viernes, 12 de octubre de 2012

¿Una Economía Positiva?

Surgieron propuestas concretas que pueden aportar a la solución de los desafíos que enfrenta la economía

El mes pasado tuvo lugar en Le Havre, Francia, el LH Forum donde se lanzó el Movimiento por una Economía Positiva. El evento, patrocinado por el Grupo Planet Finance –una organización internacional que promociona las microfinanzas entre los más pobres- fue inaugurado por el presidente francés, Francois Hollande, y reunió a un destacado número de académicos, empresarios, políticos, sindicalistas y activistas que compartieron su visión respecto de la manera en que la economía podría trascender su visión utilitarista y contribuir a la solución de los problemas de la sociedad.
En el Foro resultó evidente que el concepto de Economía Positiva no está aun claramente definido, pues aún es una idea en proceso de construcción, alrededor de la cual se busca que la actividad empresarial tenga un impacto positivo en la protección y valoración del capital humano y del capital ambiental de la sociedad. En una secuencia variada de expositores, fueron desfilando en Le Havre una serie de ideas de varios sabores y colores. Si bien es cierto que se repitieron, inevitablemente, los lugares comunes, discursos sentimentalistas y propuestas vagas que suelen presentarse en este tipo de eventos (“hay que cambiar el modelo centrado en el interés particular”, “un nuevo paradigma económico es necesario”, o “impulsemos una economía menos individualista y más solidaria”), también lo es que surgieron ideas y propuestas prácticas y concretas que bien pueden aportar a la solución de los desafíos que enfrenta la economía moderna respecto de la exclusión social y el deterioro ambiental.
Hubo una especie de consenso en torno a la importancia de las empresas como eje en torno al cual gira la economía moderna: es a través de ellas como mejor puede lograrse el impacto positivo que la actividad económica puede tener en la sociedad. Al respecto se presentaron casos inspiradores como el de la Corporación B, una iniciativa empresarial estadounidense que, basada en la convicción de que las empresas son la fuerza más poderosa para el progreso de cualquier sociedad, certifica a aquellas que sobresalen por su compromiso y resultados sociales y ambientales.
El intercambio de opiniones y experiencias entre los participantes permitió vislumbrar la evolución que habrán de tener conceptos como el de la Responsabilidad Social Empresarial, o el concepto mismo de empresarialidad como una forma efectiva de solventar los problemas sociales de la pobreza, la desigualdad y la exclusión. Se hizo claro que el estado de derecho y los marcos regulatorios son esenciales para, entre otros objetivos, potenciar los efectos económicos y sociales de las “empresas sociales” (esas organizaciones que no son ONGs pero que tampoco buscan la maximización de utilidades como su fin principal).
Entre las ideas discutidas en el Foro se recalcó el potencial de las microfinanzas para ayudar a superar la pobreza a través de la empresarialidad. Se presentaron historias inspiradoras sobre el impacto humano y positivo que pueden generar no solo las empresas sociales sino las empresas convencionales (incluyendo transnacionales como Renault, KPMG, Café Illy o GDF-Suez). Se concluyó que el llamado “comercio justo” no puede ser viable si no es a través de empresas económicamente sostenibles. Se identificó a la innovación como un factor clave para un modelo social incluyente, siempre que los innovadores se vuelvan también emprendedores. Se reflexionó sobre las dos claves del éxito empresarial –capital y conocimiento- y sobre cómo la búsqueda de utilidades, sin ser un fin en sí misma, puede apuntalar dicho éxito.
Dos lecciones centrales del Foro: primero, que si se tiene la perspectiva adecuada de largo plazo, no tiene por qué existir contradicción entre la búsqueda de utilidades y el equilibrio del capital humano y del ambiental; segunda, que la existencia de instituciones robustas, funcionales e incluyentes (como la igualdad ante la ley, el estado de derecho, la libertad de empresa y la democracia misma) es una condición necesaria para una Economía Positiva en cualquier país. La nueva Economía Positiva –si llega a materializarse- solo podrá realizarse sobre la base de instituciones viables: las empresas (el agente clave de la economía positiva) no pueden surgir ni progresar en ausencia de instituciones confiables.

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