domingo, 8 de abril de 2012

Esperanza Santa

La sociedad de hoy está confundida, desorientada y sin valores. Quizá la Semana Santa sea un momento propicio para reflexionar respecto de los principios que pueden ayudarnos a superar esta situación.

§ POLÍTICAS PÚBLICAS
 ESPERANZA SANTA
Este Viernes Santo, por primera vez después de muchos años, habrá asueto oficial en Cuba, como una concesión extraordinaria de Raúl Castro a la petición directa del Papa Benedicto XVI en su reciente visita a la isla; quizá un signo de esperanza de que –con la debida paciencia, la adecuada disposición de ánimo y la confluencia apropiada de circunstancias- es posible construir la concordia y el progreso social incluso en presencia de posiciones aparentemente irreconciliables (en este caso el castro-leninismo cubano y el catolicismo romano).
El mensaje del Papa en México y Cuba se enfocó a insuflar esperanza en dos naciones afligidas por problemas que, en gran medida, se replican a lo largo de Latinoamérica. El pontífice expresó en México sus sentimientos encontrados de alegría y esperanza, a la vez que de luto y angustia, como los que sentimos diariamente los habitantes de esta región rica en recursos humanos y naturales, pero violenta e injusta al mismo tiempo.
El Papa explicó que uno de los propósitos principales de su viaje (y una misión de la Iglesia en el mundo moderno) era educar las conciencias, desde una perspectiva de responsabilidad moral, a fin de combatir los males de la violencia y la injusticia. Desde su perspectiva, la falta de conciencia moral es lo que hace que sociedades como la mexicana (o, por extensión, la guatemalteca) sucumban ante la idolatría del dinero fácil y las falsas promesas de la corrupción y el narcotráfico.
En contraste con su predecesor, el carismático Juan Pablo II, el papa Benedicto recurre más a la razón que a la emoción en su intento de ganar almas para la causa: si Dios no está presente en la vida cotidiana, el vacío lo llena el mundo moderno con sus propios paraísos; por ende, la Iglesia tiene por misión evidenciar lo falso de tales paraísos y hacer presente la verdad de Dios que da esperanza en medio de una realidad cotidiana difícil de soportar.
Plantea el Papa que la Iglesia no es un poder político, sino un poder moral cuya función es educar las conciencias, pero debe hacerlo tanto en el ámbito de la ética individual, como en el de la ética pública, ya que muchos de los líderes sociales (políticos, empresarios, comunitarios y religiosos) son creyentes cristianos en su vida privada, pero en el ámbito público practican la confrontación, la avaricia, o la búsqueda de gloria personal. El reto que Benedicto XVI le plantea a su propia Iglesia es el de formar conciencias no sólo con base en una moral individual, sino también en una moral pública que sea razonable para que pueda ser compartida y practicada tanto por creyentes como por no creyentes y, por ello, debe tratarse de una moral basada en la razón.
Este reto está en línea con pensamiento del Papa desde sus tiempos de cardenal Ratzinger: la razón puede fortalecer la fe y ésta, a su vez, iluminar la razón. La creciente secularización del mundo moderno es una de razones por las que, en opinión del Papa, la sociedad de hoy está confundida, desorientada y sin valores; por ello, el anuncio de Dios a través de la razón puede infundir esperanza en una sociedad que, a través de ese anuncio, puede redescubrir los valores esenciales que la guíen en su progreso.
Lo paradójico es que, según lo atestiguan el recibimiento y las celebraciones populares que desató la visita papal a México, en Latinoamérica el cristianismo es aún un asunto muy emotivo, lo que complica el desafío de la Iglesia pues debe mantener un equilibrio entre la intuición del corazón y la racionalidad de la fe, a fin de que razón y corazón se complementen en la educación de las conciencias para la construcción de una sociedad más solidaria y justa, más próspera y segura.
La Semana Santa en Guatemala –repleta de manifestaciones de emotividad religiosa, pero también de costumbres y tradiciones seculares- puede ser una ocasión propicia para reflexionar sobre los valores que la mayoría de guatemaltecos (creyentes o no) compartimos con líderes religiosos como el Papa: el respeto a la familia, a la libertad, a la justicia y a la dignidad de la persona. Esos valores no sólo contribuyen a evitar que los jóvenes caigan en la ambición del dinero fácil a través de caminos falsos y violentos, sino también a superar la desesperanza y desconsuelo que muchas veces amenaza con envolvernos.

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