sábado, 27 de abril de 2013

Venezuela y Su (Muy) Lento Progreso


Comparado con otros países de la Región, los logros del modelo venezolano se ven francamente modestos
 Los casi 14 años que Hugo Chávez gobernó en Venezuela despiertan pasiones, a favor y en contra, que dificultan evaluar objetivamente el legado que el popular coronel golpista ha dejado a sus ciudadanos. Sin embargo, una rápida revisión de algunos indicadores (cifras oficiales, puras y duras) puede ayudar a esclarecer los logros del chavismo en materia económica y social, en comparación con otros países latinoamericanos que no han seguido las recetas del “socialismo del siglo XXI”.
El modelo chavista se caracterizó por una creciente intervención del Estado en la economía. Se estima que desde 1999 el gobierno venezolano expropió o nacionalizó más de dos mil empresas y propiedades de todos los sectores y tamaños. Otra política fue la de fijar precios de alimentos, alquileres y medicinas. El bolívar fue devaluado cinco veces y en paralelo se establecieron cupos para la entrega de divisas. Este modelo es, claramente, distinto del aplicado en Brasil, Chile, Colombia o México, más favorables a la empresa privada, la libre competencia y los mercados. ¿Ha tenido más éxito el modelo venezolano?
En términos de estabilidad, resulta claro que Venezuela –con una inflación promedio de 22.5% anual entre 1998 y 2012- ha sido mucho más inestable que, por ejemplo, Colombia (6.4% de inflación promedio anual en el mismo periodo) o Perú (2.9%). La elevada inflación venezolana significó un terrible costo para los sectores más pobres de su población, y una distorsión enorme que de las decisiones económicas que las hizo más ineficientes. El tipo de cambio, por su parte, se devaluó en un 662% en Venezuela desde 1998, mientras que el colombiano lo hizó hecho en 12% y el peruano más bien se revaluó revaluado en 19%.
El crecimiento anual de la producción en esos 14 años fue de 2.8% en Venezuela, menor al 3.4% de Colombia y al 4.9% en Perú. En otras palabras, el modelo chavista permitió que la economía sea hoy 42% mayor que la de 1998, lo cual es positivo, pero menos eficiente que lo sucedido en Colombia o Perú, donde las respectivas economías son ahora 51% y 73% más grandes hoy que hace 14 años.
La deuda pública externa creció 229% en Venezuela en ese periodo, mientras que en Colombia lo hizo en 114% y en Perú en 53%, lo que revela el alto grado de dependencia económica del modelo chavista en comparación con sus vecinos. Ello permitió a los colombianos aumentar sus reservas monetarias internacionales hasta los US$37 millardos (328% de aumento en el periodo), y a los peruanos alcanzar los US$64 millardos (564% de aumento), mientras que Venezuela sólo las aumentó en 101% (hasta los US$30 millardos) en esos 14 años.
La inversión extranjera directa hacia Venezuela acumuló unos US$15.3 millardos entre 1999 y 2011, mientras que hacia Perú acumuló US$48.3 millardos y hacia Colombia, US$50.3 millardos, lo que evidencia lo poco atractivo que son para los inversionistas las políticas chavistas.
El modelo venezolano depende del petróleo, cuyos ingresos se dedican a financiar un elevado gasto público. Chávez defendió esto diciendo que "el socialismo del siglo XXI" convirtió a Venezuela en "el país menos desigual del continente”. Varios indicadores confirman el avance social, que no dista mucho del de sus vecinos. La tasa de desempleo promedio en Venezuela fue de 11.6%, algo menor que la de 12.4% de Colombia, y mucho mayor que la de 8.5% de Perú. La desigualdad en la distribución del ingreso, medida por el coeficiente de Gini, mejoró en Venezuela (de 0.498 en 1999 a 0.397 en 2011), pero eso también lo logró el antagónico modelo peruano (que lo redujo de 0.545 a 0.452), aunque no tanto el colombiano (de 0.572 a 0.545).
Puestos a escoger, el modelo peruano resulta más atractivo, pues ha logrado (callada la boca) mejores resultados, sin los elevados costos en eficiencia y paz social del modelo chavista, cuyas características ha resumido muy bien el nicaragüense Sergio Ramírez en un reciente ensayo: “Un gobierno populista crea satisfacciones paliativas en la población que se transforman en apoyo electoral, pero al costo de degradar la dignidad de los electores con donaciones, subsidios y regalías. Pero estas políticas ni resuelven el problema de la democracia, que más bien debilitan, ni resuelven el problema del desarrollo económico sostenible”.

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