En el tema de la despenalización, al menos,
Guatemala parece estarse incorporando a un grupo de países más prósperos
Desde la independencia, las provincias que conforman
el istmo centroamericano han sufrido de un trastorno bipolar respecto de su
deseo de fortalecer (o debilitar) los lazos que nos unen. Lo peor es que dicho
trastorno lo manifiesta cada país en diferente momento, de manera lo que casi
nunca ha habido coincidencia de los cinco países (o seis, si incluimos a Panamá)
a la vez respecto del tipo de integración que desean (o no) construir.
Resulta que cuando Morazán quería mantener unidas a
las provincias, Rafael Carrera no quiso. Años después, en 1871, Barrios en
Guatemala y Bográn en Honduras acordaron unificarse, pero El Salvador,
Nicaragua y Costa Rica se opusieron. Luego, en 1921, el movimiento Unionista
cobró gran fuerza en Honduras, El Salvador y Guatemala, pero Costa Rica y
Nicaragua no se subieron a ese tren.
En la década de 1990, el auto-denominado Triángulo
Norte intentó estrechar sus lazos económicos y migratorios, como una reacción a
la percibida lentitud de Costa Rica en acelerar la integración regional. Hoy en
día sólo hace falta viajar por tierra a El Salvador para darse cuenta que el
entusiasmo de las autoridades guatemaltecas ha decaído drásticamente en cuanto
a su deseo de facilitar el tránsito de personas y mercancías hacia nuestro
principal socio comercial de la Región.
El más reciente conflicto de la familia
centroamericana se está desarrollando en torno a la despenalización de las
drogas, en relación con lo cual Costa Rica y Panamá están abiertos a discutir
la propuesta de Guatemala, mientras que, en el otro bando, El Salvador,
Honduras y Nicaragua se alinean con la posición de los Estados Unidos y se resisten
tan siquiera a considerar la discusión del tema.
Esta divisiones seculares en materia política ser
replican también en el área económica. El desempeño económico de Costa Rica y,
especialmente, de Panamá ha permitido que en los últimos años estos dos países
alcancen un nivel de ingreso per cápita (nominal) cercano a los 9 mil dólares
anuales. En el extremo opuesto, Honduras y Nicaragua no logran alcanzar tan
siquiera los 2 mil dólares anuales per cápita. Estamos hablando, evidentemente,
de dos ligas económicas distintas en las que las distancias en productividad
hacen toda la diferencia. Por un lado, Costa Rica y Panamá, con menos del 20%
de la población centroamericana, generan casi el 45% del PIB regional y, por el
otro, Honduras y Nicaragua con casi el 33% de la población generan apenas un poco
más del 13% de su PIB.
Por su parte, El Salvador y Guatemala parecen estar
indecisos respecto a cuál de las dos ligas centroamericanas desean pertenecer.
Ambos países tienen un nivel de ingresos nominal superior a los 3 mil dólares
anuales (aunque el salvadoreño es un tanto mayor que el guatemalteco) y su
aporte al PIB regional es más o menos proporcional al tamaño de su población
(aunque también la mano de obra salvadoreña resulta algo más productiva que la
guatemalteca).
En el tema de la despenalización de las drogas, al
menos, Guatemala parece estarse incorporando al grupo de países
centroamericanos más prósperos. Si bien los estilos y las sustancias de los
gobernantes ticos y panameños no son exactamente del Primer Mundo, al menos sus
prioridades de política pública no se centran en la repartición de
fertilizantes ni de bolsas solidarias. Si bien sus sistemas políticos distan de
ser perfectos, al menos sus partidos políticos tienen un cierto arraigo y
organización de base que los inclina a la negociación y al debate para ejercer
el poder, en vez de buscar el poder para lograr privilegios y negocios que les
permitan pagar sus deudas de campaña.
Para incorporarse a la liga de las naciones prósperas,
Guatemala debe identificar aquellos aspectos clave que han permitido a Panamá y
Costa Rica alcanzar mejores niveles de desarrollo; ello significa aplicar
políticas de largo plazo que, teniendo como norte supremo el bienestar de la
población, hagan hincapié en el fortalecimiento de las instituciones
(incluyendo las que se relacionan con la seguridad y la justicia), en la
construcción de la infraestructura física esencial, y en la mejora continua del
capital humano (especialmente en las áreas de salud y educación). De lo
contrario estaremos certificando nuestra membresía en la otra liga de naciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTARIOS DE LOS LECTORES: