§ POLÍTICAS PÚBLICAS
LOGROS EN RIESGO
La principal amenaza para que los logros iniciales del gobierno puedan dar frutos en el tiempo, es la percepción creciente de
debilidad institucional y de corrupción generalizada
En sus primeros tres meses de gestión, el gobierno ha alcanzado algunos resultados positivos. El más importante, quizá, es haber logrado la percepción de que, por fin después de mucho tiempo, hay un sentido de mando y de dirección en el Ejecutivo. Esta sensación interior en muchos guatemaltecos resulta de la impresión positiva que han causado ciertas acciones del presidente Pérez Molina y miembros de su equipo.
El pronto lanzamiento de los pactos contra la
desnutrición (Hambre Cero) y contra la inseguridad (pacto por la Paz, la
Seguridad y la Justicia) trata de atajar dos temas sensibles en la opinión
pública. La retoma de la agenda de competitividad se dirige a atender la
lentitud del crecimiento económico y el empleo. La rapidísima aprobación de las
leyes tributarias busca darle sustento financiero al Estado. La reedición de la
entente entre militares de carrera y tecnócratas (similar a la que existió en
las décadas de 1960 y 1970) trata de darle coherencia a la acción pública. Y la
afortunada propuesta de discutir la
despenalización de las drogas da una gigantesca bocanada de oxígeno a la
política exterior.
La sensación de optimismo y la percepción de que hay
un sentido de mando en el gobierno pueden tener consecuencias muy positivas en
el desempeño económico, político y social del país; pero para ello deben
manifestarse en logros concretos y estos deben ser sostenibles. Sin embargo,
muchos factores amenazan con descarrilar este esfuerzo. La principal amenaza no
está en la irreductible oposición política, ni en las previsiblemente
repetitivas protestas campesinas, ni en un eventual distanciamiento con el
sector privado, ni siquiera en la molestia de los Estados Unidos con el novel
protagonismo de la diplomacia guatemalteca en el tema del narcotráfico. No.
La principal amenaza que se cierne sobre las
posibilidades de éxito del gobierno yace en las percepciones de una gran
fragilidad institucional y de una generalizada corrupción. Un ambiente de corrupción
conlleva la total pérdida de efectividad de cualquier gobierno: se desvían
recursos de proyectos prioritarios (en educación y salud, por ejemplo) para
dirigirlos a proyectos innecesarios; se pierden ingresos fiscales; se mina la
moral tributaria; y, se multiplican los trámites burocráticos.
La corrupción y la debilidad institucional también
obstaculizan gravemente la actividad económica: aumentan los niveles de riesgo
e incertidumbre en las transacciones; desalientan la inversión local y
extranjera; y, aumentan los costos de producción. La corrupción generalizada,
en fin, plantea una gravísima amenaza a la gobernabilidad y la democracia: mina
la legitimidad política del Estado, activo fundamental sin el cual es imposible
lograr el apoyo popular al sistema democrático y cuya ausencia conduce a la inestabilidad
y a la desintegración del país.
Por ello resultan preocupantes los recientes (y
crecientes) rumores y señalamientos de manejos dudosos del erario público:
compra de medicamentos injustificablemente sobrevalorados, compra de
fertilizantes mediante discutibles mecanismos de excepción, obras públicas
concentradas en pocos contratistas, recurrencia del fraccionamiento para eludir
las licitaciones públicas, mal uso del sistema de Guatecompras, presiones
oscuras para imponer funcionarios en puestos clave de entidades autónomas como
la SAT y la IVE, etcétera.
Para que las percepciones positivas que el gobierno ha logrado despertar
se conviertan en logros tangibles, es menester que tome rápidamente medidas
concretas para revertir la percepción que, en sentido contrario, se está
formando en materia de corrupción. Entre las acciones que podrían tomarse está
la mejora obligada de las páginas electrónicas de todas las entidades públicas
como portales de transparencia; retomar el uso disciplinado del sistema
Guatecompras; revivir (fortalecer y restructurar) el Observatorio Ciudadano del
Gasto; respetar y fortalecer instituciones como la Contraloría y la PGN en su
lucha por el buen uso de los recursos públicos; y, sobre todo, no cejar en el
impulso a las leyes de transparencia (que, aunque perfectibles, van por el
camino correcto), las que debe ser una auténtica declaración de intenciones
sobre lo que el gobierno quiere hacer en materia de combate a la corrupción.
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