, eventualmente,
nacionalización. El segundo es reducir el continuo flujo de ilegales (particularmente
los que ingresan cruzando la frontera con México), mediante una enorme
inversión en guardias y sistemas “anti-mojados”. Y el tercero es asegurar un
flujo continuo y controlado de migrantes (económicamente necesarios y
políticamente correctos) mediante el otorgamiento de más visas a trabajadores
calificados (visas permanentes) y no calificados (visas temporales).
Mientras que los dos primeros objetivos son los más
mediáticos y políticamente controversiales, el tercero debería ser tanto o más
importante por sus implicaciones en materia de política migratoria a nivel
mundial. Y es que aunque la migración es percibida como un problema, en
realidad puede ser una oportunidad de mejorar el bienestar general (tanto de
los migrantes como de los países).
Para entender esto debemos partir del hecho de que la
migración (de centroamericanos a Estados Unidos, por ejemplo) se produce
fundamentalmente por un estímulo económico. Diversos estudios demuestran que un
trabajador en Centroamérica percibe la mitad del salario que un trabajador
centroamericano con igual nivel de educación y experiencia trabajando en
Estados Unidos. La mayor parte de esta brecha salarial refleja diferencias de
productividad derivadas de las disparidades en la calidad de la
infraestructura, las instituciones y las competencias. Por más talentoso que
sea un trabajador, no puede replicar el entorno fértil de una economía rica por
sí mismo. En contraste, trasplantar un trabajador a un suelo rico puede
potenciar su productividad: un guatemalteco gana más en Estados Unidos que en Guatemala,
ya que allá puede producir más, gracias a la calidad de la tecnología y las
instituciones estadounidenses.
Lo anterior implica que si aumenta el número de
migrantes de los países pobres hacia los ricos, la producción aumentará
globalmente, lo mismo que el ingreso y el bienestar general. Una investigación del economista Paul Klein estimaba en 2007 que la
plena movilidad laboral podría elevar la producción mundial hasta en un 122%. Además,
la inmigración puede ser una solución al problema de envejecimiento de las
sociedades en los países desarrollados: los trabajadores migrantes pueden
llenar el vacío que deja el creciente número de jubilados. Sin inmigrantes, el
ritmo de crecimiento de los Estados Unidos habría conllevado una aguda escasez
de mano de obra y una consecuente alza de precios.
Por desgracia, muchos ciudadanos de esos países ricos,
y en particular sus sindicatos de trabajadores –en una actitud que no sólo es poco
solidaria, sino también suicida en términos económicos- se oponen a la llegada
de trabajadores inmigrantes que podrían proporcionar las capacidades y fuerza
de trabajo necesarias para fortalecer el desempeño económico de los países
recipiendarios que, a fin de cuentas, conllevaría mejores salarios para todos.
El mundo necesita más, no menos, migración; el tercer objetivo de la
reforma migratoria estadounidense (ordenar el flujo migratorio) es, pues,
positivo. Pero mientras subsistan enormes disparidades de riqueza y
productividad en el mundo, y en tanto persista el hambre, la pobreza y la
inseguridad en el Tercer Mundo, la migración –legal o clandestina- será parte
de la economía global. Por lo tanto, el segundo objetivo de la reforma, que
implica endurecer los controles contra la inmigración ilegal, resulta
indeseable, no sólo para los migrantes que arriesgarán aún más su integridad
física, económica y moral ante el previsible empeoramiento de las estrategias
de los “coyotes”, sino también para las desequilibradas arcas fiscales del Tío
Sam y, en consecuencia, para el bienestar de sus conciudadanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTARIOS DE LOS LECTORES: